El 5 a 0 no alcanza a explicar la exhibición, el festival de toques, el dominio, la seguridad absoluta del PSG en su idea, en su plan y cómo ejecutarlo.
PARIS ES UNA FIESTA
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Hernán Quiroz Plaza

Tanto éxito tuvo en sus ambiciones de control que el PSG terminó maniatando al Inter de Milán, el equipo que venía de eliminar al superfavorito Barcelona, y que esta vez fue incapaz de ensayar la más mínima respuesta en la mayor goleada que registra la final de la Champions, un inapelable 5-0 que tuvo un solo protagonista sobre la cancha del Allianz Arena de Múnich. El resultado incluyó goles de Achraf Hakimi (12), Désiré Doué (20 y 63), Kvicha Kvaratskhelia (73) y Senny Mayulu (86), todos en situaciones de contragolpe, una exhibición de lujo de la proverbial velocidad en recuperación que se convirtió en uno de los sellos distintivos del PSG. La otra “marca de origen” fue la posesión de balón. El PSG llegó a Múnich con el tercer mejor porcentaje de tenencia en toda la competición, y acentuó esa característica con un juego de presión que no dio opciones a un Inter impotente y sin respuestas, en el que fallaron todas las líneas. Tan intrascendente terminó siendo el cuadro ‘nerazzurro’ que los desesperados ajustes del técnico Simone Inzaghi lo llevaron a sustituir a cuatro hombres con funciones defensivas (uno de ellos por lesión) o de construcción, incluyendo a uno de sus pivotes (Hakan Çalhanoglu).


Nada de revulsivos, refrescamientos o cambios estratégicos: Inzaghi gritaba a los cuatro vientos que no estaba contento con lo que veía en la cancha y trataba sin éxito de arreglarlo desde el borde del campo. Nunca un equipo había marcado tanta distancia en el marcador de una final de la Champions como lo hizo el PSG. Real Madrid ganó en 1960 superando 7-3 a Eintracht Frankfurt, y AC Milan alcanzó dos victorias 4-0, una sobre Steaua de Bucarest en 1989 y otra sobre Barcelona en 1994. Fue, además, la segunda final perdida en los últimos tres años para el Inter, aunque en 2023 cayó ante Manchester City 1-0, con un tanto anotado por Rodri a los 68 minutos. La victoria permite completar un triplete histórico, pues el PSG se coronó también en la Ligue 1 y la Copa de Francia. Fueron dos triunfos arrolladores: en la liga doméstica se consagró cuando faltaban seis jornadas para el cierre, terminó con 19 puntos de ventaja y pasó 31 jornadas invicto, y en la Copa aplastó 3-0 al Reims en la final. Luis Enrique se convierte en el segundo entrenador de la historia que completa dos tripletes con equipos distintos (pues también lo hizo con Barcelona en 2015), después del también español Pep Guardiola (que lo logró con Barcelona en 2009 y Manchester City en 2023). Para el PSG el camino para seguir sumando tiene una última parada con el Mundial de Clubes, que comienza el 14 de junio. Allí los galos vivirán una especie de Copa Intercontinental no oficial, porque juegan en el Grupo B junto al campeón vigente de la Libertadores, Botafogo, además del Atlético de Madrid y el Seattle Sounders estadounidense.

PARÍS SAINT GERMAIN

Con semejante vitrina, el París Saint Germain también se asegura de tener a varios de los suyos como favoritos en el Balón de Oro. Ousmane Dembélé, que alcanzó su mejor rendimiento cuando entendió los planes de Luis Enrique para convertirlo en un delantero capaz de “volver locos” a los rivales, dio una asistencia y se prodigó en la final cumpliendo incluso labores defensivas. Además, Dembélé fue el goleador de la Ligue 1 (con 21 dianas), el mejor artillero del PSG en la Champions (con ocho tantos) y el segundo mejor asistidor de la contienda europea (con seis pases a gol). Después del resultado en Múnich, difícilmente haya un jugador con más méritos que él para quedarse con el galardón principal. El Jugador más valioso de la final, la joven revelación de la temporada gala Désiré Doué, de 19 años, es ahora el principal favorito para los premios Golden Boy (entregado por el diario italiano Tuttosport) y el Trofeo Kopa (que forma parte de la ceremonia del Balón de Oro), ambos destinados a los mejores futbolistas menores de 21.

Aplastante, inolvidable, brillante, inédita, didáctica, humillante, inimaginable, histórica… La majestuosa coronación del Paris Saint Germain resiste diez, veinte adjetivos más. Da para todo. Nadie podía entrever un baile tan grandioso en una final ni una demostración más redonda en un duelo que, en general, suele ser equilibrado porque enfrenta a los dos mejores equipos de la competición. Hemos visto decenas de definiciones de Champions, nada se asemeja a esto. No pasó nunca: jamás en 70 finales de la Copa de Campeones de Europa un equipo había batido a otro por cinco goles. Y seguramente tampoco se había dado, en el juego, una superioridad tan abrumadora del vencedor sobre el vencido. El 5 a 0 no alcanza a explicar la exhibición, el festival de toques, el dominio, la seguridad absoluta del PSG en su idea, en su plan y cómo ejecutarlo. Una convicción fantástica en tres premisas básicas: a) presionar lo más alto posible (para estar bien cerca del arco rival al recuperar el balón); b) tocar y tocar para desubicar al oponente y generar brechas; y, c) atacar todo el tiempo cuando se tiene la pelota.

MENTALIZACIÓN Y LA SOLIDARIDAD

La mentalización y la solidaridad de todos coadyuvaron. También la rotación constante de puestos: todos aparecían a ratos por izquierda, por derecha, por el centro. Y, desde luego, la excelencia en la prestación individual. Parecía un entrenamiento entre la primera y los juveniles. A los 19 minutos ya ganaba 2 a 0. El Inter no sabía dónde estaba parado, sus jugadores se reprochaban entre sí, no pasaba la media cancha y tenía nueve hombres en su área en cada avance a fondo del PSG. Luis Enrique debe estar feliz, no solo por alcanzar su segunda Champions (el título 16 de su carrera como DT), sino por los modos, el método, el preciosismo unido a la contundencia, la comprensión y concreción de sus dirigidos. Un equipo semeja a una orquesta, si suena bien es obra del director. Esto coloca al técnico asturiano entre los grandes. Lo mezcla con Guardiola, Ancelotti, Klopp…

Los goles fueron llegando por decantación de la supremacía: Hakimi, dos de Doué, el georgiano Kvaratskhelia y, el último, un golazo de Mayulu, un chamo al que Luis Enrique le dio seis minutos para que se sintiera campeón. Y se sintió. Pudieron ser dos o tres más. Mbappé se fue al Real Madrid a cumplir su sueño: ser campeón de Champions, dado que en el PSG estuvo siete temporadas y no le parecía el club donde pudiera conseguirlo. Gracias a su decisión, Luis Enrique pudo armar esta máquina de toque, de juego colectivo, Mbappé no encajaba en este equipo, no es un futbolista de estilo asociativo. Sus características exigen jugar al pelotazo para que él pique y remate. Antes jugaban todos para Mbappé, ahora juegan para el PSG. Todos llegan al gol. Lo había dicho el técnico en el momento de la partida de Mbappé: “Seremos mejores sin él”. Tuvo razón. También acertó con los refuerzos, sobre todo Willian Pacho y Doué. Pacho es un zaguerazo, firme, joven, físicamente perfecto, con presente luminoso y futuro enorme. Formidable juego aéreo e impasable en el mano a mano. Si te acercas a menos de un metro y medio, deja la pelota y ándate. Hizo la escalera perfecta: de Independiente del Valle al Royal Antwerp de Bélgica, el salto al Eintracht Frankfurt y ahora al PSG.


DÉSIRÉ DOUE, UN MEGACRACK

El fútbol acaba de descubrir un megacrack: Désiré Doue, un fenómeno de 19 años proveniente del Rennes. Habilidad, atrevimiento, técnica, potencia. Son los mejores 50 millones de euros invertidos por el PSG. Destrozó al Inter en solo 65 minutos: dos goles, una asistencia y participación importante en un caudal de jugadas. Jugó como si tuviera diez Champions encima, era su primera. Y uno que ya estaba: Marquinhos, de rendimiento notable siempre. El correctísimo y eficiente capitán de comportamiento ejemplar lleva doce años impecables en el club. Se comió todas las decepciones en la búsqueda de la Orejona, ahora le toca festejar en grande. Nadie lo merecía más.

El Inter debe estar lamentando haber llegado a la final. Sufrió el mayor vejamen en sus 117 años de vida. Decenas de miles de interistas viajaron eufóricos a Múnich y se llevaron la decepción de sus vidas. Fue a jugar “a la italiana”, esperando ver qué hacía el adversario, agrupando mucha gente atrás y no tuvo nunca una vaga idea de qué hacer para contener al PSG. Fue arrollado de manera inmisericorde. A los diez minutos ya Simone Inzaghi, siempre sereno, gritaba desencajado a su tropa. En el primer gol había ocho interistas en su área, pero los sucesivos toques de Vitinha, Doué y Hakimi los desconcertaron por completo. Se miraban entre todos, impotentes. Cuando el Inter eliminó al Barcelona en semifinal (3-3 y 4-3) muchos analistas lo achacaron a la endeblez defensiva del Barça por sufrir siete caídas, pero el equipo italiano recibió seis. No había mayor diferencia. Y eso sin contar las innumerables situaciones de gol que le crearon los catalanes. Débil atrás era el Inter. La prueba es irrefutable: recibió once goles en los últimos tres juegos. Además, el medio campo nerazzurro (Barella-Mkhitarian-Calhanoglu) es muy limitado. Entre los tres no hacen un conductor como Vitinha. Quedó una sensación: si el otro finalista era el Barcelona, hubiese salido un partido más de ida y vuelta, pero que igual ganaba el PSG.

Además de haber creado la FIFA, los Juegos Olímpicos y el Balón de Oro, Francia dio vida en 1955 a la Copa de Campeones de Europa. Pero es de los países que menos la ganó. Siempre le fue esquiva. Debió esperar 32 años para alcanzar esta segunda, la primera fue del Olympique de Marsella en 1993. Sin embargo, lo ha logrado por todo lo alto. Con cinco goles y llevando el fútbol al nivel de espectáculo sublime, comparable a cualquier manifestación artística, con el agregado de la emoción y la imprevisibilidad, factores que lo tornan irresistible. El PSG se debía esta corona y se la debía al fútbol francés. Fueron trece años persiguiéndola con pasión, obstinadamente. La Liga de Granjeros, como la llaman en España, se abraza a su segunda Champions. Y puede que no quede ahí, el PSG es un plantel jovencísimo, atención…

La prensa madridista, siempre demeritando todo lo que no consiga el Real Madrid, tuvo un comportamiento mezquino, triste frente al suceso del club de la torre Eiffel. El diario AS (muy cercano al club blanco) apenas finalizado el partido tituló en su página digital: “¡Una Champions de 2.283 millones de euros!”. Y en la bajada: “Tras 15 años de fuerte inversión, Qatar y el PSG conquistan Europa”. En referencia, claro, a lo que gastó el club parisino en refuerzos desde que fue adquirido por el fondo Qatar Investments. El PSG no invirtió 2.283 millones para alzar una Champions sino para convertirse en una marca global, en un club planetario, en la bandera del fútbol francés en el mundo. Antes del ingreso del fondo qatarí -en 2011- nadie hablaba del PSG, no era importante. En catorce años han logrado 37 títulos: 11 ligas, 8 Copas de Francia, 11 Supercopas, 6 Copas de la Liga y 1 Champions. Qatar compró el club en 80 millones de dólares, hoy está valuado en 4.600. Sin contar la montaña de ingresos que ha obtenido en ese lapso. Lo han logrado. Y ha sido un negocio de fábula: en catorce años pasaron de la nada a ser el séptimo club más valioso del mundo. Una hazaña. Y sí, necesitaban una Champions para rubricar esa fenomenal transformación. Es el broche dorado.

WILLIAN PACHO, PRIMER ECUATORIANO EN GANAR LA CHAMPIONS LEAGUE

El fútbol ecuatoriano también escribió este 31 de mayo una nueva página dorada con Willian Pacho como protagonista. El defensor nacido en Quinindé, Esmeraldas, se convirtió en el primer ecuatoriano en conquistar la Liga de Campeones de Europa. Pacho, de 23 años y titular en el encuentro, ya era parte de la generación dorada del Independiente del Valle que ganó la Copa Sudamericana 2019. Desde entonces, su ascenso ha sido meteórico: Amberes, Eintracht Frankfurt y ahora el PSG, con quien ha ganado todos los títulos posibles en Francia, culminando con la Champions. En su tierra natal, la alegría fue desbordante, miles se reunieron frente a pantallas gigantes para alentarlo. Pacho se unió así a figuras como Antonio Valencia, Pervis Estupiñán y Moisés Caicedo, que han brillado en Europa. Pero es él quien logró lo que ninguno había conseguido: levantar la 'Orejona'.


LUIS ENRIQUE RECUERDA A SU HIJA FALLECIDA: "ELLA ESTÁ SIEMPRE"

La emoción desbordó el césped del estadio alemán tras la histórica victoria del Paris Saint-Germain en la final de la Champions League. El equipo francés, dirigido por Luis Enrique. Pero más allá del resultado deportivo, el momento estuvo marcado por un recuerdo profundamente emotivo: el homenaje del técnico asturiano y su familia a su hija Xana, fallecida en 2019, con nueve años, a causa de un osteosarcoma. La figura de Xana sigue guiando cada paso de su familia. Como dijo Luis Enrique: "Se trata de sacar lo positivo de lo negativo. Esa es la mentalidad que nos define. Y Xana sigue siendo nuestra mayor inspiración".

Luis Enrique, visiblemente conmovido, quiso dedicar el triunfo a su pequeña, cuya ausencia física no ha impedido que siga siendo una presencia constante en su vida y en la de su familia. "Mi hija está siempre. No necesito ganar una Champions para recordarla, pero este triunfo también es suyo", declaró en la rueda de prensa posterior al partido, con la serenidad que lo caracteriza. El cariño de la afición no pasó desapercibido. Poco después del pitido final, una pancarta gigante cayó desde la grada: en ella, una imagen de Xana en brazos de su padre, ondeando una bandera del PSG. Fue uno de los momentos más emotivos de la noche, que hizo brotar las lágrimas entre muchos asistentes. "Ha sido muy emocionante ese detalle de los aficionados con mi familia. Lo agradezco profundamente", comentó el entrenador. "La siento especialmente cuando las cosas no van bien, cuando necesitamos fuerza. Es una presencia espiritual que nos impulsa a seguir adelante". Tras el partido, el técnico cambió su camiseta por otra de la Fundación Xana, creada en memoria de su hija. En ella, se podía ver ilustrada la imagen que había descrito anteriormente: él y Xana celebrando la final de Berlín en 2015, cuando ganó la Champions con el FC Barcelona. La celebración no estuvo completa sin la presencia de su familia en el terreno de juego. Elena, Sira y Pacho se unieron a Luis Enrique para abrazarse y festejar juntos, en una escena cargada de simbolismo y unión. La fotografía de los cuatro fundidos en un abrazo recorrió el mundo, acompañada de titulares como "Se celebró en el cielo".

El Paris Saint-Germain cumplió ante un Inter de Milán que no supo encontrar las estrategias al conjunto de Luis Enrique y confirmó la denominada 'Ley de Múnich'. La 'Ley de Múnich' se debe al dato de que, de las cuatro finales de Champions que se han disputado en la ciudad alemana, han salido cuatro campeones inéditos de la máxima competición europea. El Chelsea en la temporada 2011/21, el Borussia Dortmund en la 1996/97, el Olumpique de Marsella en la 1992/93, Nottingham Forest en la 1978/79 y ahora el Paris Saint-Germain en la 24/25, son los equipos que confirman que cada vez que se disputa una final de Champions en Múnich, un nuevo campeón levanta su primera 'Orejona'. Tras lograr el título de la Champions League, el técnico español Luis Enrique y sus dirigidos llegaron a París para seguir la celebración, ahora con sus hinchas y familias. En un vuelo especial llegaron los campeones que participaron en el desfile por las calles de París hasta el estadio Parque de Los Príncipes para continuar con la fiesta de celebración del primer título de campeón del fútbol europeo. Cánticos, banderas, bengalas y muchos móviles grabando, así fue aclamado el París Saint-Germain por sus hinchas en París, primero en un desfile en los Campos Elíseos y después en su estadio. Como broche de oro a una jornada de euforia, la icónica Torre Eiffel se iluminó con los colores azul y rojo del club parisino, bañando el cielo nocturno en un vibrante homenaje al nuevo campeón de Europa.

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