Después de 10 años, Lázaro Quinteros Montes de Oca perdió la batalla contra el cáncer
Falleció en Cuba el Hijo del "Pagador De Promesas"
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Por Macky Arenas


En Cuba, creyentes o no, católicos o no, todos veneran a la Virgen de La Caridad del Cobre. Era el caso de Omar Quintero Bermúdez, residente en La Habana, cuyo hijo padeció un cáncer que, según los médicos, lo liquidaba en pocos días. Omar acudió a su fe en la Virgen y le pidió un tiempo más para su hijo. Le fue concedido y Omar cumplió su promesa: recorrer a pie la isla de punta a punta para llegar al Santuario de Cobre y cumplir con ella. Y así lo hizo. Apenas hace un par de meses regresó a la capital, a su hogar, donde encontró a su hijo agradecido y orgulloso por su hazaña. Finalmente, Lázaro Quintero Montes de Oca, de apenas 36 años, fue vencido por la maligna enfermedad.

Él mismo anunció la muerte de su hijo a través de las redes: “En este mismo momento hago público el fallecimiento de Lázaro, ese gran guerrero que acaba de partir a reunirse con el Altísimo. Por Dios, ¡qué triste todo esto! No tengo palabras en estos momentos. QEPD, gran guerrero!”. Es el mensaje de un padre roto por la despedida de su hijo, pero con su fe intacta, inquebrantable. Y eso fue lo que Omar dijo, en distintas ocasiones, haber conseguido durante el trayecto hacia El Cobre. Se reencontró con su fe y con su país. De Oriente a Occidente de la isla, la Virgen lo fue guiando, lo fue reconectando con sus semejantes. A lo largo del camino relataba cuanto había revalorado a su país y sus compatriotas, como su fe se había robustecido y lo llenaba de esperanza.

¿Quién sabe –comentábamos entre colegas que habíamos seguido atentamente su trayecto hasta el Santuario- si esa enfermedad era tan grave que inexplicablemente pudo sobrellevar por diez años más, su padre necesitaba ese tiempo para solidificar su fe y preparar su espíritu para el inevitable momento? Porque las enfermedades, los males y calamidades no los manda Dios, pero sí concede el espacio que nos permite reflexionar, repensar nuestras vidas. No cabe duda de que eso ocurrió a Omar cuando pidió a la Virgen de La Caridad que fuera su intercesora por su hijo ante el Altísimo, el cual menciona en su mensaje con la seguridad de que está con él.

El milagro

El milagro –es cierto- fue la prolongación, contra todo pronóstico- de una vida que tendría que haber acabado 10 años atrás. Precisamente, el milagro fue el tiempo extra que tuvo Omar para disfrutar a su hijo. Y el milagro ha sido la consolidación de la fe de un hombre que hoy tiene la seguridad –en medio de su comprensible pena- de que su hijo está mejor que él, está en el Cielo, con la Virgen que debe haberlo recibido con los brazos abiertos. Lo que su padre hizo por él en vida, tiene peso y valor añadiendo “galones” a los que Lázaro llevaba en los hombros después de una vida dedicada como trabajador de la salud haciendo bien al prójimo, tanto como el padecimiento físico por 10 años, sobrellevando su cruz. La enfermedad, como sabemos, tiene un poder de curación espiritual muy grande cuando el sufrimiento se ofrece, tal y como lo hizo Omar al caminar hasta Santiago de Cuba, casi mil kilómetros por su hijo. Así, Omar dejó a su padre un regalo de fe.

Muchos fueron tocados

Al paso de Omar en el camino, pagando su promesa, fueron muchos los que dijeron haberse sentido, no sólo conmovidos, sino invitados a preguntarse sobre las cosas de Dios y de la fe que quizá jamás habrían hecho de no ser por la determinación de Omar. Por ello, las redes sociales se vieron colmadas de mensajes de condolencias y solidaridad con el “pagador de promesas”. Fueron muchos y muy bellos los textos que se leyeron. Tal vez el que mejor resume el sentir de tantos fue el de un artista cubano quien lo había ayudado en distintas ocasiones desde el exterior: “Solo resta decirle que gracias a Él, muchos fuimos mejores personas, que su lucha fue hermosa y que viaje a La Casa del Padre con luz en su rostro, a donde ya no hay dolor ni pena. Mis más sentidas condolencias a Omar y a toda su familia”.

Lázaro se fue en vísperas de Pentecostés. Recientemente, el papa Francisco explicaba el espíritu de estas fiestas: “Se trata de adherir a una misión: ser felices, dejarse contagiar de la alegría, no es proselitismo, es el testimonio de una vida plena y abierta a los otros, incluso abandonándose”. Eso fue lo que hizo Omar, testimonio y contagio. Ya el Papa había rezado así en junio del 2019: “Espíritu Santo, armonía de Dios, tú que transformas el miedo en confianza y la clausura en don, ven a nosotros. Danos la alegría de la resurrección, la juventud perenne del corazón. Espíritu Santo, armonía nuestra, tú que nos haces un solo cuerpo, infunde tu paz en la Iglesia y en el mundo. Espíritu Santo, haznos artesanos de concordia, sembradores de bien, apóstoles de esperanza”. Esa fue la misión de Omar. Gracias a él muchos hoy han rescatado su fe y viven la esperanza.

Hoy, fallecido su hijo, vive uno de los dones del Espíritu Santo, la fortaleza: “Él viene siempre a sostenernos en nuestra debilidad, y esto lo hace con un don especial, el don de la fortaleza”. En estos días, una crónica publicada en Aleteiarelataba la experiencia de una madre atea a la que le faltaba paciencia: “Existe algo que hace la diferencia: contar con el don del Espíritu Santo. Es como agua fresca y oxígeno para un corredor que encuentra difícil los últimos metros”. Y eso encontró Omar y sirvió a su hijo, el oxígeno para los últimos metros.

La “piedra de afectos”

Había pedido a la Virgen que mantuviera a su hijo con vida y ella lo complació por 10 años. El tumor estaba entre el corazón y el pulmón. Nunca hubo nada que hacer. La que hizo fue la Virgen. Pero la pregunta es válida: ¿quién sabe si prolongar su estancia en este mundo habría significado un sufrimiento mayor para este padre y su hijo que no lo merecían? En todo caso, Dios los libró de ello, les apartó el cáliz y les infundió la fuerza que necesitaban para pasar el trago amargo. Cuando Omar regresó a La Habana, su hijo seguía vivo y con él compartió unos meses la alegría del deber cumplido. «Vengo con más fe, orgullo, amor y bendiciones para el pueblo de Cuba -decía-. Le he puesto corazón a mi país. Reviví la fe que estaba en el piso». Dijo que traía de vuelta en sus alforjas “una piedra de afectos”, esos que ahora le alivianan el peso de la tristeza. Su testimonio es hermoso: la fe se levantó del piso, donde la había dejado caer, su peregrinar brindó muchos beneficios espirituales a quienes encontró en el camino y ahora su hijo descansa en la paz del Señor…y él ganó la certeza que le mantiene la esperanza

Aleteia



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