Queremos dar rienda suelta a la imaginación colectiva de nuestros lectores invitándolos a participar en el proyecto 1001Teclados, para desarrollar una historia de ficción, de intriga y suspenso internacional. Te invitamos a contribuir con tus ideas para el desarrollo del próximo capítulo de la historia, de su continuación, o de una trama paralela.
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Capítulo 1 - MISHA A Misha le encantaban esas hamburguesas. Nada parecido a las que acostumbraba cada fin de semana. Escondido a plena luz del día. Como había aprendido en todos sus años en los servicios de inteligencia. Hoy había encontrado más gente de lo que esperaba y, mientras disfrutaba de un Bacon Burger de Five Guys, en el mall de King of Prussia, en el oeste de Philadelphia, Misha sentía que todos le miraban de reojo. No era cierto, nadie se fijaba en él. A plena vista, el escondite perfecto. Pero un granito de paranoia es bueno para mantener despiertos todos los sentidos. Pensó. Sin embargo, ya dos meses de paranoia, tipo 24-7, le estaban haciendo mella.
Todo comenzó hace 63 días, cuando había ido a revisar un expediente en una de esas cajas de seguridad, organizadas en filas de doce, con doce sobres cada una; sobres de titanio, de sellos, claves y cerrojos digitales, que protegen su contenido de las miradas de aquellos que no tienen el nivel de autoridad suficiente. Misha no tenía autoridad para ver el contenido de aquel sobre en particular, pero, por alguna razón, cuando estaba sacando el sobre que había ido a buscar, ese otro sobre, con una marca roja en la esquina superior derecha, cayó de la caja. ¡Y se abrió!
El sobre no debía haberse abierto. Misha sabía que no tenía nada que hacer leyendo su contenido. Pero, como un reflejo, casi de manera perezosa, Misha no pudo evitar leer las páginas que se abrieron frente a él. Unos momentos después, después de haber ojeado descuidadamente las primeras páginas, un fortísimo escalofrío lo sacudió. Sabía que los sobres con la esquina roja estaban equipados con un emisor de alertas de apertura con geolocalización, que ya debía haber avisado que el sobre había sido abierto sin la clave y el protocolo requerido. Sabía también, una vez visto el contenido, que solo tenía unos pocos minutos para salir de allí. Y desaparecer.
En esos pocos instantes que tuvo antes de salir, decidió que se llevaría el expediente. ¿Como una baza para una eventual negociación? Entonces no lo sabía. Hoy, todavía no lo tenía muy claro. Las preparaciones que había hecho toda su vida, con la esperanza de no tener que usarlas nunca, funcionaron a la perfección y 72 horas después ya había llegado a Philadelphia, a esconderse a plena luz del día, en la boca del lobo, donde nadie iría a buscarlo. Esperaba él.
Aquel funesto expediente, identificado sin pretensiones con una combinación de letras y números anodinos, grises, detallaba dos procesos paralelos cuyos escalofriantes resultados resumían las primeras páginas que leyó. Lo de escalofriante no era una exageración, le constaba.
El libro de 1959 de Richard Condon, "El Candidato Manchú", (The Manchurian Candidate), cuenta como Raymond Shaw, un sargento estadounidense capturado por los soviéticos durante la guerra de Corea, fue sometido a un lavado de cerebro por los chinos durante su cautiverio en Manchuria. Al regresar, por haber salvado las vidas de sus compañeros, Shaw se convirtió en un héroe nacional. Sin embargo, la realidad era otra. Shaw había sido sometido a un condicionamiento psicológico que había transformado su personalidad y lo había dejado programado para ejecutar las órdenes de su controlador.
Alguien debe haber pensado que esta idea tenía suficientes méritos para desarrollarse. Tanto que se decidió usar dos tipos de procesos para cultivar los candidatos. Uno de largo plazo, de formación, seguimiento, apoyo y suerte. Mucha suerte. El otro, el del fast-track, producción, montaje y suerte. Otra vez, mucha suerte.
En ambos casos, la selección tomaría años, los procesos también y los resultados no tenían ninguna garantía. Debe haber sido un gran vendedor el promotor del proyecto.
Los fondos se aseguraron desde el principio y así se pudo ensamblar un equipo con politólogos, sociólogos, psicólogos, estrategas y los primeros científicos de datos de los que se tendría noticia, si eso se supiera y antes de que se convirtiera en una carrera de moda. Así nació el Equipo Manchú. El equipo trabajó durante décadas, muy por debajo del radar y, con una visión muy capitalista, invirtió y multiplicó los fondos para así poder pasar desapercibido y sobrevivir las varias transformaciones del estado en Rusia. Operaron en varias localidades simultáneamente, de manera muy coordinada, lo que explicaría porqué una copia de ese expediente tan delicado, desafortunadamente para Misha, estuviera en esa tan poco significativa estación en San Petersburgo.
DOS PROCESOS PARALELOS LOS GRANJEROS Una primera revisión de las universidades americanas permitiría identificar algunas decenas de seniors o recién graduados con las condiciones que el Equipo Manchú estaba buscando. Preferiblemente de inclinaciones demócratas, siempre más izquierdosos, con facilidad de palabra, de naturaleza afable y don de gentes; que hubieran tenido éxito en su paso por las distintas organizaciones estudiantiles universitarias. Si habían tenido familia cercana que hubiera sido objeto de las persecuciones macartistas de los años 50, ¡tanto mejor!
Ese grupo de sujetos preseleccionados sería contactado por agentes minuciosamente micro gerenciados por los especialistas del Equipo Manchú. Los agentes seguirían un guion diseñado con detalle para cada contacto (cuando se encontrarían, donde, de que hablarían, estarían solos o acompañados; sin dejar nada al azar). Los sujetos serían cultivados y gradualmente convencidos de la necesidad de coordinar el destino de los Estados Unidos junto con la entonces Unión Soviética. Al principio todo acercamiento sería idealista y conceptual. Entre tres y cuatro años se estimaba esta etapa.
Eventualmente, los sujetos con mayor promesa de resultados positivos serían casualmente conectados con agentes reales, que aparentarían compartir los ideales que se habrían cultivado y afianzado en el proceso. Aquellos sujetos que no rechazaran estas nuevas conexiones serían considerados un éxito. Conversos. En la mayoría de los casos, ellos mismos no sabrían que eran parte de un plan. Si no era necesario, ¿para qué abrir esa puerta? Por otra parte, ninguno, sin excepción, sabría que había otros más. Mucho menos quienes eran.
Los casos de éxito se promoverían a una nueva etapa que buscaría desarrollar las habilidades de los sujetos para ser potencialmente un buen candidato; un gran candidato a un cargo público. Esto incluiría conocimientos generales, psicología de masas, habilidades verbales, imagen, apariencia y una historia. Una historia tanto familiar como profesional. Gradualmente se construiría toda una hoja de vida. En muchos casos hasta las parejas serían seleccionadas --o sembradas, si fuera necesario--; habría casos, ojalá pocos, en que las parejas serían disueltas y sustituidas por otras más convenientes. Este proceso de desarrollo incluiría frecuentes viajes al extranjero, en los que los sujetos serían "casualmente" contactados por especialistas adicionales del Equipo Manchú que completarían y perfeccionarían las habilidades que ya el sujeto hubiera adquirido.
Ya para entonces, estos sujetos tendrían todos los elementos para ser unos candidatos irresistibles. La tercera etapa podría comenzar.
Entonces comenzaría la vida pública de cada sujeto. Al comenzar sus carreras políticas, ya estos sujetos serían unos "Candidatos". En esta tercera etapa se debía apoyar con recursos y logística las campañas en la ruta política de cada uno. Salvo casos de fuerza mayor, estas campañas serían seguramente muy exitosas. Casi 100%, se esperaba.
Los exitosos estarían para siempre agradecidos. Y muy comprometidos.
Ahora si se podrían enterar de todo el proyecto del Equipo Manchú. Casi nunca la auto recriminación moral tomaría más de unos pocos días, abreviados por el licor de preferencia de cada candidato. Vamos a estar claros, los ideales siempre estarían allí, se dirían a sí mismos. Y así fue.
LOS CAZADORES Si este proyecto hubiera sido público sería reconocido como el precursor del uso de científicos de datos para identificar y discriminar específicamente un conjunto de individuos. Quizás por eso, hoy por hoy, los maestros de esta disciplina tienen ".ru" como terminación de sus dominios de Internet.
La selección de los sujetos de este grupo sería el resultado del cruce de numerosas variables, medidas por estudios propios, y por todo otro estudio al que le pudieran echar mano, junto con la variación de esos resultados a medida que los sujetos y su percepción por el público evolucionaran.
Este grupo fast-track, se suponía de vía rápida porque el Equipo Manchú no sería responsable del proceso de formación de los candidatos. Sus conocimientos, facilidad de palabra, su imagen y su historia familiar y profesional eran los criterios por los que habían sido seleccionados. Sus historias de pareja, disueltas, sustituidas o de larga data, serían de las variables más significativas.
Para estos sujetos la motivación no sería probablemente un asunto de ideales. No. No para este grupo. La motivación seguramente sería un asunto de ambición. Empresarios exitosos, personajes de los medios audiovisuales, deportistas famosos, esos eran los perfiles donde debían estar las mejores probabilidades de encontrar los candidatos. Como para el otro grupo, una vez que un sujeto hubiera sido identificado, sería contactado por un agente con un guion detallado para cada encuentro. Muchos menos encuentros en estos casos. Los suficientes para establecer una relación de confianza, que, una vez establecida, permitiría revelar cuidadosamente el plan y esperar que la ambición hiciera su trabajo.
Los sujetos ideales deberían tener, además de unas enormes ansias de poder, algún vicio o una desviación, casi una adicción, preferiblemente de los que no nublan el conocimiento y que pudieran ser facilitados o estimulados por el agente mientras se ganaba la confianza del sujeto. Luego, ojalá nunca fuera necesario, esa desviación podría ser usada como un cerco virtual para mantener al candidato en el redil.
Chantaje era una palabra muy fea. No aparecía en el léxico del Equipo Manchú. "Estímulo" era mejor y para que todo funcionara, mientras más susceptible fuera el sujeto a cierto tipo de estímulo, mejor; por ejemplo, mientras mayor fuera su sensibilidad a la opinión pública o su miedo a la prisión.
La debilidad por las mujeres parecía ser el vicio perfecto. Primero, porque era frecuente y no era intolerable si llegara a denunciarse públicamente; segundo, porque sería muy fácil construir "estímulos" con esa base; y, finalmente, y no menos importante, porque en la tierra madre había una fuente inagotable de patriotas para todos los gustos. Este criterio le fue inequívocamente indicado al grupo de científicos de datos para que tuviera un peso destacado en los modelos matemáticos de selección de candidatos. Los modelos sugerían constantemente candidatos masculinos.
Al igual que para el otro grupo, una vez que se hubiera establecido la relación de confianza, se hubiera convencido al sujeto de ser parte del plan y se tuviera al menos un estímulo claramente afianzado, la siguiente etapa podría comenzar. Comenzaría la vida pública del ya "candidato". Se le debía apoyar decididamente con recursos y logística en su ruta política. Las expectativas de éxito de este grupo se estimaban en un 50%.
UN ENSAYO Un primer ensayo de los procesos Manchú fue aplicado con éxito al canciller socialdemócrata alemán, Willy Brandt, allá por los setenta.
El servicio secreto de la República Democrática Alemana, la "Stasi", bajo la dirección invisible del Equipo Manchú, logró infiltrar un agente, Günter Guillaume, como uno de los jefes del gabinete del canciller de Alemania Occidental. Ascendiendo a través de la jerarquía del Partido Socialdemócrata de Alemania, Guillaume se convirtió en uno de los colaboradores más cercanos del canciller Willy Brandt y durante años sería un espía de la Stasi. Eventualmente, al ser descubierto en 1974, estalló el famoso escándalo de espionaje, el Guillaume affaire.
Lejos de considerarlo un fracaso, el Equipo Manchú registró, catalogó y analizó innumerables detalles durante el caso, cuyas enseñanzas fueron metódicamente incorporadas en los guiones para los contactos futuros. Si. Günter Guillaume había sido un éxito mucho más allá de lo que se esperaba.
GERHARD Estaba tan perdido en sus pensamientos que Misha no se había percatado que su celular tenía ya un rato vibrando, como histérico de impaciencia. Y era que pensaba que debía ser de otra persona. No esperaba una llamada. No debía estar recibiendo una llamada.
Como un reflejo, casi de manera perezosa, Misha tomó la llamada. Últimamente, estos reflejos perezosos lo estaban complicando, atinó a pensar, justo cuando oía,
—Hola Luza. Te habla Bad Tolz. —Otro fortísimo escalofrío lo sacudió. ¿Deja vu?
"Luza" había sido su nombre código dentro de su comunidad de inteligencia. "Bad Tolz" era el código que esa misma comunidad le daba al agente alemán, Gerhard Albretch, con el que Misha se había encontrado un par de veces, sin que ninguno hubiera podido evitarlo y sin que lo hubieran estado buscando. Habían conversado un buen rato, sin trascendencia, pero lo suficiente para que surgiera un respeto mutuo, intuitivo, sin mucho otro fundamento.
—No conozco ningún Bad Tolz. —dijo Misha.
—Tranquilo, Misha. Estoy solo. ¿qué te parece sin nos vemos en la estación de Ardmore? En 15 minutos.
—En Devon. En 20. —respondió.
Sabía su código, su nombre y su número de teléfono. No tenía ningún sentido negarse. Podía estar allí en 10 minutos. Conocía bien la estación. Lo esperaría en el extremo derecho del andén sur. Buena visual y buen acceso.
Ya Gerhard estaba allí cuando Misha llegó. En el andén sur. En el extremo derecho. ¿Por qué no se sorprendió? De verdad este tipo merecía su respeto. Al menos la intuición no le estaba fallando.
—No han sido solo dos veces las que nos hemos topado. —le dijo Gerhard al verle— Estaba de vacaciones en Estocolmo cuando te vi pasar por la Estación Central. Un impulso me hizo seguirte hasta el aeropuerto de Arlanda. —¡otro impulso! estos impulsos ya estaban siendo demasiado—.
—Y, solo por eso, ¿me seguiste hasta aquí?
—Si. Algo no estaba bien. Tus movimientos eran inusuales. Mas parecían los de un plan de emergencia.
—¿Sólo por eso?
—Ajá. Solo por eso. Después mi oficina me reportó que había mucha agitación por tu desaparición, pero que hacían esfuerzos extraordinarios por aparentar que nada pasaba. También que había una gran movilización de recursos de tu oficina central. Así que no solo te seguí, sino que yo mismo tuve que desaparecer para no tener que dar explicaciones. Verás, Misha, creo que te traes algo grande entre manos y que todo esto está relacionado. Y, lo quieras o no, ahora nuestras dos oficinas tienen agentes perdidos y, dentro de poco, verán que coincidimos en Estocolmo.
—… y se comenzarán a hacer conjeturas.
Esto era demasiado. En todos los años de la cuidadosa planificación de su desaparición no había incluido la eventualidad de un agente enemigo ocioso, curioso e intuitivo. O, amigo, si a ver vamos. Y ahora, acá estaban. En el oeste de Philadelphia. Ambos desaparecidos. Ambos fuera de sus territorios. Dentro de nada, ambos probablemente serían vistos por sus oficinas como si hubieran actuado de acuerdo. Misha sabía por qué estaba desaparecido y por qué debía permanecer así. Gerhard había decidido desaparecer, pero todavía no sabía que no era temporal, que no había vuelta atrás; que debía permanecer así, si quería mantenerse con vida.
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