La participación política partidista y el sano interés de tener acceso al poder entendido como servicio, es sano para cualquier país.
Caridad Política
      A-    A    A+


Por Alejandro Marius


Hace un tiempo hablaba con una persona que admiro mucho, sobre el valor de las libres iniciativas de la sociedad para dar respuestas a necesidades concretas de las personas: emprendimientos, empresas, asociaciones de diversa índole, organizaciones de desarrollo social y comunitario, etc.; es algo de lo cual soy creyente y practicante al 100%. Estas son una manera concreta de educar a las personas en una mayor responsabilidad, rescatar el protagonismo y valor de cada ser humano y su quehacer en comunidad. Estoy convencido que son las formas más efectivas de generar desarrollo y cualquier instancia de poder debería favorecer que existan y crezcan.


Sin embargo, frente a la sospecha de mi menosprecio hacia cualquier intento de cambiar las cosas únicamente desde ámbitos de poder, esta persona me hacía notar su valor complementario. Es posible que haber vivido en una américa latina llena de sistemas totalitarios que manipulan al pueblo desde el poder político o económico, me haya vuelto un poco escéptico, pero no debería ser así.


La participación política partidista y el sano interés de tener acceso al poder entendido como servicio, es sano para cualquier país. Incluso la participación en procesos democráticos debería ser masiva y natural, porque parten del hecho que elegimos a quienes nos van a representar y servir, en un contexto que garantice la libertad y un diálogo de ideas y propuestas. Disculpen si suenan muy ingenuas estas palabras y si la realidad dista mucho de este escenario, pero no podemos claudicar a que exista. 


Existen numerosas referencias históricas y contemporáneas que documentan la importancia de la política, y cómo su ejercicio desde el poder debe estar al servicio de un mayor protagonismo de la sociedad civil. Aún con la respuesta que dio Hobbes al peligro del “homo homini lupus” con su Leviatán, poco antes Althusius ya hablaba del poder limitado de las instancias públicas; pero sumemos también los aportes de Tocqueville cuando afirma el valor de los cuerpos “intermedios” y la sociedad civil como mediadores con el Estado, o todo el valor de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, precursora entre otros, del principio de subsidiariedad.


En su más reciente encíclica “Fratelli tutti”, el Papa Francisco afirma que “un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en «el campo de la más amplia caridad, la caridad política»”.


“La buena política busca caminos de construcción de comunidades en los distintos niveles de la vida social, en orden a reequilibrar y reorientar la globalización para evitar sus efectos disgregantes.” Que gran provocación para preguntarnos cómo buscamos la construcción de una comunidad en el nivel de la vida social en el cual estamos y cómo vivimos esta necesaria «caridad política».