Sospecho que en Chile, en Perú, en Bolivia, en Argentina, en Brasil y ahora en Colombia ha prevalecido un cuadro similar al de Venezuela en 1998. Los pueblos han perdido la paciencia y la esperanza con las prácticas de la política tradicional
Gustavo Petro
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Por Eduardo Fernández


Gustavo Petro fue elegido Presidente de la hermana República de Colombia. Ojala sea para bien de Colombia, de los colombianos y de sus vecinos entre los cuales nos encontramos nosotros los venezolanos en situación muy prominente. Petro es un antiguo guerrillero que abandonó la lucha armada, que asumió la ruta electoral, pacífica, democrática, constitucional y que adoptó un discurso de centro que ojalá sea el que inspire su gestión de gobierno.
Frente al triunfo de Petro algunos amigos me han comentado que los pueblos de América Latina no aprenden la lección que se desprende de experiencias tan negativas como las de Cuba y Venezuela. Han votado por el Peronismo en Argentina, por Boric en Chile, por Castillo en el Perú y pareciera que están dispuestos a votar por el regreso de Lula en el Brasil. Creo que lo que está ocurriendo política y electoralmente en América Latina merece un análisis más profundo. Análisis que tiene que ver con la circunstancia de que América Latina es el Continente con la más acentuada desigualdad social que existe en el mundo.
Cuando Hugo Chávez llegó al poder, en Venezuela la pobreza rondaba el 60 %. Prevalecía un cuadro de pobreza, de falta de oportunidades, de desempleo, de deterioro de los servicios públicos fundamentales, como la salud y la educación, de corrupción, de estancamiento económico, de inflación, de envilecimiento del debate público, de crisis de los Partidos Políticos y de las instituciones representativas de los trabajadores. Esa situación condujo a que la mayoría de los venezolanos se inclinara por una aventura populista que por cierto no ha sido capaz de resolver ninguno de los problemas que encontró a su llegada al poder. Por el contrario, los ha agravado todos.

Sospecho que en Chile, en Perú, en Bolivia, en Argentina, en Brasil y ahora en Colombia ha prevalecido un cuadro similar al de Venezuela en 1998. Los pueblos han perdido la paciencia y la esperanza con las prácticas de la política tradicional. En el caso de Colombia es evidente que la mayoría decidió salirse de la camisa de fuerza que representaba la política de los partidos tradicionales. Los pueblos quieren menos promesas y más realidades. Lo que está ocurriendo en América Latina merece un análisis más profundo. Estados Unidos encontró muy cómodo convivir con un Continente empobrecido y atrasado. Las oligarquías de cada país también se acostumbraron a vivir con la desigualdad. Debe llegar un tiempo de cambio de justicia y de paz. Ojalá sea para bien.