Por Faitha Nahmens Larrazábal
Estos veinte años,
los de la Fundación para la Cultura Urbana, sí que merecen piropos y zalemas.
Bombos y platillos. Con la mirada esperanzada tras la ilusión de belleza,
aunque en el ojo del huracán, la FCU ha hecho pulso a favor del debate plural y
democrático en medio del bramido. Producido material de apoyo para el
pensamiento transformador —libros, discos, videos y un espacio para el álbum de
fotografías que nos contienen—, pese a la ramplonería que se lleva en la punta
de la lengua de fuego. Convocado a sala llena a devotos de la ciudad,en bien de
la bici y el mijao, por encima de la carencia y el abandono, y a pesar de las
invasiones bárbaras. Flores versus puñales, suman veinte, pues,procurando ciudadanía
y civismo mientras del otro lado del espejo, suma la misma edad la contumacia y
la rapacidad.
Lapso de logros y
tenaz resistencia, circunstancias adversas y regocijo, Caracas y sus
circunstancias sociales, arquitectónicas, artísticas, de conectividad, políticas,
de sustentabilidad, culturales, topográficas o festivas han sido tema y meollo,
objeto de reverencia y referencia para quienes creen en sus potencialidades.La
Fundación,más que un cónclave de amadores de la ciudad, contando sus pájaros,es
vocería a favor en boca de William Niño, Federico Vegas, María Isabel Peña,
Armando Rojas Guardia, Tulio Hernández, Marco Negrón y demás amadores, quienes
en talleres y seminarios organizados para denunciarla tapia y la sordera, nos
hanconminado a permanecer de pie. Vanguardia y nostalgia, la FCU ha diseñado seminarios
con urbanitas matriculados y de postín como Antanas Mockus, Oriol Bohigas,
Mario Olavarría, Sergio Fajardo Valderrama, Enrique Peñaloza o Giorgio
Piccinato, exalcaldes y autores de tesis sobre la ciudad en el mundo, para
optimizar el sueño y descubrirnos intactos, o casi, en el parangón.
Con los colectivos
buenos, Ciudad Laboratorio, Una sampablera por Caracas o Laboratorio Ciudadano,con
Cheo Carvajal, Ana Cecilia Pereira Berti, Nelson de Freitas, Daniela Pettinariy
Ángel Zambrano, sus timoneles,y una legión de caracadictos interesados en
defender el espacio público del colmillo y la soledad, la Fundación ha marcado
pauta en materia de iniciativas experimentales así como ha atesorado, como
custodio y curadora de su imagen, las postales añosas —en un templo a la
memoria como los que albergael espacio de fotografía urbana, detrás del cual
son conspicuos ojos Vasco Szinetar y Lorena González— así como preserva a buen
resguardo los discursos más propicios de las gargantas más sabias,dictados para
confirmar la persistencia de la ciudad. Como coordinadora y anfitriona, la FCU
ha invitado a un café caraqueño, es decir a contar su cuento, en casa ponemos el
azúcar,a Luis García Montero (cabeza del Instituto Cervantes), Fernando Savater
(filósofo), Juan Villoro (escritor), Jhon Lee Anderson (periodista), Santiago
Gamboa (poeta), Adolfo Castañón (escritor) y Alberto Saldarriaga (arquitecto).
Un éxito cada vez. Ay, y cuándo volverán.
Huella impresa que
suma más de 130 libros editados, queda claro que Caracas es musano solo de la
FCU sino tinta que corre por la vena creativa de tantos autores como Arturo
Almandoz, Silverio González o Tomás Straka, por decir tres de cientos, así como
causa ineludible que inspira eloriginal premio transgenéricode literatura que suma
veinte ediciones. Institución que propone un convenio con la editorial Visor de
España para la publicación de poetas venezolanos, la FCU es puente sobre un me
río a mandíbula batiente luego del sí:ya fueron publicados y son leídos en
Iberoamérica Juan Sánchez Peláez —su antología prologada por Alberto Márquez y
producida por Marina Gasparini—, así como La
metáfora, fluida de Verónica Jaffe. Siguen en la señera lista Arturo
Gutiérrez Plaza con su trabajo El
cangrejo ermitaño y pendiente Gisela Kizer.
¡Es que la poesía nuestra es grande!De eso dan fe la Fundación y los
amigos de la Cultura Urbana, gente
comprometida que se resteó con la supervivencia de la institución en tiempos
aciagos como Andrés Boersner o Joaquín Marta Sosao Rafael Cadenas, presidente vitalicio.
En el presente
imperfecto igual caben la ocurrencia y las conquistas, contra todo pronóstico. Elías
Pino Iturrieta, historiador, escritor y director de la Fundación anuncia que,
pese a la crisis y el coronavirus, y gracias a que siguen fajados por decisión
y rebeldía,está por convertirse en realidad, en principio virtual, la edición
de una serie de libros,fundamentales como biblias, que explicarán el pasado
reciente —la serie se llama Venezuela en
el siglo XX— a partir de la reconstrucción minuciosa de los grandes temas
históricos. Cada uno de estos vademécums intentará abarcar el trasfondo, las
aristas y reconocer los protagonistas de cada episodio o cuestión. Los dos
primeros, a punto de ser presentados este fin de mayo, tocan asuntos muy seductores:
la sociedad y la política.
Claro que se trata de
un proyecto asombroso, y claro que los tópicos con que arranca esta travesía
hacia la médula de la identidad dan cada uno para una colección. Es la idea. Se
irá de lo general a lo particular. Como un delta,“si un subtema derivado del
primer tomo general amerita un volumen más,se hará”, anuncia Pino Iturrieta. Pero
ahora mismo los 20 investigadores que trabajan en cada libro matriz, el que
contiene ensayos sobre la Sociedad de ese entonces que es el siglo XX —un
entonces que nos resuella en la nuca—producen lo que será una interpretación completa
y abarcadora de cómo nos organizamos, vivimos, nos constituimos, funcionamos, reaccionamos,
interactuamos, nos orientamos y nos asumimos como gentilicio, ayer. Asimismo,
qué debatimos, pensamos, soñamos, decidimos y legislamos, y qué partidos y
liderazgos estuvieron a cargo, así como qué rupturas prohijamos y avistamos, y
con qué instituciones contamos,son los aspectos que desarrolla el volumen de
Política.
“Sí, primero se
leerán en la nube, y luego que reabran las imprentas, y si hay papel, los
publicaremos, porque es lo que queremos”, adelanta Pino Iturrieta, que redondea
el asunto de la infinitud de la colección: “Sí, seguramente que más adelante podría
hacerse un libro sólo sobre el gomecismo, por ejemplo, que sin duda puede ser
muy interesante, o uno del 23 de enero…”.Pero primero los programados. Vienen
tomos sobre música, letras y demás artes, así como un volumen sobre urbanismo,
tema fundamental que en el siglo pasado alcanzó esplendor y así como el pasado fue
el siglo del auge del paisajismo y la construcción también lo fue de la caída
de la modernidad, ahora reliquia. El XX fue también el siglo de los llamados
distritos petroleros. Y el de los contrastes y cuando se hizo patente el versus
entre lo rural y lo citadino. Todo eso será desbrozado.
Garantiza la calidad de
estos libros que arrancan todos en el borde finisecular, en 1899 —“como
abre boca en cada uno, se incluye un breve repaso de lo que el siglo anterior
nos dejó, o sea, el XIX”—, el hecho de que sean un trabajo macerado en la
Fundación, en manos de un historiador, y que cuente el proyecto con firmas
suculentas en los roles de autores, productores de contenidos y coordinadores,
léase Roberto Briceño León, Guillermo Tell Aveledo, Rogelio Altez, Juan Carlos
Leal Curiel, Andrés Stambulli. Que estén bajo la égida de dos celebérrimos estudiosos
de la Historia y dos conspicuos autores, léase Inés Quintero y Edgardo Mondolfi Goudat,
abona aval. Añádase que se incorporan al proyecto,y en cada obra, venezolanos de
distintas disciplinas que están fuera del país.
Mientras se termina
de cocinar este suculento manjar que sella con calidad los vacíos del puzzle, en
la Fundación —no cesar, no arredrarse—Elías Pino, Diajanida Hernández y
Gabriela Lepage celebran con todos los caraqueños el aniversario de esta
institución de perfil entrañable invitando a participar en la Cátedra de
Imágenes Urbanas con un taller programado para ser dictado a lo largo de cuatro
reuniones sabatinas por zoom, que arranca el 6 de junio. Sergio Ramírez, Ana
Teresa Torres, Jorge Carrión y García Canclini hablarán sobre los delirios civilizatorios
del coronavirus.
Y mientras estos
connotados con sus ideas dan qué pensar, Elías Pino responde a la inevitable pregunta,
que viene a colación, qué escribe. La
Cosiata, Páez, Bolívar y la sociedad venezolana contra Colombia es el
título de su nueva obra, a la que acaba de poner punto y final. “Un libro sobre
un tema difícil, sensible, al que con razones de sobra muchos autores le han
sacado el cuerpo”. Claro, la Cosiata es el nombre de la división nunca tan
clara, aun controversial, siempre cicatriz y latido,que convierte en dos a
Venezuela y Colombia en 1830, tijeretazo avalado por Páez y que reniega a
Bolívar, que muere ese año justo del lado de allá. Es asimismo el nombre
sospechoso del suceso límite, que marca el inicio de la venezolanidad así como
el fin de la Gran Colombia, sin duda un gran sueño, bueno, los dos lo son,
Venezuela lo fue y lo sigue siendo. Tema que ahora mismo provoca que los mandamases
se declaran enemigos acérrimos de Páez, y se erijan partidarios del Libertador
llamándose, a sí mismos, bolivarianos, cabe recordar que,paradojas mediante, desde
que iniciaron también hace 20 sus afanes—en su caso sísmicos—, se demarcaron de
medio país y, raya en tierra, se hicieron eco del grito de guerra: quien no
está conmigo está contra mí, ¡de lo más separatistas!
En fin, los que asumimos
la vocación por la suma y el nosotros, celebramos con la FCU: que viva la Fundación
y que los textos sean un éxito así como el de Elías Pino, que acaba de terminar
este nuevo libro en este compás inquietante del confinamiento, así como cuando durante
el paro de 2002 hice El divino Bolívar”.
Lectura sustanciosa por venir, aconsejable será leer,mirarnos hondo, para bien
o para mal y asumirnos. “Pienso que comprendernos es el primer paso para acaso querernos”.
En eso estamos, la charla cibernética de Alejandro Oliveros sobre artes
plásticas, Vanguardias del siglo XX y su
decadencia en el siglo XXI, auspiciada por la Fundación,
agotó los cupos en cosa de horas. Enhorabuena.
FNL