Lo llaman “el bello árbol de Venezuela” y no es otra cosa que el surgimiento de un orden, no planificado, de personas resolviendo sus problemas por sí mismas
Tapón Del Darién: Un Cruce Demencial
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Por Macky Arenas


A pesar de la tinta que ha corrido y de las teclas que se mueven frenéticas a lo largo y ancho del continente americano, los desesperados migrantes hacen caso omiso de advertencias y recomendaciones.
El Darién, así como una vez se dijera del Mar Mediterráneo –un cementerio en el agua-, es una tumba selvática. En sus impenetrables malezas quedan los cadáveres de cientos de seres humanos que se adentraron en las fauces de ese territorio salvaje con el único propósito de lograr escapar de la miseria y obtener una mejor vida.

En ocasiones anteriores, hemos cumplido con el deber de reportar sucesos y relatar testimonios que contribuyan a las alertas que, desde numerosas ONG y organismos de la Iglesia católica se vienen haciendo para intentar impedir que tantas familias corran ese riesgo. Porque son familias completas, incluyendo a los abuelos.
El Servicio de Jesuitas para Refugiados (JRS), directamente implicado en el seguimiento y atención a quienes vagan por los caminos a su suerte, ha difundido una cifra verdaderamente espeluznante: 26.800 venezolanos cruzaron el Tapón del Darién en 2021.
Según Conrado Zepeda, director del (JRS) en México, en 2021 contabilizaron 134.000 personas que cruzaron el Tapón del Darién. De estas personas, 26.800 (20%) fueron venezolanos.

Zepeda es licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social.Tiene experiencia en el tema migratorio y de refugio por su trabajo en el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), tanto en las oficinas centrales como en el territorio, así como en la relación con donantes, organismos gubernamentales y eclesiales.

«Es el infierno»
El grupo jesuita que monitorea esta situación, se ocupa de conversar con los migrantes y recoger sus historias personales. «Es el infierno», «huele a carne mortecina», «parecía un cementerio», así describen algunos venezolanos al Tapón del Darién.
Leones, mosquitos, serpientes y cabezas es lo que viven los niños migrantes al cruzar la selva del Darién, según el testimonio de experto en emergencias de Unicef. «Esta selva es un infierno», comentó un venezolano que vivió para contarlo. La mayoría de las personas migrantes que cruzaron el Tapón del Darién en estos meses de 2022 provienen de Venezuela. Pero también otras nacionalidades se apuntan a la aventura sin tener claro el panorama terrible que van a encontrar.

«Gracias a Dios»
Según Médicos sin Fronteras, las denuncias por violencia sexual son constantes. Hasta mayo de 2022, esa organización realizó 100 consultas por violencia sexual en la estación de San Vicente. Exponen en su portal testimonios impresionantes como el de la familia Betancourt que salió de Venezuela subiéndose a mulas de carga y caminando. La tercera semana de abril de 2022 fue el momento escogido para partir de una joven pareja con su pequeño bebé. Habían logrado ahorrar 87 dólares en un año para hacer este viaje. Sabían que el dinero no alcanzaba, pero, como señaló el papá:
«Ya no se podía seguir viviendo allá. Mi mamá necesitaba insulina y no tenía, nos estábamos acostando a dormir sin comer y tenemos un bebé de un año. Así no se podía. Nos sentíamos ahogados, ¡pero ahogados de verdad!».
La esposa no pudo retratar una peor experiencia: «El primer día vimos a una mujer muerta y nos contaron que al parecer había fallecido por la picadura de una culebra. Ese mismo día, después de cuatro horas de caminar, los guías se alejaron del grupo y llegaron unos hombres armados con capucha y nos llevaron a una cueva. Ahí nos hicieron quitarnos toda la ropa, nos tocaron todo el cuerpo y nos robaron. A una chica joven se la querían llevar para violarla, pero ella lloró tanto y gritó tanto que finalmente no lo hicieron. Gracias a Dios».

Siguen el pavoroso relato: Cuando llegaron a la cima de una montaña, conocida como «banderas», un grupo de cuatro personas encapuchadas los interceptó:
«Ya estábamos en el tramo final… Vieron que mi esposa le estaba dando de comer al bebé y sacaron una escopeta y un machete y nos quitaron todo, la leche del bebé, el biberón y los pañales… Nos tocó caminar dos días sin parar, con el bebé llorando por comida, cansados, con dolor de cabeza…Las bajadas y las subidas de esas montañas, con el bebé sufriendo, fueron lo más difícil de todo».

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