Ford siempre tuvo una mirada humanista en sus películas y fue un cineasta ecléctico cuya humanidad unió géneros distintos
John Ford, Audaz Maestro de la Composición
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Por Francisco A. Casanova S.


John Ford es considerado uno los mejores directores de Cine norteamericano de todos los tiempos y uno de los cineastas más notables del cine clásico. Con una trayectoria de más de 57 años en el cine, 53 de ellos como director, una década antes de que Ford se dedicara al cine, la industria cinematográfica no existía, ni tampoco el arte de la dirección cinematográfica. Ford hizo más de 130 películas, y durante el periodo transcurrido entre 1931 y 1964 sus películas obtuvieron 72 nominaciones al Oscar en diferentes categorías y ganando la estatuilla en 23 ocasiones. De esas 23, John Ford obtuvo personalmente 4 premios por mejor director en: The Informer (1935), The Grapes of Wrath (1940), How Green Was My Valley (1941), The Quiet Man (1952) y otros 2 por documentales filmados durante la II guerra mundial.

Nacido como Sean Aloysius O'Feeney en Cape Elizabeth, Maine, en una familia de emigrantes irlandeses, era el menor de trece hermanos. Su hermano Francis Ford, actor y director, fue quien lo introdujo en el mundo del cine, en el que recorrió todo el escalafón antes de trabajar como ayudante de D. W. Griffith y Allan Dwan. En 1917 sustituyó a su hermano en la dirección de un western de corta duración. Ésta fue la primera de las más de ciento treinta películas que habría de dirigir, y la mitad de ellas pertenecen al período del cine silente. A mediados de los años veinte inició su colaboración en exclusiva con el productor William Fox, resultado de la cual fueron títulos como “El caballo de hierro” (1924), que lo consagró como uno de los grandes directores estadounidenses, “Tres hombres malos” o “El legado trágico”, la primera de sus películas dedicadas a temas irlandeses, que obtuvo un gran éxito. Durante la década de los 20 el género western consistía en películas de bajo presupuesto. Ford en cambio no recurre a este género más que para realizar películas de prestigio tanto por los medios como por los temas, como “El caballo de hierro” 1924 sobre la epopeya del ferrocarril y “3 hombres malos” 1926.

Paralelamente Ford queda fascinado ante la creatividad visual del cine alemán concretamente con FW Murnau y muestra una vocación expresionista que resulta patente en la forma a menudo muy elaborada de sus composiciones en blanco y negro con películas como; “El delator” 1935, “Prisionero del odio” 1936, “Qué verde era mi Valle” 1941, “Hombres intrépidos” 1940 y “El fugitivo” 1947. Con la irrupción del cine sonoro, la obra de Ford experimentó una evolución no ya en lo temático, donde siguió abordando con gran hondura psicológica temas como la forma de vida propiamente estadounidense, como en la trilogía protagonizada por Will Rogers o el comportamiento del individuo frente a acontecimientos que lo desbordan, en donde encuadran películas como “La patrulla perdida” o “La diligencia”, de 1934 y 1939 respectivamente, sino en lo visual y narrativo, terreno en el que se hizo patente la influencia del expresionismo alemán y en el que Ford fue aumentando poco a poco el alcance de su cámara para introducir como elemento clave del filme el entorno paisajístico, en particular, el Monument Valley en la frontera de Utah y Arizona.

Títulos destacados de las décadas de 1930 y 1940 fueron, amén de los citados, “El delator” (1935), por la que obtuvo su primer Oscar, “El joven Lincoln” (1939), “Las uvas de la ira” (1940), adaptación de la novela homónima de John Steinbeck que le supuso su segundo galardón de la Academia, “Hombres intrépidos” (1940) y “Qué verde era mi valle” (1941), retrato de una zona minera galesa y tercer Oscar para el director. Mención aparte merecen westerns como la trilogía dedicada a la caballería estadounidense (Fort Apache, 1948; La legión invencible, 1949; Río Grande, 1950), o “Pasión de los fuertes” (1946), centrada en el legendario tiroteo del OK Corral, que sentaron las bases del género y le valieron el beneplácito de crítica y público.

Ford es el maestro absoluto del género Western. Durante el cine silente, la crítica cinematográfica no era benévola con los westerns por su masiva producción y técnica uniforme y porque los studios reciclaban locaciones, actores y tramas para mantener generando un cine básico de poca calidad y dirigido a un público de pocos recursos. A partir de 1927 con la aparición del cine sonoro, el género western pudo crear sus propios diálogos, llenos de americanismos y fuera de la cultura urbana. Una década después de la aparición del cine sonoro, en 1939, John Ford, dirige “La Diligencia”. Ford, ya había incursionado en el género durante la era silente del cine y a principios de la sonora, pero es “La Diligencia” la primera obra maestra del western y la que sitúa sus características y su naturaleza como genero del cine y gracias a la cual, la crítica cinematográfica empieza a tomar en cuenta el western y darle su reconocimiento. La Diligencia, rodada en blanco y negro, con una fotografía excelente, tiene los elementos que componen un western.

El sheriff, el cowboy, el forajido, la prostituta, el alcohólico, el pueblo del oeste, los indios, la caballería de los EE. UU., los maravillosos paisajes y locaciones que Ford escogía con particular dedicación de tiempo antes del rodaje. En esa Diligencia, se congrega una micro sociedad con unos personajes extraordinariamente desarrollados en su psicología y confinados durante buena parte de la película en esa diligencia. Ford, a través de los actores crea una comunidad fascinante a medida que revelan gradualmente sus razones ocultas para viajar con gran incomodidad por el peligroso territorio indio. Y en “La Diligencia”, empieza ese legendario duo del Western: John Ford y John Wayne. Ford manejo de manera magistral a Wayne, tanto que en 1952 lo saca del rol de vaquero y lo pone a personificar un boxeador estadounidense que, acosado por el fantasma de un homicidio involuntario, regresa a su Irlanda natal, en un intento de huir de sí mismo, en una de las obras maestras del director, “El hombre tranquilo” (1952) y en un inolvidable duo con Maureen O'Hara. Otro gran actor que estuvo en ocho películas de Ford, fue Henry Fonda y también conto con un sólido elenco de actores secundarios como Ward Bond y Walter Brennan.

En un extraordinario artículo sobre John Ford, Gustavo Noriega aclara que, si bien la filmografía de Ford está asociada al western, nunca fue galardonado por una película ambientada en el Lejano Oeste. Sus filmes más premiados no tuvieron al Lejano Oeste como escenario y prueba de ello es que sus 4 Oscar como mejor director son: The Informer (1935), The Grapes of Wrath (1940), How Green Was My Valley (1941), The Quiet Man (1952). Y añade Noriega que, si bien La historia del western se puede contar casi exclusivamente con sus películas, también la historia de la creación de los Estados Unidos desde la colonización y la guerra de la Independencia hasta la exaltación del espíritu de frontera puede leerse en su filmografía. Y más aún: Ford no solo contó la historia de su país al mismo tiempo que desarrollaba la herramienta con que lo hacía, el western, sino que, además dio cuenta de cómo los mitos fundadores no siempre se construyen sobre la realidad de los hechos.

Ford fue un director popular pero que trazó un paisaje reconocible película a película, con un estilo propio, de una sobriedad marcada, creciente a través de los años. Además de La Diligencia, en 1939, filmó otras dos películas, “Young Mr. Lincoln” y “Drums Along the Mohawk”. En ambos casos, el contexto histórico aparece con un patriotismo exaltado, vigoroso. Para Ford los círculos más bajos de la sociedad son los más puros, lo que un personaje llama "las víctimas de una sucia enfermedad, el prejuicio social": la prostituta, el médico borracho en busca de redención y especialmente, el vaquero descarriado que ha quedado fuera del redil, el "malo-bueno". La áspera melancolía de esos personajes, entre un mundo sin ley y otro que la está construyendo, será una de las marcas identificatorias del cine de John Ford. Las películas de Ford de 1939 filmadas en pleno “New Deal” de Franklin D. Roosevelt, hablan de unos Estados Unidos en los que la idea del sueño americano es posible. Son las películas de un norteamericano de primera generación, descendiente de irlandeses, cuyos padres habían emigrado de una pobreza sin futuro y que se encuentra dominando todos los secretos de una profesión que no existía cuando él había nacido.

En 1956, con una veterana maestría, John Ford, dirige la película que el American Film Institute considera el mejor western de todos los tiempos: The Searchers. Ford logra en The Searchers, una de las secuencias iniciales más perfectas del Cine. Comienza con una música de cuerda y una habitación negra. Martha Edwards (interpretada por Dorothy Jordan) abre la puerta de la casa y aparece la luz y el paisaje de Monument Valley. Ella se queda de pie en la puerta y mira hacia afuera, ve algo y se aferra a un poste y observa a un jinete a lo lejos que se dirige al rancho y lo mira fijamente. Ethan (John Wayne) desmonta lentamente y se acerca a su hermano Aaron. Ethan mira fijamente a Aaron, quien extiende su mano. Ethan entonces rápidamente mira a Martha.
El lenguaje visual del film, expresa las interioridades de la familia y su relación con el personaje interpretado por Wayne. El amor de Ethan y su cuñada Martha se expresa sin diálogos o actos explícitos de amor romántico. Ford perfeccionó la técnica de la implicación visual, o la transmisión de ideas de forma indirecta, es decir, donde no se declaran explícitamente. En otra escena, la sola mirada de Ward Bond, observando una interacción de Wayne con su cuñada, describe toda una historia secreta.

La película es sobre una búsqueda obsesiva. La sobrina de Ethan Edwards (Wayne) es secuestrada por comanches que asesinan a su familia y queman su rancho. Ethan pasa cinco años en una búsqueda solitaria para cazar a la tribu que tiene a la niña Debbie (Natalie Wood), hasta que la encuentra. Ford era un audaz maestro de la composición. El funeral al principio de la película, el grupo de búsqueda en un valle mientras los indios cabalgan siniestramente en paralelo a ellos, en silueta contra el cielo. La dramática primera vista de la Debbie adulta, corriendo por el lado de una duna de arena detrás de Ethan, que no la ve. Las tomas de apertura y cierre, de Ethan llegando y saliendo, enmarcadas en una puerta. La emoción con la que se queda solo en la puerta, con una mano en el codo opuesto, olvidada por un momento después de llevar a Debbie a casa. Estas tomas están entre los tesoros del cine. The Searchers contiene en technicolor VistaVision, las locaciones que escogía Ford, Los imponentes paisajes desolados, solitarios, el desierto, y que quedarían en la esencia de las películas Western, es parte del invalorable legado de John Ford.

Ford sigue siendo ante todo un cineasta ecléctico cuya humanidad une géneros distintos. A él se deben dos de las más hermosas películas con mensaje social del cine “las uvas de la ira” 1940 y “Qué verde era mi Valle”. El sentimiento de su propio envejecimiento le inspira algunos retornos idílicos a la Irlanda de sus antepasados: “El hombre tranquilo” 1952 y “La salida de la luna” 1957 y algunas meditaciones sobre el paso del tiempo en “El último hurra” 1958. Cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial tras el ataque japonés a Pearl Harbor, Ford pasó al servicio activo y dirigió una unidad de documentales. Por sus documentales de la Marina, ganó consecutivamente los premios de la Academia por La batalla de Midway (1942) en 1943 y por 7 de diciembre (1943) en 1944. Así, de 1941 a 1944, John Ford ganó un Oscar cada año por dirigir dos largometrajes y dos documentales.

Ford siempre tuvo una mirada humanista en sus películas, en “La Diligencia” tiene una mirada evangélicamente empática con una prostituta frente a sus inquisidores; “Las Uvas de la Ira” quedó en el recuerdo como una de las grandes películas de contenido social de todos los tiempos; en “El hombre que mató a Liberty Valance” proclama radicalmente los valores del liberalismo constitucional y democrático; en “El sargento negro” se anticipa a posteriores películas en favor de los derechos civiles y en contra de la discriminación racial; su penúltima película “El gran combate” reivindica a los cheyenes y en su último film “7 mujeres” anuncia el movimiento feminista. Orson Welles proyectó en repetidas ocasiones “La diligencia” (1939) de Ford como un curso intensivo y preparatorio de cine antes de dirigir “El ciudadano Kane” (1941), y cuando los periodistas le preguntaron quiénes eran sus tres directores favoritos, respondió: "John Ford, John Ford y John Ford"




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