Los marcos perceptivos arraigados en la psiquis china convergen con sus aspiraciones de proyección sobre espacios geográficos diversos
¿Qué Persigue China?
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Por Alfredo Toro Hardy


El emerger de China se expresa a través de estrategias convergentes tales como el Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional, Hecho en China 2025 o la Ruta y el Camino. La primera de dichas estrategias persigue una China prospera y poderosa, la expansión de su huella geopolítica y un cambio en su geografía estratégica. La segunda, persigue transformar a la nación en el líder mundial en ciencia, tecnología e innovación. La tercera busca hacer de China el epicentro de la interconectividad planetaria. Al final de todo este proceso se encuentra una fecha clave: 2049. Ese año marcará el primer centenario de la fundación de la República Popular China y, en tanto tal, representa el momento en el cual el país aspira a haber alcanzado la cúspide de la jerarquía mundial.

Es en el área de la expansión geopolítica, y en el consecuente cambio de la geografía estratégica, donde el emerger de China causa mayores incertidumbres y temores. Esta se sustenta en tres marcos perceptivos de la psiquis china y en tres escenarios geográficos de proyección.

Los marcos perceptivos serían los siguientes. Primero, China tiene una fijación con su historia, lo que implica que mira al futuro con los lentes de su pasado glorioso. En tal sentido, moverse hacia adelante no significa otra cosa que moverse hacia atrás. Segundo, China mantiene una carga de resentimiento contra Occidente y Japón por las tribulaciones sufridas en su momento de mayor debilidad: El siglo de humillación ocurrido entre 1842 y 1945. Ello alimenta un poderoso nacionalismo y un sentimiento de acreencia histórica aún impago. Tercero, el país tiene una óptica revisionista del orden internacional y, en particular, del status quo regional. Ello no sólo deriva de su aversión hacia un sistema que cobró forma cuando China era débil sino que contraviene su visión jerárquica del mundo. Como resultado de las tres consideraciones anteriores, el reemerger de China está llamado a sacudir el orden internacional prevaleciente y, por extensión, el liderazgo de Estados Unidos sobre el mismo.

Los escenarios geográficos referidos serían el Mar del Sur de China, las llamadas Primera y Segunda Cadena de Islas y los mares del mundo. Vayamos por orden. Primero, China reclama para sí el 90% del Mar del Sur de China y de los recursos que el mismo contiene. Apelando a derechos que argumenta poseer desde tiempos inmemoriales, China ha trazado sobre el mapa de dicho mar una línea de nueve guiones que le asigna la casi totalidad del mismo. Ello no sólo le plantea diferendos con varios países de la región, sino que contraviene la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia que ha dictaminado parcialmente sobre el tema. Más allá de las implicaciones para aquellos países con los que mantiene diferendos, dicho mar representa una arteria vital por donde circula el 70% del comercio global.

Para darle dientes a su posición, China se ha abocado a la construcción de numerosas islas artificiales en el Mar del Sur de China. Tales islas han sido transformadas en potentes fortalezas militares que, en muchos casos, exhiben puertos y pistas de aterrizaje, radares avanzados, sofisticadas baterías de misiles y la presencia de modernos aviones de combate. Todo ello ha sido complementado por la construcción de la mayor armada de guerra del mundo, cuyo grueso está desplegado en esa zona. Ello se traduce no sólo en su control de ese espacio geográfico sino en una acción anti acceso frente a terceros susceptible de ser instrumentada cuando se desee.

Segundo, China aspira a controlar las llamadas Primera y Segunda Cadena de Islas. Estas representan los dos mayores archipiélagos que separan a la costa continental del Este de Asia del Océano Pacífico. El deseo de Pekín es controlar este espacio y cerrarlo a la presencia de la Armada de Estados Unidos. La Segunda Cadena de Islas representaría una aspiración a largo plazo y, en última instancia, cobraría forma por vía de una división del Océano Pacífico en espacios de control compartido entre China y Estados Unidos. A no dudarlo, dentro de la primera Cadena de Islas se da la presencia de diversos cuellos de botella susceptibles de bloquear el acceso de China hacia el Océano abierto. Sin embargo, cualquier búsqueda de seguridad absoluta por parte de China, se traduce en inseguridad para el resto del mundo.

Tercero, China se encuentra en proceso de desarrollar y desplegar una Armada de Aguas Azules, susceptible de disputar el monopolio del que disfruta Estados Unidos en los océanos del mundo. La aspiración de transformar a China en una gran potencia marítima conduce, a la vez, a la necesidad de asegurarse bases navales en diversos puntos del mundo. Comenzando por una primera base en Djibouti, en el llamado Cuerno de África, China se plantea expandirse hacia otros lugares. Se argumenta que la construcción de diversas infraestructuras portuarias en el Océano Índico tendrían como expectativa final su reconversión en bases navales chinas.

Los marcos perceptivos arraigados en la psiquis china convergen con sus aspiraciones de proyección sobre un conjunto de espacios geográficos diversos. Ello no sólo se traduce en un reto geopolítico mayúsculo para el liderazgo de Estados Unidos sino para la estabilidad del orden internacional mismo.





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