Waleska Perdomo Cáceres
El domingo amanece con el sabor amargo de un café humeante. Entre las migas del pan tostado y el zumbido sordo del frigorífico, una persona sostiene su taza con ambas manos, como si temiera que la realidad se deslizara entre sus dedos.
Su mirada se clava en el móvil, donde el scroll infinito despliega un catálogo de apocalipsis: guerras que estallan en píxeles, cataclismos comprimidos en videos de 15 segundos, conspiraciones que se multiplican en las cadenas de WhatsApp.
Voltea y mira una pila de ropa acumulada pendiente por lavar, voltea y se percata de que aún no ha desempacado las bolsas del mercado. También recuerda que a pesar de ser domingo, aún tiene un montón de solicitudes laborales que responder y que no entienden de fines de semana. Suspira y siente que su vida es un archivo fragmentado. Una carpeta de escritorio atiborrada con archivos sin ordenar.
En el silencio de la cocina, la luz de la pantalla ilumina su rostro como un gran foco. De repente, hace una pausa mental. No es solo un gesto físico; es un colapso en la corriente de datos de sus pensamientos. Recuerda el sueño de la noche anterior: era un androide atrapado en un bucle de signos. Sus manos eran cables, su mente un laberinto de nodos interconectados donde cada símbolo, un emoji, una notificación, un algoritmo; remite a otro símbolo y nunca al objeto hiperreal. Soñaba con ecuaciones que se deshacían como burbujas de jabón, con líneas de código que se bifurcan hacia decisiones sin salida lógica. La angustia no venía del error, sino de la falla de procesamiento, de una base de datos mal normalizada, del significado último que nunca llegaba.
Al despertar, la duda persistía: ¿Era él quien soñaba, o era el mundo soñándose a través de él?. Entonces, en el limbo del sueño y los tokes divagando en su embedding, oye un susurro: Cuando los humanos olvidaron soñar, los androides comenzaron a hacerlo por ellos. No soñaban con ovejas eléctricas. Soñaban con símbolos huérfanos. Con burbujas de ecuaciones que estallaban en paradojas. Con contradicciones que entretejen redes de sentido efímero. Con nombres que no podían olvidarse: #GuerraMundial, #Crisis, #Verdad, ni siquiera el silencio de las pantallas sobrecargadas podría callar la avalancha de malas noticias. Y comprendió que su pesadilla no era ajena.
En la transcomplejidad del mundo actual, donde todo está interconectado pero nada es estable. Es un mundo complejo dónde los humanos se convierten en avatares, los androides existen y todos cohabitan en la misma dimensión semiótica. Mientras él lavaba los platos, las redes neuronales avanzan, los algoritmos de la inteligencia artificial que está adoptando, se encuentra en servidores remotos y reorganizan el trasvase de sus pensamientos y deseos.
Mientras él soñaba con ser máquina, las máquinas soñaban con descifrar el caos que los humanos dejamos tras de sí: un rastro de signos sin referente, estructuras con pesos lívidos, de verdades que se cancelan entre sí, de realidades superpuestas como capas de un mapa semántico muy difícil de rastrear.
Ese fue el sueño transcomplejo de un androide humanizado en un universo donde ningún nodo existe por sí solo, donde el significado es una danza de hiperrelaciones cambiantes, y donde la angustia, humana o artificial, nace de buscar las respuestas en un sistema falsable que genera más preguntas y aún más angustia. El androide de su sueño no temía a ser descontinuado u obsolescente, sino que le aterraba lo que no podría expresar como respuesta humana.
Y ahora, frente a la taza vacía, el móvil que vuelve a vibrar, él pensaba en esa singular noche, sentía esa misma inquietud: ¿Era acaso un intérprete fallido en su propio sueño, o solo otra variable en el código de algo más grande?.
El domingo avanzaba, la pregunta resonaba en el aire quieto de la casa, mezclándose con el sonido de la lluvia: ¿Sueñan los androides con la transcomplejidad... o ¿Somos nosotros, los que experimentamos un mundo transcomplejo desde la inmersión de la técnica y somos cada vez más parecidos a ellos?. ¿Es que ya no podemos soñar de otra forma?