La dupla Nixon – Kissinger percibió al gobierno comunista chino no hostil a los EEUU y Occidente – a pesar de la guerra de Corea-. Posición contraria a lo que parece en el siglo XXI.
50 Años de la Visita de Nixon a Pekin
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Por Luis Ernesto Fidhel Gonzales

Para el presidente Richard Nixon la relación con la República Popular China era un “elemento clave” en la estrategia frente a la Unión Soviética. La relación China-Estados Unidos, en principio, fue objetada y opuesta, pues China y la Unión Soviética eran naciones comunistas, debiéndose tratar como “adversarios potenciales”.

Acotaba que algunos olvidaban “reconocer una profunda diferencia”: La Unión Soviética amenazaba a los Estados Unidos; la República Popular China no; de no haberse reconocido este postulado, se hubiese obligado a China a retroceder hasta “la órbita soviética” lo cual, la amenaza para Occidente de una agresión comunista soviética “hubiese sido inmensamente mayor”. De esta forma estableció los parámetros de la política exterior norteamericana en relación con China continuada en lo que restó del siglo XX.

Consideraba que la Unión Soviética demostró “ser un aliado poco digno de confianza” para China. El gobierno chino, al poco tiempo, no estuvo dispuesto a conceder a Moscú la “dirección suprema” del mundo comunista. Para 1961, la disensión chino-soviética había llegado a ser total. Entre los factores que contribuyeron a esta situación estuvo el no conseguir que los soviéticos le diesen más ayuda para la conformación de su potencial nuclear. Los científicos y técnicos soviéticos que trabajaban en China fueron repatriados por la URSS; debido a ello, muchos proyectos de desarrollo se suspendieron.

El gobierno chino calificaba la política exterior soviética de “social-imperialista” atribuyéndole los mismos designios conquistadores del imperio zarista. El temor que la URSS invada China como lo hizo en Checoslovaquia, Hungría, lo hacían desconfiar de la “solidaridad internacional” soviética.

Henry Kissinger aseveraba que, a finales de 1969, la relación con el mundo comunista se estuvo convirtiendo lentamente en “triangular”. No se consideró “la apertura” a la China comunista como algo inherentemente antisoviético. No hubo ninguna razón para limitar los contactos con los más importantes países comunistas solo a la Unión Soviética. El acercamiento a China era para dar una “posición de equilibrio” para usar con fines constructivos y a cada potencia comunista una mejor relación con EEUU.

 “El equilibrio” aseguraría la estabilidad entre potencias mayores y hasta una eventual cooperación en los decenios siguientes.

Reiteraba esbozando la “actitud general” ante ambas potencias comunistas, que siempre se había dicho con claridad que EEUU no tenía “enemigos permanentes”, y se juzgaría a otros países, incluyendo los comunistas y específicamente países como China, sobre la base de sus acciones y no sobre la base de sus ideologías domésticas.

El juego se llamó “equilibrio”. No se trataba de unirse a China en un “enfrentamiento provocativo” con la Unión Soviética, pero sí, pero se estuvo de acuerdo en la necesidad de doblegar las ambiciones geopolíticas de Moscú. Tanto China como los EEUU quisieron ampliar sus posibilidades diplomáticas; Pekín para escapar del autoimpuesto aislamiento de la Revolución Cultural. Washington para fortalecer la seguridad en un sistema internacional menos dependiente su estabilidad en la permanente intervención norteamericana.

Kissinger previamente convino con el premier Chou En Lai antes del viaje a la República Popular China de Nixon; el ingreso a la Organización de Naciones Unidas, que desde su fundación representado por el régimen del Generalísimo Chiang Kai Shek radicado en la isla de Formosa. Los Estados Unidos concurrió con la tesis de las dos Chinas: Es decir el ingreso de Pekín, sin que esto significase la expulsión de Taiwán; anunciando que apoyaba el ingreso de China Popular al Consejo de Seguridad. El ingreso a la ONU había sido torpedeado por Occidente por el contrario el Bloque Soviético y gran parte de los países del Tercer Mundo de África y Asia.

En 1971, la República Popular China seria miembro pleno de las Naciones Unidas a través de la Resolución 2758 de la Asamblea General como "el único representante legítimo de China ante las Naciones Unidas".

La pugna chino-soviética favoreció el acercamiento entre China y EEUU; se concretaría con la visita de estado desarrollada entre el 21 al 28 de febrero de 1972, del presidente Nixon a Pekín; teniendo lugar la reunión con MaoTse Tung. La “constante” actitud beligerante de la Unión Soviética fue causa del acercamiento imperioso de ambos países bajo la premisa de unirse por el “temor común” promovió que la relación se basara en la cooperación económica. “Seguiremos siendo dueños de nuestro destino”, afirmaba Nixon, añadiendo el vínculo económico sería tan importante como la cooperación militar. Unos lazos económicos “más estrechos” implicaba estrategias importantes. Una China débil invitaba a la agresión por la Unión Soviética. China no podía “ser más fuerte militarmente” a menos de que se fortaleciera económicamente. Una China “fuerte” sería un problema para la Unión Soviética, mucho menos de lo que lo sería para los Estados Unidos.

Nixon formularia el siguiente diagnóstico: a pesar de su inmensa población, China aún tiene una potencia militar limitada, agricultura primitiva y economía en gran medida preindustrial. Pero cuenta con inmensas riquezas naturales y cuantitativamente, es “uno de los pueblos más poderosos del mundo”. En el curso del siglo XXI, China mostraría todos los indicios que puede convertirse en “la más fuerte potencia de la tierra” y uno de los países “económicamente más avanzados” si termina con éxito su transición al mundo moderno y continúa apartándose de las doctrinarias teorías económicas de corte comunista. 



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