Por Manuel Felipe Sierra: José Agustín Catalá, edición comprometida
José Agustín Catalá, el Editor Insomne
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La mañana del jueves 10 de febrero de 2010 José Agustín Catalá llega como de costumbre a su oficina en Maripérez. La jornada de ese día tendrá, en este caso, un significado especial: Catalá cumple los 95 años de edad y tras su escritorio luce jovial, lúcido, de buen humor y con una memoria que le permite reconstruir su vida con admirable fluidez. Nacido en Guanare, su familia se traslada a Valencia en agosto de 1925. Comienza a conocer la nueva ciudad: “su plaza Bolívar, la Catedral, el único puente sobre el Cabriales, el Mercado Público, la estación del ferrocarril y el tranvía eléctrico, que pronto aprendí a abordar en marcha”. Inicia estudios en el Colegio Católico Alemán y luego pasa al Colegio Don Bosco hasta la secundaria, “cuando la enfermedad de mi padre y la obligación de trabajar para el sustento de la familia me hicieron abandonar los estudios”. Ya se abría paso su vocación de editor, que en aquellos tiempos se confundía con los riesgos del luchador político.

Se avecinaba el crepúsculo del gomecismo; la vida intelectual valenciana era sacudida por los rumores; las lecturas revolucionarias y las historias sobre conspiradores y largos cautiverios en el Castillo Libertador de Puerto Cabello. El 9 de junio de 1934 recibe su bautismo carcelario. Esta mañana desempolva los recuerdos y toma de su escritorio un folleto encuadernado en piel marrón que contiene los detalles de aquel episodio. Se ajusta los lentes y comenta: “el poeta Luis Ramón Cerró escribió un artículo sobre el libro “Conócete a ti mismo” del filósofo argentino Joaquín Trincado para el diario “El Carabobeño”, cuyas páginas le había ofrecido su director Eladio Alemán Sucre. Alemán leyó el artículo y se lo devolvió; el poeta Cerró me lo entregó entonces para que lo insertara en “El Mutualista”, periódico que también lo rechazó. Opté ahora por enviarlo al semanario “Orión” de Maracaibo y una vez publicado Cerró fue llamado a declarar al Cuartel de la Policía de Valencia y echó el cuento. Declaró que se había inspirado en el libro “Los cuatro amores” de Trincado leído en la biblioteca de la Escuela Magnético-Espiritual de la Comuna Universal dirigida por un tío en La Victoria y negó que ellos fueran comunistas y que el artículo fuera inducido por un peligroso escritor de apellidos García Quintero, durante su paso por Valencia, y de quien la gente decía: “ese señor nos iba a enseñar a pensar en ruso”. Catalá y otros compañeros permanecieron cuatro meses en prisión conociendo las perversiones de la dictadura. Por esos días, se propuso editar unos cuadernos quincenales de literatura con el asesoramiento del escritor Pablo Domínguez. La primera entrega sería precisamente un cuento de su amigo Cerró y al tiempo se vincula a la vanguardia literaria juvenil valenciana con Pedro Francisco Lizardo, Otto De Sola, Vicente Gerbasi, Luis Augusto Núñez, Pálmenes Yarza, Gustavo Eloy Machado, Luis Guevara, Luis Ramón Cerró, Margot Ramírez Travieso, Miguel Colombet, Felipe Herrera Vial, Antonio Castellanos y el pintor Leopoldo La Madriz. 
 
A la muerte de Gómez, se suma a la lucha por la democracia y junto a Luis Evaristo Ramírez y Román Arenas funda la Asociación Nacional de Empleados (ANDE) y se incorpora al Movimiento de Organización Venezolana (ORVE); y coordina en Carabobo la huelga general de junio de 1936. En esas andanzas traba estrecha amistad con Rómulo Betancourt la cual habría de mantenerse inquebrantable hasta la muerte del expresidente. Pedro Francisco Lizardo escribió en relación a ella: “Betancourt y Catalá, dos temperamentos difíciles, se supieron entender en medio de las más tormentosas situaciones; uno y otro conocían sus virtudes y defectos y sabían oírse a tiempo y a destiempo. Fueron clásicas sus intemperancias y también sus entendimientos”.

A raíz de la Revolución de Octubre de 1945, Catalá es nombrado director de la Imprenta Nacional en la cual permanece hasta la caída de Gallegos en noviembre de 1948. En ese tiempo da los pasos para coronar el sueño de todo editor: la imprenta propia. Adquiere una pequeña prensa por 60.000 bolívares que fue ampliada con la ayuda de Miguel Ángel Capriles, quien le proporcionó en cómodos plazos los equipos del viejo taller de “Fantoches”, el famoso semanario de Leoncio Martínez. Nacía la Editorial Ávila Gráfica entre Hoyo y Santa Rosalía 18-1 que a los meses alcanza prestigio con la publicación de folletos y libros de los más reconocidos intelectuales de la época: Key Ayala, Alberto Ravell, Carlos Augusto León, Enrique Bernardo Núñez y Aquiles Nazoa, entre varios nombres. Se aventura con la revista literaria “Cantaclaro” y las publicaciones políticas “Signo” dirigida por Alfredo Tarre Murzi y “Hechos” por Ramón J. Velásquez. Ahora comparte la función de impresor con la de activista clandestino y comienza a visitar las cárceles y a escapar del ojo represivo de la Seguridad Nacional.

Por insinuación del capitán activo Juan Bautista Rojas (asesinado a los meses en un levantamiento militar de Maturín) edita “El Libro Negro de una Dictadura”. Una publicación que marca historia en la resistencia contra el perezjimenismo. Ramón J. Velásquez le comunica a Leonardo Ruiz Pineda la iniciativa y esta se pone en marcha sin demora. Colaboran en el libro además de Ruiz Pineda, Alberto Carnevali y Jorge Dáger como clandestinos; y Catalá, Velásquez, Simón Alberto Consalvi, René Domínguez y Héctor Hurtado, viviendo una azarosa semilegalidad. El libro como se sabe significó para Catalá una etapa de persecuciones, cárceles y torturas que quedaron reflejadas en su posterior bibliografía.

Este jueves muy temprano recibe las llamadas de sus amigos Ramón J. Velásquez y Simón Alberto Consalvi para las felicitaciones de costumbre. “Ellos siempre llaman”, dice sonriente. Le pregunto: ¿Cómo compara el régimen de Chávez con la dictadura de Pérez Jiménez?: “aquella fue una dictadura seria y ésta es una autocracia vulgar”, sentencia. ¿A estas alturas estaría dispuesto a publicar El Libro Negro del Chavismo? y sin abandonar la sonrisa contesta: “si alguien me trae un trabajo serio seguro que lo editaría”. Hoy el editor insomne está para celebraciones.

José Agustín Catalá falleció el 18 de diciembre de 2011.





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