Para el Papa Francisco, el fútbol era algo más que deporte. Era un vehículo para la paz, la conexión y la humanidad. Creía que el fútbol ofrecía lecciones de vida tan valiosas como la Biblia
FRANCISCO, QUÉ JUGADOR
      A-    A    A+


Hernan Quiroz Plaza

"Muchos dicen que el fútbol es el deporte más bello del mundo. Yo también lo creo", declaró en una ocasión el Papa Francisco, y a lo largo de su papado vivió esas palabras. Desde las calles de Buenos Aires hasta los salones del Vaticano, el amor del difunto Pontífice por el deporte rey no era ningún secreto. Hincha de San Lorenzo de toda la vida, Jorge Mario Bergoglio siempre llevó su pasión por el fútbol al más alto cargo de la Iglesia Católica. Cuando se confirmó la noticia de su fallecimiento el lunes 21 de abril por la mañana, la Serie A italiana actuó de inmediato, aplazando todos los partidos programados para el lunes de Pascua. Fue un gesto conmovedor, que reflejaba el profundo vínculo del Papa con este deporte, que consideraba un símbolo de camaradería, compañerismo y trabajo en equipo. "El fútbol es un deporte de equipo. No puedes divertirte solo", mencionó el Papa a una multitud de jóvenes italianos, jugadores de fútbol y entrenadores en el Vaticano en 2019. "Y si se vive así, puede hacer bien a la mente y al corazón en una sociedad exasperada por el subjetivismo".

Como la mayoría de los niños argentinos, Jorge Mario Bergoglio estuvo inmerso en el mundo del fútbol desde muy pequeño. Jugaba durante horas con sus amigos en campos de asfalto o polvorientos conocidos como "potreros" en su barrio natal de Flores, en Buenos Aires. Sin embargo, según su propia valoración, no era tan bueno... En su autobiografía "Esperanza", recientemente publicada, Francisco dijo que sus habilidades eran tan pobres que le apodaban 'pie duro'. Como muchos miembros de su familia, se convirtió en un devoto seguidor del San Lorenzo, club fundado por el sacerdote Lorenzo Massa en 1908. El equipo ganó su primera Copa Libertadores, el torneo de clubes más importante de Sudamérica, en 2014, un año después de que él se convirtiera en Papa. La junta directiva del club y un grupo de jugadores llevaron el trofeo al Vaticano.

Para el Papa Francisco, el fútbol era algo más que deporte. Era un vehículo para la paz, la conexión y la humanidad. En 2014, organizó en el Vaticano el Partido Interreligioso por la Paz, invitando a jugadores de todo el mundo a participar en un torneo. A lo largo de su pontificado, Francisco también se reunió con Lionel Messi, al que muchos consideran el mejor que jamás ha dado una patada a un balón, y recibió en el Vaticano a una larga lista de otros grandes del fútbol, desde Ronaldinho, Mario Balotelli, Gianluigi Buffon y Andrea Pirlo, hasta la selección croata de cara a la Eurocopa 2024.

EL GRAN CABALLERO ES PELÉ
 
En una entrevista concedida a la televisión italiana 'RAI' en 2023, Francisco dio su opinión sobre quién es el mejor futbolista de todos los tiempos. Cuando se le pidió que eligiera entre Maradona y Messi, ambos capitanes de la selección campeona del mundo, Francisco se decantó por otro de los favoritos de los aficionados. "Añadiré un tercero", dijo. "Pelé". Conoció al brasileño, devoto católico y tres veces ganador de la Copa del Mundo, antes de que fuera elegido Papa. Francisco se reunió después con Messi y Maradona en el Vaticano como Pontífice. "Maradona, como jugador, era genial. Pero como hombre fracasó", dijo Francisco sobre el ganador del Mundial de 1986, que luchó contra el consumo de drogas y problemas de salud y murió en 2020 a los 60 años. Maradona fue celebrado por gente que al final no le ayudó, añadió el Papa. Describió a Messi, que levantó el trofeo de la Copa del Mundo en 2022, como "muy correcto" y un caballero. "Pero para mí, entre esos tres, el gran caballero es Pelé", dijo el papa. En un mensaje leído durante un homenaje a Pelé en Río de Janeiro un año después de su muerte en 2022, Francisco dijo que "muchas de las virtudes necesarias para realizar una actividad deportiva, como la perseverancia, la estabilidad y la templanza, forman parte también de las virtudes cristianas". “Pelé fue sin duda un atleta que manifestó estas características positivas del deporte en su vida".

Su gloria comienza ahora. El hombre bueno y sencillo, el representante de los pobres, los oprimidos, los dolientes, los inmigrantes y los discriminados será un ícono mundial en las décadas que vienen como ya lo son sus compatriotas Maradona, Messi. Prestigió a la Iglesia católica, la acercó derribando el muro de solemnidad, de inaccesibilidad, de acartonamiento, de cierta soberbia cardenalicia sin reprender a nadie, ofreciendo a todos, sus manos, su sonrisa diáfana, su palabra sabia, el ejemplo de su modestia. La Iglesia debiera poner en una vitrina del Vaticano sus famosos zapatos negros gastados en las calles de Buenos Aires que siguió usando siendo ya el Santo Padre “porque estaban buenos”. No solo el catolicismo derrama lágrimas por él, la humanidad entera saluda su paso a la eternidad. Incluso judíos y musulmanes y de otras creencias se unieron en el pesar por su adiós. Francisco es la imagen del ciudadano de a pie que alcanza la cima más alta sin perder su esencia (“Tan bueno que no parece argentino”, dirán millones en América Latina).

EL PRIMER MILAGRO

“El primer milagro de Francisco: la despedida del papa une al mundo entero”, tituló el rotativo Bild alemán, el diario de mayor tirada de Europa (3′650.000 ejemplares). E ilustra con una foto de Donald Trump junto con otros líderes mundiales, opositores a él, despidiendo el féretro de Jorge Bergoglio. “Inmediatamente santo”, publicó La Voce del Popolo, periódico croata en idioma italiano. “El papa de la gente”, define La Gazzetta del Mezzogiorno, del sur de Italia. Podrían acumularse miles de calificativos dados al gran pontífice que nos deja. Que un argentino llegue a papa es extremadamente inusual, que un argentino no sea hincha de fútbol es tal vez más extraño. Allí la gente vive, come y piensa fútbol. Monseñor Bergoglio no fue la excepción. De muy niño siguió el mandato paterno. Don Mario era fan de San Lorenzo, vivían en Flores, barrio con fuerte influencia azulgrana, y se apasionó con los colores azul y rojo. Seguramente los domingos, allá en Roma, cuando acababa la misa y sus funciones papales le daban paso al hombre común que fue, consultaría a su asistente argentino: “¿Cómo salió el Ciclón...?” Inmediatamente repreguntaría: “¿Cómo estamos con el promedio del descenso...?”.

El San Lorenzo del 46, una de las manifestaciones más sublimes de la historia de este deporte. Desafiando el frío y la nieve de diciembre y enero en Europa, San Lorenzo regaló catedrales de fútbol. Bailaban sobre la cancha. Inmediatamente después de consagrarse campeón argentino, el Ciclón salió de gira por España y Portugal y generó un suceso jamás visto hasta nuestros días. Hubo factores concurrentes: la España franquista estaba aislada del mundo, excepto por la Argentina de Juan Perón, que le extendió su mano y la salvó de ser expulsada de la Sociedad de Naciones (antecesora de la ONU). La decisión debía ser unánime y solo faltaba un voto: Perón la tiró abajo. Había, pues, una simpatía hacia todo lo argentino. Además, hacía diez años que un equipo extranjero no pisaba la patria de Cervantes. Y llegó el San Lorenzo de Pontoni y Martino, dos genios. Causó tal sensación que hasta nuestros días persiste en la Madre Patria la frase que se acuñó tras su paso: “El fútbol es un antes y un después de San Lorenzo”. La península ibérica solo conocía un estilo: el de fuerza, carrera y pelotazo. Ahí descubrió el toque corto, la habilidad, la cerebración por encima del ímpetu. San Lorenzo era arte, armonía, preciosismo y contundencia. Para mejor, estaba capitaneado por Ángel Zubieta, un vasco que había sido campeón con el Athletic de Bilbao en 1936 y que, al estallar la Guerra Civil, había escapado con la selección de Euskadi. Su madre y su hermana habían viajado desde Vizcaya a Madrid para verlo después de años. En las canchas lo aclamaban. Fue todo muy emotivo.

De ese San Lorenzo inmortal se enamoró el papa Francisco, que iba al viejo Gasómetro a verlo con toda su familia. Y de allí surgió su ídolo: René Pontoni, un artista de la pelota. Por aquel cariño Francisco recibió en audiencia privada al escribano (notario) René Pontoni, hijo del crack, quien le llevó como obsequio la pelota que atesoraba su padre de cuando fueron campeones. La espectacular escena de la película Los dos papas, de Fernando Meirelles, con Jonathan Pryce y Anthony Hopkins, mirando la final del Mundial 2014 entre Argentina y Alemania, describe a Francisco: un gran conocedor del juego. Su condición de futbolero lo torna más terrenal, más de los nuestros. Y se fue campeón del mundo.

EL PAPA Y LA INCLUSIÓN SOCIAL

El Papa Francisco promovió el deporte como herramienta de inclusión social, especialmente para los jóvenes marginados y comunidades vulnerables. En el marco de su visión de una “Iglesia en salida”, apoyó programas de fútbol comunitario en barrios pobres de América Latina, África y Asia, reconociendo su potencial para brindar esperanza y oportunidades donde el Estado y otras instituciones no llegan. A diferencia de sus predecesores, -hincha de San Lorenzo y la Selección de Argentina- entendió el deporte como escuela de la vida y una herramienta para construir una sociedad con valores de respeto, pero sobre todo para enviar un mensaje de paz. “De Jorge Mario Bergoglio a Francisco, hubo algo que jamás cambió: su amor por el Ciclón”, escribió el club en redes sociales, en donde además compartió distintos momentos de Francisco I como aficionado. “¡Adiós, gracias y hasta siempre! ¡Estaremos juntos por la eternidad!”, fueron las palabras de despedida de San Lorenzo para su socio número 88235, quien curiosamente falleció a los 88 años de edad, a las 2:35 horas del tiempo de Argentina.

Un pontífice futbolero, partidario entusiasta de un equipo y socio de un club de su país, constituyó la más grande sorpresa. Recibió a los más famosos astros del balompié, aceptó obsequios de camisetas y balones autografiados y, desafiando las rigideces curiales, instaló en una habitación de la residencia papal un museo donde predominaban los colores de San Lorenzo de Almagro. El papa Francisco creía que el fútbol ofrecía lecciones de vida tan valiosas como la Biblia.

ANÉCDOTAS

Hay tanto que rememorar de este querido personaje que hoy descansa en la gloria divina. En una parte de su libro trae al recuerdo una anécdota: “Un gran escritor latinoamericano, Eduardo Galeano, cuenta que un día un periodista le preguntó a la teóloga protestante Dorothee Sölle: “¿Cómo le explicaría a un niño qué es la felicidad?”. “No se lo explicaría —respondió ella—, le daría una pelota para que jugara”. No hay mejor manera de explicar a alguien qué es la felicidad que hacerlo feliz. Y jugar hace feliz, porque a través del juego puede expresarse la propia libertad, competir de manera divertida o, simplemente, vivir la afición… Porque puede perseguirse un sueño sin que uno deba convertirse forzosamente en campeón”.

Que la lección que se deriva de esta anécdota sea aprendida por profesores de las divisiones formativas en nuestro fútbol y en todos los deportes, por dirigentes de los clubes y, de modo especial, por padres de niños y jóvenes que quieren hacer de sus hijos unos “campeones”. El último capitán de la iglesia católica, fue un sudamericano, siempre con los mismos botines y con los pies en la calle, predicó siempre el juego en equipo, pidió perdón por faltas que él nunca cometió. Cada vez que festejemos un gol al cielo, hagámoslo con honores, honores al Gran Capitán de la Iglesia y del fútbol.





Ver más artículos de Hernan Quiroz Plaza en