Leopoldo Puchi
La reciente operación militar ucraniana, conocida como Operación Telaraña, no solo es un golpe exitoso contra la aviación estratégica de Rusia; también parece ser una señal de que en el seno del gobierno de Estados Unidos hay sectores que actúan por su cuenta, sin instrucciones previas del Presidente. Hay que tomar en cuenta que esta operación es contradictoria con la posición oficial de Donald Trump, quien ha insistido en la búsqueda de un acuerdo de paz y ha expresado reiteradamente que quiere reducir la ayuda militar a Ucrania. Entonces, ¿quién autorizó este ataque que afecta el dispositivo nuclear de Rusia? ¿Fue Donald Trump o un sector del poder en Washington?. El ataque destruyó o dañó a numerosos bombarderos de largo alcance. Según reportes de prensa, se trató de una operación sofisticada, preparada durante más de un año. Se utilizaron drones pequeños, lanzados desde dentro de Rusia, y se contó con apoyo de información satelital detallada de las bases atacadas. Y se sabe que, en operaciones similares, Ucrania ha dependido de la inteligencia satelital proporcionada por Estados Unidos.
LOS NEOCONSERVADORES
La administración Trump había reducido desde hace algún tiempo el flujo de información de inteligencia y apoyo satelital a Ucrania. Sin embargo, el ataque ocurrió. Trump declaró que no estaba al tanto de los detalles lo que puede significar dos cosas: o bien no fue informado completamente por sus propios servicios de Inteligencia, o bien decidió quedarse callado para no comprometer su imagen como negociador. Pero también surge una tercera posibilidad: que sectores neoconservadores estén actuando sin que medie una decisión directa de la Presidencia. Estos sectores, conocidos por impulsar una política exterior intervencionista y agresiva, tienen presencia en numerosos espacios del aparato estatal y controlan palancas de poder en diferentes oficinas, departamentos y agencias de seguridad. Su capacidad para actuar no depende de canales oficiales y pueden operar a través de vías indirectas, como los grupos “proxy” o mediante el uso de empresas privadas de datos con acceso a imágenes satelitales.
AMBIGÜEDAD
Durante su primer mandato, Trump mantuvo un pulso constante con los servicios de inteligencia, a los que acusó en repetidas ocasiones de obstaculizar su agenda. Son conocidos los casos de filtración de información clasificada, de operaciones sin su conocimiento y de agendas paralelas. En esta segunda Presidencia, ello podría repetirse, aunque Trump parece haber adoptado una actitud ambigua, que podría reflejar debilidad, resignación o impotencia frente a lo que llaman el “Estado Profundo”. Si una operación como la de Rusia puede realizarse sin que Trump la apruebe, o que solo la conozca a medias, entonces estamos en una situación difícil. Por un lado, una Casa Blanca que busca negociar la paz mientras que, en paralelo, sectores del aparato de seguridad nacional sabotean esos esfuerzos con acciones que escalan el conflicto.
VENEZUELA
Esta ambigüedad no se limita al conflicto de Ucrania. También parece estar repitiéndose en el caso de Venezuela. Aparentemente, Donald Trump no ha mostrado gran interés en abrir un nuevo frente y, en cierta medida, ha buscado asegurar acuerdos energéticos y coordinar las deportaciones. Pero, al mismo tiempo se revocan licencias petroleras, se suspenden las visas para todos los ciudadanos venezolanos y se presenta al país como una amenaza global vinculada al crimen organizado, con insistencia en el “Tren de Aragua. ”Esta narrativa es permanente en los medios de comunicación y en las declaraciones de voceros oficiales. Estas ideas crean una imagen negativa que sirve para justificar el uso de sanciones, aislamiento y hasta posibles intervenciones

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MARCO RUBIO
Detrás de esta campaña hay indicios de que existe una estrategia más amplia, probablemente impulsada sin que haya mediado una decisión presidencial explícita. Es posible que se estén preparando las condiciones para una nueva etapa, al margen de lo que se supone debería ser la política oficial de la Casa Blanca, inspirada en “América First” y una visión pragmática y transaccional. En la situación de Venezuela, es muy visible que dentro del gobierno de Estados Unidos existen criterios divergentes. Por un lado, se busca negociar y se designa a Richard Grenell como enviado especial. Por otro, el secretario de Estado, Marco Rubio, continúa adelantando una línea dura.
AGENDAS
Si Trump no tiene el control completo sobre su propia administración, otros actores pueden aprovechar ese vacío para avanzar sus propias agendas relacionadas con Venezuela: campañas informativas, apoyo a sectores de la oposición más radical, captación de oficiales la FANB con fines sediciosos y preparación de operaciones encubiertas que ya se han venido anunciando. ¿Estamos ante una estrategia permitida por Trump, como forma de negociar con ventaja? ¿O se trata de una operación que se desarrolla a sus espaldas, impulsada por intereses distintos a su lógica pragmática?
EQUIVOCACIONES
Nos encontramos en una situación en la que la política exterior de una potencia mundial no expresa un propósito claro, sino que parece asumir líneas divergentes de actuación, con agendas paralelas. Ello convierte cualquier conflicto, ya sea en Ucrania, en Venezuela o en otra parte, en un escenario que empuja hacia la desestabilización y las equivocaciones. Y, como siempre, los errores de las grandes potencias terminan siendo pagados más allá de sus propias fronteras.