A Don Elías Pino Iturrieta, por supuesto
BOLÍVAR Y CORO, UNA HISTORIA DE MALQUERENCIA
      A-    A    A+


Isaac Abraham López

Al divino Bolívar lo llama el Procurador Municipal de Coro en 1830: arbitrario, tirano, opresor, displicente, engreído, y movido por su interés particular más que por el bienestar de los pueblos. Lo hace al dirigirse al Congreso de Venezuela para solicitar se considerara la agregación de Río Tocuyo y su correspondiente territorio a la jurisdicción de Coro, que el general había separado, agregando el pueblo a Puerto Cabello.

La comunicación de Felipe Berrío es dura con el caraqueño. Señala el funcionario que “fue despojada aquella provincia sin audiencia ni conocimiento de causa por un decreto festinado y arbitrario del Jeneral Simón Bolívar”. Berrío obraba por los vecinos, aquellos que desde antiguas datas de Diego de Osorio habían tenido propiedad sobre todo “el fértil y vasto campo de esta parte oriental de Coro [que] está dividido en valles y posesiones compuestas en tiempos del Rey…” llamado Costa Arriba, donde habían desarrollado para el siglo XVIII hatos de ganado mayor y mulas, así como haciendas de cacao y café con fabricas de calicanto y tejas que habrían sido abandonadas ante una “infección general de calenturas” (Archivo General de la Nación. Secretaria del Interior y Justicia, Tomo IV, fol. 83)

El Procurador señalaba que a Bolívar en su estancia en Coro en 1826, siendo Presidente de la República, se le plantearon varias medidas para “el fomento del país”, entre ellas la navegación y ventajas del río del Tocuyo, y “después de no haber adoptado ninguna de las medidas que se le propusieron y de haber exasperado a todos cuantos le trataron con su carácter indisplicente [sic], y satisfecho salió, al cabo de tiempo con un decreto inconsulto sin audiencia de partes ni formación de espediente segregando de Coro al pueblo del Río del Tocuyo y agregándolo al Cantón de Puerto Cabello que está distante 18 leguas…”

Berrío señalaba que el interés de Bolívar era personal, no pidió los informes necesarios y se atuvo a su prestigio de héroe.

El funcionario refería la separación de Venezuela de Bogotá y del dominio de Bolívar, señalando la ambición antigua de la familia de este último por terrenos entre los ríos Aroa y

El Tocuyo, lo cual habían pretendido antes de 1810 a través de un apoderado. Para Berrío eso era lo que se escondía en la decisión de separar a San Miguel de la Boca del Río Tocuyo de Coro y adjuntándole a Puerto Cabello, “donde sus agentes fácilmente sacarían órdenes para ponerlo en posesión de los terrenos deseados”.

Comprobaba “esta verdad” -decía el representante de los vecinos corianos- el que los ingleses arrendatarios de las minas de Aroa, pertenecientes a los Bolívar, abrieran un camino desde las mismas hasta Tucacas. El Procurador cuestionaba la opresión del “régimen dictatorial” de Bolívar, y reiteraba que el poblado pertenecía desde su fundación a Coro. La comunicación era respaldada por otra firmada por “padres de familia y vecinos” de San Miguel del Río Tocuyo, quienes denuncian “el pernicioso e ilegal decreto...(Idem, fol. 87).

Por su parte, Bolívar manifestó destacadamente su apreciación sobre los corianos en su carta a Rafael Urdaneta del 24 de diciembre de 1826, escrita en la misma casona que hoy se llama "Balcón de Bolívar". En el reporte de su paso por la región dice que: “El resto del pueblo lo creo tan godo como antes. Ni aún por mi llegada se acercan a verme, como que sus pastores son jefes españoles. Yo creo que si los españoles se acercan a estas costas, levantarán 4 o 5.000 indios en esta sola provincia. La nobleza de este país permanece renuente y abstraída de todo; pero cobrando millones y Coro no ha valido jamás un millón.” (S. Bolívar. Obras Completas. Líder Editores, 1975, Vol. II, p. 9).


 
Asunto del mayor perjuicio es el arcaísmo. El plantear temas o sucesos descontextualizados de su momento histórico en provecho del debate partidista, la exaltación regionalista, la proyección personal o las agendas del presente. Así el tema de Bolívar y Coro.
 
El Bolívar que escribe desde Coro y sobre los corianos en diciembre de 1826 es un jefe amargado, un hombre curtido en batallas cuyo proyecto político de unión de amplios espacios naufraga una y otra vez ante la realidad de los regionalismos y autonomismos afincados en la tradición. Es un hombre sumido en la desconfianza, y harto de tanta anarquía y desunión. El Bolívar que pintan las cartas del Procurador Berrío y de los vecinos de Río Tocuyo en julio 1830 es un militar caído en desgracia en Venezuela, un líder político a quien se acusa de pretender perpetuarse en el poder e instaurar una monarquía. No se trata del héroe entronizado pocos años después de su muerte, donde todos intentan confluir como cuerpo e identidad de la nación.

El medio intelectual y el poblador común de Falcón cargan con un cuestionamiento encima, como un fardo terrible, como una grave acusación: Coro y su jurisdicción, al igual que Maracaibo y Guayana, se sumaron tardíamente al movimiento independentista. Es decir, sus habitantes optaron por el partido realista y no por el partido republicano en medio de la contienda que creó al país independiente. Por eso, mediocres oficiantes de la historia inventaron a la amazona guerrera Josefa Camejo, participando en batallas y acompañando a Urdaneta a Carabobo.
 
El medio siente la recriminación de una narración que señala que mientras en otras regiones se combatió braviamente por la causa liderada por Bolívar, Sucre, Páez, Rivas, Arismendi, Bermúdez… es decir, “los Padres de la Patria”, los corianos permanecieron fieles a la monarquía española. Y como durante mucho tiempo en Venezuela la historia fue Bolívar y la Independencia, resulta que nosotros no hallamos como entrar en esa casa de la gloria. Así, lo mejor es obviar una relación de malquerencias.

Dos empresas culturales de la región dan muestra del empeño. En 1891 la revista Flores y Letras, órgano de la Sociedad Alegría, dedicó su ejemplar número 11 del 28 de octubre, “A la gloria incomparable del Libertador Simón Bolívar. Padre de la Patria, Fundador de Naciones Soberanas, Tributo de amor, gratitud y admiración.” Entre los articulistas figuran Inés Y. de Reyes, Horacio Reyes, Pedro Miguel Queremel, Pedro Torres, Juan Jacobo Salzedo, Juan Castillo, Salvador De Lima, José María Gil y Silvestre Colina. Los textos se dirigen a la exaltación, nada de mención a la historia regional y menos a las contradicciones entre Bolívar y Coro.

En 1983, a propósito del bicentenario del nacimiento de El Libertador, el Ateneo de Coro publicó una compilación coordinada por Bhila Torres y Virgilio Medina titulada Bolívar. Visión Falconiana. 1827-1983. Aunque con algunos menguados intentos de acercamiento al devenir local, el texto sigue las mismas líneas de lo publicado casi cien años antes: “Retrato de Bolívar” de Alonso Gamero, “Retrato de Bolívar” de Eudes Navas Soto, “Bolívar 200 años o la eternidad” de Guillermo De León Calles, “Sólo basta su nombre” de Ángel S. Domínguez, “Bolívar inmortal” de José Rafael Flores, “El Libertador en Coro” de Oscar Beaujon, “Rubén Darío y El Libertador” de Ernesto Silva Tellería, “Lineamiento del pensamiento económico de Simón Bolívar” de Douglas Jatten Villa, “Los héroes también aman” de Eliana Shirazawa de Urquiza, “Interés de Simón Bolívar por la ciencia y la tecnología” de Tulio Arends y “La Universidad de Bolívar” de Secundino Urbina, sin que falte la búsqueda de apropiación con “Bolívar-Genealogía-Abuelos corianos” de Raúl López Lilo. Es decir, borrar la malquerencia haciendo un Bolívar coriano.

No se quisieron. Ni el caraqueño Simón José Antonio de la Santísima Trinidad quiso a Coro, ni los habitantes de la provincia tuvieron en su mayoría admiración por el destacado prohombre. Cuestión de empatías. El bolivarianismo comenzaría después, por otros procesos. Pero eso no importa. Que bailara en Mitare, que las muchachas lo pasearan en una calesa adornada de flores o que se alojara en el balcón del Paseo Talavera son asuntos secundarios.

¿Hasta cuando esa historia de recuentos y detalles, de minucias? ¿Hasta cuándo una tonta postura de justificación ante la historia de la Independencia?.

Lo realmente relevante es conocer el proceso vivido entre 1800 y 1830 en la jurisdicción, para poder armar el mapa de la evolución histórica de la entidad, para sumar comprensión a tanta historia fabricada sobre la mentira y el fraude, la manipulación y el juego de intereses de las élites posteriores.

Ver más artículos de Isaac Abraham López en