Alfred Joseph Hitchcock nació en Leytonstone, Essex, Inglaterra. Sus padres eran de ascendencia inglesa e irlandesa, y tuvo una estricta crianza familiar y educación católica en el Saint Ignatius College
Alfred J. Hitchcock (1899-1980)
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Por Francisco A. Casanova S.

Hitchcock describió su infancia como solitaria. Contó que una vez su padre lo envió a la estación de la policía local de Londres con una nota en la que le pedía al oficial que lo encerrara durante 10 minutos como castigo por portarse mal. Esta reminiscencia de ser tratado con dureza o acusado injustamente, se reflejaría más tarde en sus películas como director. Su interés por el cine comenzó hacia 1915, y entró en la industria cinematográfica en 1919 como diseñador de títulos de crédito. Allí conoció a Alma Reville, y empezaron a trabajar juntos cuando Hugh Croise, director de Always Tell Your Wife (1923) cayó enfermo y Hitchcock fue nombrado director para completar la película. Se casaron en 1927 y tuvieron una hija. Esta relación fue de tal naturaleza que El 7 de marzo de 1979, Hitchcock recibió del American Film Institute el Life Achievement Award, donde dijo: "Pido permiso para mencionar por su nombre sólo a cuatro personas que me han dado el mayor afecto, aprecio y aliento, y una colaboración constante. La primera de las cuatro es una editora de cine, la segunda es una guionista, la tercera es la madre de mi hija Pat, y la cuarta es una cocinera tan excelente que ha hecho milagros en una cocina domestica y sus nombres son Alma Reville".

Hitchcock tuvo su primera oportunidad real de dirigir una película, de principio a fin, cuando fue contratado para dirigir la película Número 13 (1922), aunque la producción no se completó debido al cierre del estudio. Dirigió El jardín de la alegría (1925), una producción británico-alemana que gozó de gran popularidad.

Hitchcock ingresó en la industria cinematográfica con un puesto a tiempo completo en Famous Players-Lasky Company diseñando títulos de créditos para películas mudas. A los pocos años, estaba trabajando como asistente de dirección. A mediados de la década de 1920 viajó a Alemania, donde aprendió muchas de las técnicas emergentes utilizadas por el cine expresionista alemán. El éxito le siguió cuando rodó varias películas en Gran Bretaña, como The Lady Vanishes (1938) y Jamaica Inn (1939), algunas de las cuales también le granjearon fama en Estados Unidos.

A mediados de la década de 1930, Hitchcock estaba consagrándose como uno de los principales directores del Reino Unido. Varias películas que realizó resultaron ser un gran éxito, como las 2 mencionadas arriba, The 39 Steps (1935) y Sabotaje (1936). Hitchcock demostró ser un maestro creando tensión y tramas vibrantes; no arrinconaba a su audiencia de manera forzosa, sino que creaba escenas de tensión dramática que se plasmaban de manera fluida en la pantalla. En 1940, la familia Hitchcock se trasladó a Hollywood, donde el productor David O. Selznick (Selznick International Pictures) le había contratado para dirigir una adaptación de Rebeca (1940), de Daphne du Maurier, película que ganaría el Oscar a Mejor Película ese año. A medida que crecía su fama como director, las compañías cinematográficas empezaron a referirse a sus películas como "de Alfred Hitchcock". La carrera de Hitchcock tuvo 3 grandes etapas. La primera etapa inglesa en la que tránsito del cine mudo al cine sonoro con notable soltura. La segunda etapa fue su período en Estados Unidos, en donde estuvo bajo la directa supervisión de David O. Selznick (1902-1965), quien le permitía expresarse a sus anchas pero que se inmiscuía durante la edición y el montaje y su tercera etapa, sin duda la más brillante de todas, la de su independencia creativa y de realización en Estados Unidos, gracias al poder que había adquirido con el paso de los años y a su éxito en televisión, fue capaz de realizar las historias que quería sin la intervención de absolutamente nadie que no fuera él.



Alfred Hitchcock fue esencialmente un narrador visual. Al haber empezado su carrera como director en el período del cine mudo, Hitchcock fueun creador puramente cinematográfico. Las limitaciones del cine silente, la forma muda, llevaron a los cineastas a desarrollar un lenguaje visual que les permitiera decir con imágenes, lo que no podían decir mediante el diálogo o el sonido. Con la llegada del sonido en 1927, el maestro del suspense siguió creyendo en el cine como medio visual. Para él, el diálogo y el sonido deben ser secundarios a la imagen al contar la historia que pretendes mostrar. Esto no quiere decir que no le interesaran los diálogos: trabajó con muchos buenos guionistas y muchas de sus películas tienen secuencias de diálogos excelentes. Pero es cierto que cuando pensamos en Hitchcock recordamos imágenes puramente visuales e impactantes, más que grandes líneas de dialogo. “Las películas mudas son la forma más pura del cine”, llegó a decir Alfred Hitchcock en una entrevista que concedió a François Truffaut. Con aquella frase, el llamado maestro del suspenso resumía una estética cinematográfica que sobresale entre otras cosas por dar prioridad a la narrativa visual, contar historias sin abusar de los diálogos y generar tensión que se incrementa de forma paulatina. Entre las grandes aportaciones de Hitchcock a la industria del cine tenemos el de no abusar del diálogo. De ahí que en Psicosis, el peso de recursos como acercamientos a los ojos, la música o la fotografía fueran parte crucial de la narrativa y llevaran al espectador a una atmósfera de tensión sin necesidad de grandes diálogos. Los diálogos quedan, pues, como mero ruido de fondo y en cualquier caso como último recurso para explicar aquellos elementos argumentales demasiado complejos como para poder ser expresados mediante la simple imagen, pero que aun así resultan necesarios en la trama.
 
La Vanguardia técnica le permitió a Hitchcock crear su propio lenguaje fílmico: grabar en una sola toma, rodar con una cámara oculta hasta combinar diversas técnicas, la técnica de cámara que usó en Vertigo en la escena de las escaleras y que se caracteriza por hacer un acercamiento a la par de un Dolly Zoom logrando un desdoble de la visión (travelling compensado). Para Hitchcock una buena obra es aquella que conjuga forma y fondo a la perfección para estructurar la narrativa, es decir no me interesa el tema narrado, sino la forma de tratarlo. Por años narró la misma historia, la del hombre que es acusado de un crimen que no cometió. Para comprender dicha inquietud habría que añadir una palabra, trauma, que le vino del acontecimiento que ocurrió durante la infancia del cineasta y narrado anteriormente. Varias de sus historias se inician con un inocente contra el cual se conjugan las apariencias y cuyo comportamiento sugiere culpabilidad, y ocurre un fenómeno interesante: la transferencia de la culpabilidad que va del verdadero ejecutor del delito hacia el inocente. A Hitchcock le interesaba más la forma que el fondo, por lo cual no era un aficionado de escribir sus guiones, si bien participó en algunos de ellos prefería limitarse a la coyuntura y concentrarseen la rigurosidad de la planeación. Otra de sus características, la importancia de la arquitectura y su abundancia como constructora, no solo de decorados, sino también de sentido en la arquitectura. Hitchcock encuentra una manera de representar el pasado hacia el cual se vuelven las miradas de los personajes, delimita el tiempo y el espacio, y hace un cruce entre ellos. Hitchcock se alió con el extraordinario diseñador gráfico Saul Bass e incorporaron los títulos de créditos iniciales a las películas para introducir al público desde el primer minuto a la ficción, que verá de manera inconsciente. Lograron mediante los créditos, introducir al espectador a su mundo. A Hitchcock no le gustaba filmar argumentos complejos, amaba el de suspenso y pensaba que dicho suspense debe construirse a base de recursos narrativos puramente audiovisuales, no de una mera acumulación de interrogantes argumentales. Una historia simple permite utilizar muchos recursos visuales que explican y subrayan elementos simples y que el espectador podrá entender de manera intuitiva. En cambio, una historia compleja escaparía a la comprensión intuitiva y haría que esos recursos visuales resultaran inútiles, bombardeando al espectador con demasiada información simultánea que tendría que ser resumida artificiosamente en los diálogos. Hitchcock definió una buena película como aquella que puedes ver en la televisión de tu casa con el sonido apagado, pero cuyo argumento puedes entender a grandes rasgos sin necesidad de escuchar a los actores. Según Hitchcock, los personajes han de expresar su emoción mediante la interpretación facial y gestual de los actores: lo que digan, las palabras que pronuncien son lo de menos. Hitchcock fue uno de los pioneros en utilizar sonidos y música no como mero fondo ambiental sino como recurso para introducir un elemento emocional o incluso informativo en una escena, o para introducir a personajes a los que no vemos en pantalla. Un ejemplo célebre y mil veces imitado sucede en Los Pájaros (1963) cuando los protagonistas están encerrados en una casa y sabemos que están rodeados por las aves, pero lo sabemos únicamente porque escuchamos a esas aves haciendo ruido en el exterior. Hitchcock siempre decía que muchas películas de suspense de otros directores le aburrían porque estaban aferradas a determinados clichés establecidos. Por ejemplo: el malvado tenía siempre un aspecto siniestro, los peligros acechaban siempre en callejones y lugares oscuros, etc. Según él, estos clichés estaban tan asimilados por el espectador que ya sabía de antemano cuándo un escenario oscuro encerraba una amenaza, constituyendo la única sorpresa el momento preciso de la aparición de esa amenaza. Es decir, Hitchcock se quejaba de que muchas películas de suspense no eran realmente de suspense, sino que simplemente se limitaban a “dar sustos” pero no creaban una auténtica sensación de incertidumbre sostenida. Para evitar esto, Hitchcock solía situar el peligro en lugares abiertos y bien iluminados, incluso en lugares concurridos y con la presencia de gente que podría ayudar pero que, por un motivo u otro, nunca lo hace. Los malvados de sus películas podían ser los individuos más insospechados, muy a menudo personas de aspecto común e incluso distinguido. Hitchcock usaba la cámara para situar al espectador en la primera persona de la acción y fue uno de los principales desarrolladores de las técnicas de cámara subjetiva. Muchas otras veces, en cambio, la cámara se convierte en los ojos del personaje principal y el espectador ve directamente lo que el protagonista está contemplando, normalmente mediante un plano-contraplano que interactúa entre el objeto observado y la reacción del protagonista. En materia de encuadres, Hitchcock, por lo general, no componía las secuencias anteponiendo una intención estética. Su intención solía ser primero y ante todo narrativa. Pensaba en afectar al público pulsando sus emociones primarias: miedo, curiosidad, etc., y no recurriendo a la emoción estética. Y para pulsar esas emociones básicas creía ciegamente en que se necesitaba utilizar un tipo de plano para cada situación emocional concreta. Así, los momentos de clímax emocional están caracterizados por encuadres inusuales: verticales, oblicuos, deformados, etc., planeados para causar la desazón visual del espectador, o bien por planos muy cercanos para involucrar al espectador en la acción. En cambio, los momentos tranquilos se caracterizan por planos mucho más horizontales y bien encuadrados, donde la cámara toma más distancia de la acción y donde la imagen es mucho más convencional, permitiendo que el espectador se relaje en su butaca al no percibir nada anormal.

Hitchcock fue uno de los pioneros en utilizar el color como un lenguaje en sí mismo. Usaba los colores para establecer el tono emocional de una secuencia, principalmente. Pero también para otros fines diversos, particularmente el centrar la atención sobre determinados objetos o personajes. El montaje para él, es la principal arma del director. Recordamos escenas célebres de sus películas, como aquella de la ducha en Psicosis, que se basan en el llamado “montaje acelerado”. Esto es, una multitud de planos muy breves tomados desde diversos ángulos, que se suceden rápidamente en la pantalla para componer la acción. Para Hitchcock el suspense no consistía en mantener al público en la ignorancia y rodeado de misterios, o dejando que las amenazas los sorprendiesen, sino todo lo contrario. La gente que miraba la pantalla debía tener mucha información, debía conocer aquello que podía sucederles a los protagonistas del film y debía saber dónde, cuándo y cómo acechaba el peligro. Hitchcock no primaba a los actores por encima de los objetos. Objetos inanimados e intérpretes humanos eran ambos materiales de idéntico valor narrativo para la cámara.
 
Hitchcock dirigió 53 películas desde 1922 hasta 1976 es decir 6 décadas como cineasta. De todas ellas, los críticos e historiadores consideran que las películas que destacan de su cinematografía son: The Lodger: A Story of the London Fog (1927), Blackmail (1929), The 39 Steps (1935), The Lady Vanishes (1938), Rebecca (1940), Foreign Correspondent (1940), Shadow of a Doubt (1943), Notorious (1946), Strangerson a Train (1951), Rear Window (1954), Vertigo (1958), North by Northwest (1959), Psycho (1960) y The Birds (1963), muchas de los cuales se consideran hoy parte indispensable de la historia del cine, siendo la década de los 50, su época dorada.

En agosto de 1962 se llevó a cabo un mítico encuentro entre Alfred Hitchcock y Francois Truffaut que acabaría dando vida al libro: “El cine según Hitchcock (1966)”, obra indispensable para todo amante del séptimo arte. Por aquel entonces, Truffaut contaba solo con treinta años y tres filmes a sus espaldas. Su carrera había despegado con fuerza, mientras que el británico había soplado ya 63 velas, tenía una trayectoria consolidada con gran éxito comercial y trabajaba en el corazón del sistema hollywoodiense. Para la crítica de principios de los 60’s, sin embargo, Hitchcock no era ese director al que había que admirar. Truffaut y Claude Chabrol, fundamentales protagonistas de la Nouvelle Vogue, entrevistaron a Hitchcock durante el rodaje de Atrapa a un ladrón (1955) en la Costa Azul. Su inteligencia asombró a Truffaut y desde entonces no había cejado en el empeño de rescatar su nombre y devolverle el esplendor que merecía, situándolo a la altura de otros grandes como Roberto Rossellini o Ingmar Bergman. Lo hizo a través de las páginas de la revista Cahiers du Cinéma, donde publicó numerosas críticas y dejó patente que Hitchcock era “el mejor director del mundo”. “El cine según Hitchcock (1966)” es el resultado de una extensa entrevista que Truffaut, director de Los 400 golpes (1959) realizó al autor de Vertigo (1958), durante ocho días en una sala de los estudios Universal de Los Ángeles. Allí, los dos directores, reunidos con la única presencia de la intérprete Helen Scott, el fotógrafo Philippe Halsman y unos puros sobre la mesa, dialogarían sobre la magia del cine durante 50 horas. A través de las 500 preguntas lanzadas por el francés, el británico iba desgranando con todo lujo de detalles cómo había creado cada una de sus películas. La entrevista no fue filmada, únicamente registrada en audio y se escuchan las voces de los protagonistas de fondo, sobre todo la de un Hitchcock que, en tono pausado, deja en evidencia su satisfacción por tener la libertad de hablar abiertamente de las cuestiones más profundas de su filmografía, de lo que era una puesta en escena o la dirección de actores. Las grabaciones descubren también a un hombre más divertido y coloquial de lo que se adivina en el texto. Respecto al libro, Martin Scorsese reconoce que fue la llave maestra que le introdujo por primera vez en los secretos del cine. “En un momento en que un consenso general definía lo que era y lo que no era cine serio, ese libro resultó revolucionario. Nos radicalizó como cineastas”, sostiene el autor de Taxi Driver (1976). Peter Bogdanovich asegura que la publicación del libro “alteró la valoración que se tenía de Hitchcock, que empezó a ser tomado mucho más en serio y no solo como un entretenimiento ligero”.
 
Hitchcock fue un voyerista. Sus películas con frecuencia se refieren al acto de mirar, a menudo de una manera obsesiva o malsana; el ejemplo más claro lo tenemos en La ventana indiscreta (1954) donde el personaje de James Stewart espía de una manera un tanto obsesiva, la vida cotidiana de sus vecinos.


 
Hitchcock hizo del “suspenso” un arte en sí mismo, al mantener continuamente a su público al borde de sus asientos, esperando pacientemente el momento óptimo para abrir la cortina y revelar qué cosa terrible estaba esperando al otro lado. Una buena forma de crear esa anticipación es dejar que tu audiencia se entere de algo que tu protagonista no sabe y eso es una apreciación, que Hitchcock sabía cómo ningún otro cineasta. Fue candidato al Oscar al mejor director cinco veces, por sus películas Rebeca (1940), Náufragos (1944), Spellbound (1945), La ventana indiscreta (1954) y Psicosis (1960). Al final solo logró llevarse un Oscar honorífico, el Irving G. Thalberg en 1968. Fue uno de los grandes olvidos de la Academia. El legado de Hitchcock viene dictado principalmente por sus pioneras innovacionesen el lenguaje cinematográfico, como el "zoom dolly" en Vértigo, donde la cámara se acerca y se aleja simultáneamente. Fue tan brillante que las nuevas generaciones de directores aún no han dejado de rendirle homenaje. Igualmente, sus experimentos con el montaje han alcanzado la inmortalidad en la historia del cine. Desde la bella ilusión de La soga, que parecía rodada en una sola toma, hasta la famosa escena de la ducha de Psicosis, con más de 90 interrupciones en sólo 45 segundos, utilizó todo el potencial visual del medio cinematográfico para jugar con sus espectadores. Siempre sostuvo que hacía películas sobre las cosas que más le aterrorizaban, y precisamente por eso el público respondía tan bien a sus construidas pesadillas. Sus experiencias infantiles con la policía le hicieron explorar el crimen y la mente criminal a través del lente cinematográfico. Las investigaciones de Hitchcock sobre fenómenos como la psicopatía y las tendencias sexuales reprimidas, sobre todo en Psicosis, han dado forma al género de manera innegable. Sus películas, como La Ventana Indiscreta, han explorado el proceso del voyerismo mejor que muchos documentos académicos, permitiendo al público realizar un examen metafísico de sí mismo. Es un hecho indiscutible su reconocimiento como uno de los más grandes directores de todos los tiempos. Apodado con razón el "Maestro del Suspense", el legado cinematográfico de Alfred Hitchcock no tiene parangón. Como muchos grandes artistas, Alfred Hitchcock fue evolucionando como cineasta a lo largo de su vida. Empezando por las películas mudas que hizo durante sus primeros años, Hitchcock descubrió cómo respondía la gente a las narraciones visuales. Mientras empleaba técnicas complicadas, como la teoría soviética del montaje, y estilos estéticos influidos por movimientos como el expresionismo alemán, Hitchcock era consciente de los patrones de comportamiento voyerista de su público. Esta comprensión innata ayudó a Hitchcock a manipular simultáneamente el medio cinematográfico y a los espectadores. En una ocasión explicó: "Tenemos una pantalla rectangular en una sala de cine, y esta pantalla rectangular tiene que llenarse con una sucesión de imágenes. De ahí surgen las ideas. Surge una imagen tras otra. El público no es consciente de lo que llamamos montaje, es decir, el corte de una imagen con otra. Pasan tan rápido que se quedan absortos por el contenido que miran en la pantalla".

El 29 de abril de 1980, a las 9:17 de la mañana, murió plácidamente mientras dormía, debido a una insuficiencia renal, acompañado de su hija Pat y su inolvidable esposa y compañera de rodaje: Alma Reville.





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