El 23 de enero de 2019 en la plaza Juan Pablo ll ubicada en la Avenida Francisco de Miranda, en el municipio, Chacao; el diputado de Voluntad Popular Juan Guaidó, designado días antes como presidente de la Asamblea Nacional; se autoproclamó Presidente Encargado de la República al desconocer la legitimidad de Nicolás Maduro como mandatario reelecto el 20 de mayo de 2018, bajo la protesta y cuestionamiento de los partidos opositores.

La sorpresa del ciudadano común fue mayor cuando en paralelo desde la Casa Blanca el presidente Donald Trump anunciaba el reconocimiento de Guaidó lo cual de inmediato hizo que desde Miraflores Maduro anunciara el rompimiento de las relaciones diplomáticas y económicas entre dos países con históricos vínculos comerciales, culturales y de convivencia democrática.

 
Se abrirían de este modo cuatro años de una conflictividad inédita y costosa generada por el apoyo de la primera potencia mundial y las naciones aliadas a un gobierno paralelo sin poder territorial ni formal y un gobernante autoproclamado que se desplazaba tranquilo por las calles del país.

En el exterior en cambio, dado el reconocimiento y apoyo de Washington pudo nombrar embajadores y hacer uso de los principales activos energéticos de la nación, confiscar depósitos en la banca internacional y disponer de otros bienes, y justamente con un gabinete instalado en Bogotá; estimuló acciones subversivas en procura del derrocamiento de Maduro.

El 29 de diciembre pasado los partidos del “G-3” (PJ, AD y UNT), soporte del gobierno interino y con el apoyo de Joe Biden anunciaron el cese del mandato de Juan Guaidó. ¿Hasta dónde es factible retomar el camino del debate democrático y civilizado?

 
Para conocer los alcances del anuncio, ENELTAPETE consultó la opinión de tres reconocidos especialistas.