Derrotó la pobreza extrema en la que había nacido, gracias a una habilidad única en las canchas de fútbol, pero suexcelsa gambeta que tantos defensores desairó en su carrera no le sirvió para esquivar su trágico destino
Garrincha: un milagro de la anatomía
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Por: Hernan Quiroz Plaza

Escudriñando añejos archivos de fútbol encontramos fotos preciosas, con el sabor nostálgico y placentero del blanco y negro. Una de ellas del 21 de junio de 1959: siete jugadores del Santos y Botafogo posan sonrientes en el césped del Riazor, antes de disputar la final del célebre trofeo Teresa Herrera, en La Coruña, que ganaría el Santos al imponerse 4 a 1. Aparecen Garrincha, Nilton Santos, Zagallo y Didí, de Botafogo; Zito, Pelé y Pepe, del Santos. ¡Siete campeones del mundo! ¡Toneladas de fútbol, en un mismo lugar! Una costelación de astros en apenas dos equipos.Hay un dicho en Brasil, palabras mas, palabras menos: Aún hoy, si le preguntas a un brasileño quien es PELE, la persona en respuesta, se quita el sombrero en señal de admiración, respeto y agradecimiento. Si le preguntas por Nilton Santos, Zagallo, Didí, Zito y Pepe, se infla el pecho como muestra de orgullo nacional y por los tiempos de idilios vividos. Pero si le hablas de GARRINCHA, esa misma persona se disculpa, baja los ojos y llora, como un acto de solemnidad a alguien que a través del futbol ayudó a un país entero a sublimarsus tristezas.

El pasado 20 de enero se cumplieron 40 años de la muerte de Garrincha, el mito trágico del fútbol de Brasil. Hace cuatro décadas que Brasil perdió al ángel de los pies torcidos. Manuel Francisco Dos Santos, a quien su hermana apodó de niño Garrincha (nombre de un pájaro que vive en el Mato Grosso). Toda la magia de Mané no alcanzó para conjurar su peor maleficio: el del alcohol y los excesos. Derrotó la pobreza extrema en la que había nacido, gracias a una habilidad única en las canchas de fútbol, pero su excelsa gambeta que tantos defensores desairó en su carrera no le sirvió para esquivar su trágico destino, que lo llevaría a morir solo y arruinado antes de cumplir los 50 años.Había nacido el 28 de octubre de 1933 en Pau Grande, un pequeño pueblo del municipio de Magé, en el estado brasileño de Río de Janeiro. Era el séptimo hijo de un matrimonio muy pobre, que subsistía gracias al trabajo como vigilante nocturno de Amaro, el padre de familia.Garrincha se crio pescando, cazando y jugando al fútbol. La poliomielitis le dejó huellas imborrables en sus piernas. "Tenía los pies girados 80º hacia adentro. Su pierna derecha era 6 centímetros más larga que la izquierda y tenía la columna vertebral torcida", lo describió el diario español Marca en una nota de 2013.Los neurólogos y los ortopedistas le dijeron a doña María Carolina: su hijo nunca podrá andar.Le prohibieron jugar fútbol y dijeron que diera gracias por el milagro siquiera de caminar. No se limitó a las recomendaciones médicas. Se fue contra la lógica de la ciencia y marcó la diferencia a pesar de sus adversidades. Garrincha, un milagro de la anatomía, acabó haciendo infinitamente más que dar unos simples pasos. Gozaba de la aceleración de un Jaguar D-Type 3.4L, la soltura de caderas de Fred Astaire, y el alucinante arte para escaparse de Harry Houdini.

Empezó a jugar en el equipo de su ciudad natal, el Pau Grande, en 1948. Tal era su aspecto, débil y desgarbado, que equipos como Fluminense, América y Vasco de Gama lo rechazaron. Hasta que un amigo lo convenció para que se probara en el Botafogo y allí se presentó, en 1953. En el partido de prueba, lo marcó Nilton Santos, el mejor lateral izquierdo de Brasil en ese momento y miembro de pleno derecho del Botafogo. Garrincha se pegó a la raya derecha y le dio tal baile, que Santos recomendó que lo contrataran en el acto, para no tener que marcarlo más nunca.Viajaba todos los días desde Pau Grande, pequeño pueblo del Interior, a Río de Janeiro: 63 kilómetros. Iba y volvía en tren al entrenamiento de Botafogo.Volvía en el último de la noche, que no hacía parada en Pau Grande. Cuando estaban por llegar, el maquinista, que ya lo conocía y por el cariño que se le profesaba, aflojaba la marcha lo suficiente y Mané saltaba, con bolsito y todo. La despedida era un brazo en alto del genio y el silbato de la locomotora.Con la camiseta blanca y negra del Botafogo vivió su mejor etapa a nivel de clubes. Conquistó tres campeonatos cariocas y permaneció en el equipo de Río de Janeiro durante más de diez años, tras lo cual hilvanó distintas temporadas en Corinthians (Brasil), Junior de Barranquilla (Colombia), Flamengo (Brasil), Red Star París (Francia) y Olaira (Brasil).Pero sus mayores proezas las haría con la casaca de la selección brasileña, para la que fue convocado en 1955. Su gran oportunidad con la "verdeamarela" llegaría en 1958, en el Mundial de Suecia, donde integró una inolvidable delantera junto con Pelé, Didí, Vavá y Zagallo.

Joao de Carvalahaes, el psicólogo del plantel, que había ayudado a la selección brasileña a recuperarse del "maracanazo" de 1950, recomendó su no inclusión en la lista definitiva, porque decía que no estaba apto psicológicamente para jugar en equipo. Por suerte, el técnico Vicente Feola no le hizo caso y lo llevó igual: Garrincha ejecutó sus primeras maravillas con la casaca nacional y Brasil ganó su primer título mundial.Cuatro años después, el campeón llevó casi el mismo equipo al Mundial de Chile 62. Pelé se lesionó en el segundo partido, Garrincha se puso el equipo al hombro. Resultado: la selección brasileña levantó la copa Jules Rimet por segunda vez consecutiva.A partir de sus proezas futbolísticas y del deleite que producía en los hinchas, no fueron pocos los que llegaron a decir que Mané era más amado que Pelé. Tal como recuerda el rotativo español, Marca, el propio "Rey" había dicho de él: "Era capaz de hacer cosas con el balón que ningún otro jugador podía hacer. Sin Garrincha, yo nunca me habría convertido en tricampeón del mundo".Es famosa su afirmación de que jugaba al fútbol por diversión, por encima de los resultados; y Garrincha era, en efecto, el juguetón exhibicionista por excelencia.Fue el mejor jugador de aquella Copa del Mundo 1962 y máximo goleador, con 4 tantos, empatado con su compañero Vavá y con Florian Albert (Hungría), Leonel Sánchez (Chile), Valentín Ivanov (Unión Soviética) y DrazanJerkovic (Yugoslavia).En el penúltimo amistoso de Brasil antes de la Copa Mundial de la FIFA 1958, en Florencia contra el subcampeón de la Serie A, la Fiorentina, Garrincha se deshizo de tres contrarios y regateó al portero. Pero en vez de empujar el balón al interior de la portería vacía, reculó y dribló a otro oponente antes de marcar.Garrincha fue el primer jugador ovacionado con el ya clásico taurino “olé”. En 1957, en México, el Botafogo jugó un amistoso contra RiverPlate en el que el brasileño hizo sufrir al zaguero Vairo. El técnico de aquella época, Juan Saldanha, relató en su libro “Historias del Fútbol”: “cada vez que Mané se paraba frente a Vairo, los espectadores se mantenían en el más profundo silencio. Cuando Mané hacía su famoso regate y dejaba al defensor en el suelo, un coro de cien mil personas exclamaba: ¡Olé!”.

A lo largo de toda su carrera, Pelé y Garrincha siempre fueron comparados. “Pelé era el hombre-gol; yo siempre fui el hombre que preparaba las jugadas. Él es el rey del fútbol, me quedo feliz en el segundo plano”, manifestó Garrincha. Mientras, Pelé, fallecido el pasado 29 de diciembre, dijo sobre Garrincha en 2018: “Nunca jugué con nadie ni contra nadie mejor que Garrincha. En el campo éramos compañeros. Fuera del campo éramos hermanos”. Con la ‘canarinha’ marcaron entre ambos 55 tantos, 44 Pelé y 11 Garincha.Garrincha era un mago como jugador, pero fuera de los terrenos de juego tuvo una vida convulsa, desde temprana edad. Se casó en tres ocasionesy una de sus esposas fue la cantante Elza Soares. En abril de 1969, Garrincha conducía en estado de ebriedad junto a Elza, una de sus hijas y la madre de la cantante. Hubo un accidente y su suegra murió en el acto. Fue condenado a dos años de prisión en suspenso.Ya después de Chile 1962 Garrincha empezó a tener problemas en las piernas, pero los dirigentes del Botafogo le obligaban a no parar y jugar infiltrado. Una pierna se le empezó a atrofiar. Llegaron los problemas económicos. La cuesta abajo. La bancarrota. La retirada definitiva, en 1972.

Como nadie ha dicho mejor que Eduardo Galeano en su “Fútbol a sol y sombra y otros escritos”, Garrincha ejercía sus picardías de malandra (expresión coloquial del habla del río de La Plata: persona que delinque o vive de manera deshonesta. “más callado que el cine mudo, con cara de malandra.” (Mario Benedetti. De su cuento Corazonada), a la orilla de la cancha, sobre el borde derecho, lejos del centro; criado en los suburbios, en los suburbios jugaba.Y es que cuando el fútbol era un arte y no una profesión normalizada, existía la posibilidad del fuera de serie, de un verso libre que aun no rimando con el mundo no fuera del mundo excluido, de una estrella que brillara y que no sólo rompiera el molde, sino que ni siquiera conociera el concepto de molde.Prosigue Galeano: “cuando Garrincha empezó a jugar al futbol, los médicos le hicieron la cruz, diagnosticaron que nunca llegará a ser un deportista este anormal, este pobre resto del hambre y de la poliomielitis, burro y cojo”.Si a eso unimos que era pelín despreocupado, el día que probó por Flamengo se retiró a mitad del entrenamiento porque perdía el tren y cuando fue a echar suerte en el Vasco de Gama se le olvidaron los botines. Pero el caso es que el día que intentó por Botafogo, ya con diecinueve años, se regateó hasta al utillero.El día de la final del mundial del 62, que le consagraría como el mejor jugador del Mundial, Garrincha despertó resfriado y con una fiebre de 39 grados, lo que obligó al doctor a suministrarle un arsenal de analgésicos para levantarle de la cama. Minutos antes de entrar en la cancha, aún con “quebranto”, el mismo tipo que había marcado cuatro goles en ese Mundial, preguntó al seleccionador Aymoré Moreira: Maestro, ¿hoy es la final?, a lo que técnico y jugadores le respondieron en coro que sí. Cándidamente el genio simplemente replicó: Ah, con razón hay tanta gente.

Sigue Galeano: “Nunca hubo un puntero derecho como él. En el Mundial del 58 fue el mejor de su puesto. En el Mundial del 62, el mejor jugador del campeonato.Garrincha llamaba a todos los defensas Joao porque no tenía ni idea de contra quién jugaba ni cómo se llamaban sus rivales”. Lo que más le marcó del mundial del 58 fue descubrir la existencia del transistor, aunque el que adquirió lo revendió por un dólar a su divertido masajista porque en Brasil no le iba a servir de mucho ya que, aun siendo un invento formidable, todas las emisoras se escuchaban en sueco. Cuando se convirtió en el mejor jugador del mundial del 62 le preguntaron cuál fue el equipo que más le había costado ganar y contestó, mirando a sus compañeros como buscando ayuda, que ese que llevaba en la camisa una cruz de San Cristóbal, de lo que el fascinado periodista acabó deduciendo que se refería a Inglaterra.Apodado en Brasil “la alegría del pueblo”, dice Galeano que cuando él estaba allí, “el campo de juego era un picadero de circo, la pelota un bicho amaestrado, el partido, una invitación a la fiesta. Garrincha no se dejaba sacar la pelota, niño defendiendo su mascota, y la pelota y él cometían diabluras que mataban de risa a la gente; él saltaba sobre ella, ella brincaba sobre él, ella se escondía, él se escapaba, ella lo corría”.En aquella famosa imagen del partido contra Checoslovaquia en la que su marcador checo se pone frente a él con los brazos en jarra desesperado ante tanto regate, una vez acabado el partido su entrenador le comentaba que si no recordaba que le había avisado de todas las cosas que hacía… a lo que el disciplinado y sarcástico defensa replicó que sí, que lo recordaba perfectamente, pero que había olvidado indicarle cuándo las hacía.

Vinicius de Moraes, el poeta y diplomático brasileño amigo de Neruda, autor de Orfeo Negro, uno de los padres de la Bossa Nova y compositor de la Garota de Ipanema, le escribió este soneto:

El ángel de las piernas chuecas (2)
A un pase de Didí, Garrincha avanza:
El cuero junto al pie y el ojo atento.
Dribla a uno y a dos, luego descansa
Como quien mide el riesgo del momento.
Tiene un presentimiento, así se lanza
Más rápido que el propio pensamiento,
Dribla uno más, dos más, la bola alcanza
Feliz entre sus pies, los pies del viento.
La lleva, así la multitud contrita
En un acto de muerte se alza y grita
En unísono canto de esperanza.
Garrincha, el ángel, oye y dice: ¡goooool!
En la imagen la G chuta en la O
Dentro del arco entonces la L danza.

Fumador empedernido desde los diez años y dipsómano hasta su último aliento. Sostenía que él no vivía la vida, sino que la vida le vivía a él. Galeano concluye su radiografía diciendo de Mané, como le llamaban sus amigos:“que no era un ganador sino más bien un perdedor con buena suerte y que la buena suerte no dura, ya que mientras Garrincha regatea la leyenda Mané murió de su propia muerte: pobre, borracho y solo”.En el medio de su éxito deportivo, al tiempo que deslumbraba en las canchas, desparramaba defensores y ganaba dinero, se rodeaba de mujeres, fumaba en exceso y empezaba a abusar del alcohol.Garrincha era imparable para los defensores: todos sabían qué era lo que iba a hacer con la pelota, pero no lograban adivinar el momento exacto en que lo haría. El desgarbado Mané se convirtió en el mejor puntero derecho de la historia y en uno de los mejores diez futbolistas de todos los tiempos. Era millonario, ganador y amado por todo Brasil. Estaba disfrutando su hora de gloria. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.En 1964, después de un partido, empezó a sentir dolores en sus rodillas y, tras varias idas y vueltas, debió ser operado de meniscos. Luego de pasar 20 días internado, salió como nuevo, pero, aunque él no tenía forma de adivinarlo, ese fue el principio del fin. Jamás volvió a ser el mismo y se fue diluyendo tristemente partido a partido. Luego de su retiro, se recostó cada vez más en el alcohol y los excesos de todo tipo. "La diferencia con Pelé es que yo solo supe driblear los problemas con los pies", se le oyó decir alguna vez.

En la madrugada del 20 de enero de 1983, diez meses antes de cumplir 50 años y luego de haber bebido 20 días seguidos, el genial Garrincha murió solo, pobre y abandonado en un hospital de Río de Janeiro.El crudo informe del médico que le hizo la autopsia indicó que Manuel Francisco Dos Santos "murió de congestión pulmonar, pancreatitis y pericarditis, todo dentro del cuadro clínico de alcoholismo crónico". Un epitafio casi borrado en su descuidada tumba engrandece su leyenda: "Aquí descansa en paz el hombre que fue la alegría del pueblo: Mané Garrincha". El estadio de Brasilia, capital de Brasil, fue bautizado Mané Garrincha en su honor.



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