Italia, el país de la buona cucina, no sabe preparar el plato de su democracia. Durante la misma, el país ha tenido más de 66 gobiernos y 43 primeros ministros
Problemas en Casa
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Por Nelson Totesaut Rangel


Hace ya unos dos años -el tiempo es inclemente- escribía para este mismo diario: “Quizá haya sido precisamente la paranoia la que llevó a los italianos a optar por una constitución ultra protectora con mecanismos para evitar el auge de otro autoritarismo. La Carta Magna, promulgada después de la Segunda Guerra Mundial (en 1947), busca evitar un nuevo Mussolini, estableciendo una democracia parlamentaria en donde sea necesaria la negociación intensa para gobernar. Una bella idea que demuestra cuál es la receta para la buena política: negociación y alternabilidad. Y, si se quiere, también se le puede agregar una pizca de paranoia; siempre y cuando esto signifique conciencia y discernimiento”.

Y proseguía: “Pese a ello, una receta estupenda no significa que el producto final sea luego comestible. Italia, el país de la buona cucina, no sabe preparar el plato de su democracia. Durante la misma, el país ha tenido más de 66 gobiernos y 43 primeros ministros. Un país realmente ingobernable, cuyos políticos cambian de partido político como lo hacen de camisa. El único caso “exitoso” (tomando en cuenta la estabilidad institucional) ha sido el de Silvio Berlusconi, quien ha ostentado el máximo cargo en tres ocasiones (1994-1995, 2001-2006, 2008-2011), lo que suman casi una década entera en el poder. Pero, si lo despejamos de la ecuación, tenemos a 42 primeros ministros en poco más de 60 años. Una verdadera locura”.

Hoy vamos por 67 gobiernos y 44 primeros ministros, luego de que Mario Draghi, un outsider de la política interna italiana, fuese llamado a ponerle orden al desorden. Draghi fue la respuesta de la antipolítica, que normalmente es dañina en sus alternativas. Con él hubo un rayo de racionalidad dentro del caos interno. Cansados de los políticos de carrera, se buscaron a un banquero con un impecable currículum y con gran experiencia internacional. De esta forma se creía que “Super Mario” -como se le apoda- iba a conducir al país como lo hizo con la Banca Central Europea durante casi una década (2011-2019). Pero las finanzas son números y muchas veces los mercados son más fáciles de llevar que las riendas políticas de un país como el suyo.

Es difícil salir a trabajar todos los días si tienes la casa en llamas.
Esto fue probablemente lo que piensa Draghi cada vez que sale del Palacio Chigi, sobre todo si le toca viajar. Para ello es mejor referirse a una imagen, que vale más que mil explicaciones. Durante las reuniones de la OTAN en Madrid, en donde se acordaron avances históricos para la coalición militar con el ingreso de Finlandia y Suecia, se ve a Draghi en el Museo del Prado apartado de los demás hablando preocupado por teléfono. La llamada tuvo que ser importante, ya que acortó su viaje y regresó apurado a Roma.
No sabemos de qué habló Draghi, pero seguramente tuvo que ver con Luigi Di Maio, quien acababa de abandonar el Movimiento 5 Estrellas -coalición política que lo apoya- llevándose a sesenta parlamentarios. Esta práctica de saltar de un partido a otro es habitual en Italia, lo que hace difícil la conformación de coaliciones políticas estables.
El periodista Marco Bettini ya lo escribió en su libro “Roma Kaput”: ¿Es posible administrar bien Roma? No. Porque es igualmente imposible administrar bien Italia. Es decir, Roma -como Italia- son ingobernables y ni las buenas intenciones, ni la preparación de sus políticos bastan para cambiar esto.

Nota al pie: arrepentimiento oportuno
Posiblemente uno de los arrepentimientos más veloces que hayan visto unos policías en Milán. Un hombre de 65 años entra a un banco y, al grito de “tengo una bomba” -que en verdad no tenía-, roba un botín de 500 euros. Esto en pleno centro de la ciudad, en una sucursal de la Banca Popolare di Sondrio. Al salir, toma un taxi y, tan sólo 20 minutos más tarde, se arrepiente y se entrega a la policía. Aquí termina la gesta.
El arrepentimiento pudo haber sido por la victoria de la conciencia, del discernimiento, del bien sobre el mal. O quizá que notó, luego de haber perpetrado el delito, que lo hizo a plena luz del día, en una sede bancaria -es decir, llena de cámaras- y con la cara descubierta. Su aprehensión no tardaría en llegar, pero el haberse entregado le ahorró la cárcel. El arrepentimiento es bueno, sobre todo cuando llega de manera oportuna.