A propósito del Bicentenario de la Firma del Acta de Punta de Los Estanques, como acción previa a la Batalla Naval del Lago de Maracaibo
Maracuchos y Colombianos en los Taques
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Por: Ramiro Ruiz Primera

En verdad, buena parte de la urdimbre que conduce a la vespertina Batalla Naval del Lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823, se elabora en el pequeño poblado rural, pero estratégico puerto militar y naval que era Los Taques para la época. Como es conocido, fue realmente efímero el tiempo histórico que había durado el pronunciamiento de independencia hecho por Maracaibo, quizás la más realista de las ciudades venezolanas, a principio de 1821; ya que Francisco Tomás Morales, el último capitán general de la Corona española en Venezuela, la retoma en septiembre de 1822. Al producirse esto último, se conoció también la noticia de que el capitán de navío Ángel Laborde y Navarro, había zarpado de La Habana al frente de una escuadra en apoyo a Morales en Maracaibo; lo cual obligó a su vez, al general Mariano Montilla, Comandante General del Departamento del Magdalena y Comandante en Jefe del Ejército de Operaciones sobre Maracaibo, ordenar el bloqueo de La Barra para tratar de invadir esa ciudad por vía lacustre, misión que le encomienda al almirante Padilla.

Estos acontecimientos precipitan acciones que convulsionan al apacible pueblo que era Los Taques y que aún, era únicamente conocido como Los Estanques por su profusión de reservorios de agua construidos en su perímetro. Su apacible gente, como era la de toda Paraguaná de entonces, se ve sorprendida por un inusitado y repentino número de marinos, colombianos, maracuchos y algunos guaireños que, jacarandosamente, toman sus pocas calles y sus playas como parte de entusiastas tripulaciones de los buques de la armada colombiana que fondean en su bahía, ya bajo el mando directo del almirante neogranadino José Prudencio Padilla. Pero, al contrario, por noticias llegadas a través de la navegación comercial marina de cabotaje, se conoce en el pueblo de la larga y triste noche que se vivía en Maracaibo bajo la férula de Morales y su excesivo trato cruel con los siempre alegres marabinos.

De la interacción con miembros de las tripulaciones foráneas, especialmente con la de la dicharachera zuliana, la gente de Los Taques alcanzó otro nivel de información que le permitió desarrollar cierto grado de conciencia por la lucha independentista que se libraba en otras partes del territorio nacional, reforzada a través de noticias como el frontal enfrentamiento de Morales con la decidida y resuelta patriota Ana María Campos, quien, públicamente emplazaba a aquel con su célebre expresión de si no capitula, monda (que si no se rendía, que se atuviese a una eventual pela). Ante tan desafiante y terca demanda, Morales, enfurecido, ordenó apresarla, azotarla y exhibirla montada en un burro por las soleadas calles de Maracaibo, hecho que algunos marinos versificaban en una cuarteta:

A doña Ana María Campos
señora de buenos modales
la azotaron en un burro,
porque desafió a Morales

Con el intercambio de foráneos con taquenses se consolidó también una amplia y abierta camaradería de lo cual la crónica oral recogió, por largo tiempo, reseñando un franco compartir que posibilitó, la celebración en el pueblo, de vespertinos y diarios juegos caquetíos de bolos para abatir las pesadas figuras de palo de guayacán, representativas de los peones y la vieja; las emblemáticas cacerías de conejos, a la sazón una especie abundante en la zona; y, por supuesto, las consabidas parrandas acompañadas de guitarras en una playa cualquiera. Tanta fue de viva esta relación que las mismas crónicas reseñan algunas coplas y décimas que, en canto colectivo, ambientan la sentida despedida que le brindó Los Taques a aquella Escuadra el 3 de mayo de 1823, después de haber permanecido por casi dos meses fondeada en su ensenada; y luego de haber firmado El Acta de Punta de Los Estanques, constituida en Junta de Guerra:

Zarpó la tropa coriana
pa’ tierra maracaibera
¡Virgen pura y soberana
que ninguno de ellos muera!

Morales capituló
con el agua a la rodilla
Si no capitula monda.
como lo obligó Padilla.

Diga el Zulia a boca llena
quien lo liberó de males
cuando el general Morales
lo apresó con sus cadenas.

Por largos años, tal como lo recoge el memorioso y exhaustivo cronista Arístides Rojas, investigador y divulgador de nuestras raíces y costumbres venezolanas, tanto al Zulia como a Paraguaná, la musa popular las hermanó, como regiones, con coplas en las que se celebraban las glorias de la Escuadra que zarpó del puerto de Los Taques:

Morales con su escuadrilla
a Maracaibo tomó
pero luego al Diablo vio
con el almirante Padilla,
que a Laborde hizo tortilla
y a sus marinos osados
la mayor parte ahogados
y muertos más de ochocientos
que de tiburones hambrientos
fueron sabrosos bocados

Si bien esas coplas se perdieron en el tiempo y, tanto el pueblo maracaibero como el taquense, dejaron de cantarlas; la combativa y desafiante frase de la Campos, si no capitula monda, se convirtió en un refrán popular y en un símbolo de expresión de rebeldía en el dicharachero lenguaje marabino, adoptado en mucho, por algunos bullangueros marinos nacidos por estas costas occidentales de Paraguaná.

A doscientos años de aquellos hechos, en un Bicentenario que no debe pasar por debajo de la mesa, deber es recordar con honores a un taquense como Nemesio Ocando, quien, con sentimiento patriota y desprendimiento nacionalista, puso a disposición de la Escuadra sus dos goletas particulares, las cuales fueron abordadas por marinos de esta población; y, asimismo, refugiarnos en las hazañas del nativo de Buena Vista, Contralmirante José Eugenio Hernández, quien con apenas a sus veinte años de edad en calidad de Guardia Marina, abordó el Bergantín de Guerra “Confianza” esa tarde del 3 de mayo de 1823 aquí en Los Taques, para irse a destacar valerosamente en la toma del Castillo de San Carlos a la entrada del Lago, en aquella memorable batalla lacustre de julio de 1823.



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