Recuerdo como si fuera ayer, el 1 de enero de 2019. Mientras todos dormían en casa yo navegaba por internet y entre tanto me topé con una imagen que reflejaba lo dramático de la caída del expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva.
Lula y Venezuela
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Por Luis Eduardo Martínez

Sentado frente a un televisor en el comedor de una cárcel brasileira, rodeado de presos como él, Lula miraba la juramentación del nuevo presidente Jair Bolsonaro. Pensé sobre lo efímero de la gloria y de cómo había terminado su carrera, entre rejas, un icono de la izquierda latinoamericana. Cuan equivocado estaba y seguramente como yo muchos: hoy el líder del PT está de vuelta y con más de sesenta millones de votos a su favor comienza a prepararse para asumir por tercera vez la jefatura del país más grande y poblado del subcontinente.

Conviene a Venezuela y mucho que Lula sea presidente. Fiel a sus posiciones extremistas, Bolsonaro fue parte de la jauría que cercó a nuestro país provocando un daño terrible que nos hundió en la dramática crisis que padecemos. Con Bolsonaro se va el último de los mandatarios del bien llamado “Cartel de Lima” que arruinó a nuestro pueblo y en contra de lo que proclamaban atornilló al actual gobierno.

Se trata ahora de no desperdiciar el tiempo ni las oportunidades para rehacer, mejor relanzar, las relaciones entre dos vecinos que nunca debieron ponerse de espaldas. Y no se trata solamente de restablecer relaciones diplomáticas y consulares que a ver vamos es de los más sencillo y obvio sino de aprovechar el inmenso potencial existente a ambas fronteras e impedir que burocracias, muchas veces corruptas, impidan acelerar el paso a la integración que es el camino correcto. Apostamos al éxito de la entente Brasil-Venezuela, pero es necesario coadyuvar para que no se repitan tempranamente los escollos que comienzan a presentarse en el restablecimiento pleno de las relaciones colombo-venezolanas y de los cuales ha advertido el presidente Petro.

De lo urgente, una estrecha alianza PDVSA y PETROBAS luce como lo primero, facilitando la recuperación de la industria nacional rompiendo el bloqueo, convirtiéndose la primera en un proveedor confiable de petróleo y gas a un mercado insatisfecho y que crece sostenidamente, aprovechando la tecnología de la segunda, abriéndole oportunidades a la inversión brasileira en campos que otros extranjeros no han llegado a concretar o incluso amagan con retirarse así como entusiasmar a nuestro empresariado y maximizar garantías para que actúen prontamente dinamizando el intercambio comercial binacional con sectores como el de alimentos, automovilístico, maquinarias, vestido y calzado de puntas de lanza, también el de construcción.

Poco conocido entre nosotros, Inácio Abreu e Lima, fue un militar brasileiro que, fracasada la revolución pernambucana, se vino a Venezuela para incorporarse al ejército libertador en el cual alcanzó el generalato, por su arrojo y valentía, acompañando a Bolívar hasta su muerte. Su tocayo, Luiz Inácio puede hacer mucho para saldar democráticamente el grave conflicto político venezolano como ya lo hizo en el 2004 cuando Brasil coordinó el Grupo de Amigos con Estados Unidos, Chile y España, que desempeñó un rol importante en la implementación del referendo revocatorio del 15 de agosto de ese año y en el reconocimiento internacional del mismo.

Aprovecho para recordar una frase cuyo autor desconozco: “en política no hay muertos” y bien que lo demuestra el presidente Lula da Silva.



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