LA REDENCIÓN SOCIAL A TRAVÉS DE LA MÚSICA: EL APOSTOLADO DEL MAESTRO ABREU
Rosario Anzola
LA REDENCIÓN SOCIAL A TRAVÉS DE LA MÚSICA: EL APOSTOLADO DEL MAESTRO ABREU
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Rosario Anzola
José Antonio Abreu tenía apenas unos treinta años y era ya un reconocido profesional de la economía, con una destacada actuación en los ámbitos académicos, universitarios, políticos y culturales. De igual manera se destacaba como músico y le rondaba la idea de trabajar por una sociedad más justa y solidaria a través de una formación musical sustentada en una filosofía ética y estética y una didáctica integradora e inclusiva para la enseñanza. Hizo de este objetivo su misión de vida convirtiéndose en un apóstol de la redención social a través de la música. Su incansable apostolado comenzó hace 50 años, cuando convocó a un grupo de jóvenes para exponerles –con el entusiasmo y la vehemencia que lo caracterizó– que ellos protagonizaban el inicio de un movimiento que cambiaría la historia de la música, no solo en Venezuela sino también en el mundo. Así fue y así ha sido…
El Maestro ejerció la humildad y la austeridad como reglas de vida y su mayor regocijo –franciscanamente hablando– fue sentirse un instrumento de la creación en un firme compromiso misional con el Creador. Desde sus soledades visualizó a cientos y miles de seres concertados en el espíritu de la armonía, porque cada integrante de El Sistema contagia –por lo menos– a cinco personas de su entorno inmediato. Esta visión fue para él la esencia de una “mahleriana” y permanente resurrección del diálogo para Venezuela. Su enorme capacidad gerencial le permitió establecer y cumplir un plan de relaciones institucionales a nivel nacional e internacional desde el primer año y en los años sucesivos. Con esta gestión dio a conocer la calidad de sus músicos y la trascendencia de su proyecto. Se propuso –como tarea incesante– invitar a destacados directores y músicos de los cinco continentes para que presenciaran los resultados de su proyecto, además de hacerlos participar en diferentes programaciones. Las relaciones públicas, dirigidas personalmente por el Maestro, le permitieron acceder a apoyos financieros indispensables para sufragar los continuos y exigentes gastos que requería la operatividad de El Sistema.
Estructurar y desarrollar el proyecto a lo largo de cincuenta años ha sido y es una odisea de construcción persistente, atendiendo al substrato Abreu: hacer de los grupos musicales comunidades constituidas para socializar las experiencias, practicar la concertación en grupo, integrar voluntades y transferir el aprendizaje a la vida personal, a la familia, a la escuela y a la sociedad. El engranaje así formulado responde a un modelo de sincronicidad donde sus integrantes se concertan –englorioso concierto– con la exploración de “sentimientos sublimes” (palabras empleadas por el Maestro Abreu), en un sentido firme de pertenencia y en la consolidación de una autoestima positiva, convirtiéndose en personas solidarias y líderes en cualquiera de los campos en que les corresponde desenvolverse.
Desde sus orígenes, El Sistema revela sus principios filosóficos y metodológicos con una visión intercontinental del arte, la masificación de la música, la diversidad cultural, la búsqueda constante de servicio social, la pluralidad y el encuentro; nociones que nos presentan las bases conceptuales y la estructura pedagógica que han hecho posible la universalidad de su modelo organizacional.
Los lineamientos conceptuales que fomentan el crecimiento individual en el proceso del aprendizaje musical significan asimismo el fortalecimiento de la experiencia vital en armonía y concordancia con lo colectivo. En este proceso participan por igual las familias de los niños y jóvenes participantes, sus comunidades, el personal administrativo y de apoyo de El Sistema y hasta de los benefactores que se sienten orgullosos de poder aportar recursos a tan magnífica obra.
La inserción en este universo se consolida desde los primeros encuentros del niño-estudiante con su instrumento o con su grupo coral, de la mano con una educación artística que los conecta a los “ideales sublimes de belleza” (como diría el mismo José Antonio Abreu). Esta enseñanza-aprendizaje los hace empáticos y conscientes para desempeñarse como parte activa y corresponsable de los avances y resultados tanto de ellos como de sus compañeros musicales, atendiendo al principio orquestal y coral donde todo depende de todos. La progresión de esta innovadora práctica metodológica evidencia la inserción, incluso la reinserción en la sociedad a través de la experiencia vivida en los grupos orquestales y corales, en los grupos de música popular de raíz tradicional, de salsa, de rock y de jazz. La vivencia de niños y jóvenes como parte de El Sistema, (algunos de ellos hoy pasan del medio siglo) y de los semilleros actuales, no se remite a formar filas de músicos profesionales. Quienes han pasado por El Sistema han transformado su sensibilidad y su conciencia como ciudadanos y este es quizá el mayor logro obtenido, gracias a la visión creativa y futurista del Maestro Abreu, quien además tuvo muy presente preparar a las generaciones de relevo que han continuado su obra, adaptándose a los tiempos y a las circunstancias sin desatender los postulados germinales del proyecto inicial.
La formación dentro de El Sistema es monitoreada y facilitada por profesores que se han formado en sus filas. El proceso pedagógico se realiza en colectivo, de una forma inter-generacional, con la práctica junto a compañeros contemporáneos, de distintos niveles de aprendizaje, que son guiados por un maestro o profesor que va cediendo a los más avanzados la responsabilidad de guiar a los compañeros que tienen menos conocimientos del instrumento. Es así como, en un acierto pedagógico indiscutible, al alumno que domina mejor su instrumento se le otorga el compromiso de enseñar lo que ha aprendido a un compañero que se inicia o que está rezagado en el aprendizaje. Otro de los reconocimientos al esfuerzo y la dedicación es que los estudiantes que destacan son pasados a un mayor nivel de exigencia para lo cual le facilitan clases con profesores particulares. De igual manera, dentro del seguimiento al alumnado se tiene previsto captar a los estudiantes más talentosos para ofrecerles talleres y seminarios con el fin de fortalecer sus progresos y los más destacados pasan a formar parte de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar. No es de extrañar pues la presencia de reconocidos directores, ejecutantes y cantantes, egresados de El Sistema, en las principales orquestas del planeta.
En relación al afán pedagógico del Maestro Abreu, dos de los programas donde se evidencia más su ideal de educar sobre la base de la formación, integración e inclusión social son: Nuevos Integrantes del Sistema (NIS), dirigido a bebés y niños de 0 a 3 años, a quienes se les brinda la oportunidad de desarrollar su talento musical para luego, de acuerdo a la disposición de sus padres o representantes y a su mismo potencial, poder ingresar a algunos de los núcleos orquestales y corales y el Coro de Manos Blancas, insertado en el Programa de Educación Especial (PEE) creado en 1995 con el fin de integrar a través de la música a niños, jóvenes y adultos con diversidad funcional, es decir con discapacidades físicas o cognitivas, dificultades de aprendizaje, autismo y déficits sensoriales, quienes comparten la actividad coral con personas que no tienen discapacidades, lográndose una conmovedora actividad conjunta de compañerismo y fraternidad, donde todos aprenden de todos. Merecida mención lo merecen algunos programas especiales como las orquestas y coros constituidos en las cárceles de Venezuela (Programa Académico Penitenciario), dirigido a transformar la vida de mujeres y hombres privados de libertad, con el propósito de sembrar valores sociales, por medio de la disciplina de la música y dignificar a los reclusos para ayudarlos a superar la adversidad mientras cumplen su condena.
Casi un centenar de países han establecido núcleos orquestales y programas de enseñanza musical inspirados en el programa Abreu. Esta réplica obedece, en gran medida, al impacto social comprobado que genera, pues privilegia a las comunidades desfavorecidas, caracterizadas por conflictos de violencia o discriminación.
La experiencia multiplicadora del modelo incluye por ejemplo a algunos pueblos indígenas del altiplano andino (Bolivia), a las orquestas binacionales, a la implantación en barriadas marginales de México, Argentina, Grecia y en grupos complejos como la orquesta de palestinos y judíos, promovida por Daniel Baremboim (West–Eatern Divan Orchestra). Con igual éxito el maestro Gustavo Dudamel ha puesto en marcha la YOLA, la Orquesta Juvenil de Los Ángeles en los EEUU.
En una oportunidad tuve el privilegio de conversar con José Antonio acerca de la educación como prioridad insustituible del Estado y él me confesó que una de sus magnas aspiraciones era que la Educación Artística debía incluirse en la Declaración de los Derechos Humanos. Tiempo después me topé con el discurso que pronunció en la inauguración del Festival de Salzburgo en 2013, para mí resultó un verdadero deslumbramiento. Me permito transcribir algunos de sus brillantes párrafos:
Si la Educación se propone fomentar el crecimiento de la individualidad humana, armonizándola simultáneamente con la sistémica unidad del grupo social a que pertenece, en el proceso resulta de crucial importancia la función asignada a la Educación Estética, llamada a preservar la intensidad natural de todos los modos de percepción y sensación y su coordinación entre sí y en relación al ambiente; a estimular la manifestación del sentimiento en forma comunicable; y a habilitar, así mismo, la expresión comunicable de aquellos modos de experiencia mental que, de otro modo, permanecerían parcial o totalmente inconscientes…
La triple vertiente de Belleza, Verdad y Bien en el corazón del Ser perfila la condición estética del hombre individual y colectivo, al tiempo que proclama la dimensión estética de la vida misma. Si, tal como ya se ha demostrado experimentalmente, el niño aprende a organizar su experiencia mediante la operación del sentimiento estético que lo acompaña desde su nacimiento, corresponde sin duda a la Educación afianzar vigorosamente tal sentimiento…
Todo niño que asume la vocación artística, como Ejecutante de Instrumento o Integrante del Coro, experimentará en su persona la integral realización propia de su condición humana mediante la transformación de su espíritu por aquella excelsa Música que, mensajera del soplo divino, consagra su condición de Artista. Y aún el niño que no asuma la vocación musical en sí misma, tiene derecho a exigir del El Sistema Educativo la formación estética indispensable que habrá de garantizar su madura construcción interior, producto del simultáneo cultivo de sensibilidad e intelecto. Eventualmente, tocará al ministerio religioso la tarea de modelar, completar y perfeccionar la integración plenaria de su persona humana conforme a un principio espiritual superior y trascendente, para una vida pletórica de sentido, signada por el amor y la entrega generosa…
Democratizar el El Sistema Educativo al extremo de garantizar a todo niño plenario acceso a la Literatura y al Arte, al Pensamiento Filosófico Superior y a la Vida Ecuménica gozosamente compartida, no puede ser concebido sino como causa prioritaria, insoslayable y emergente para una profunda y valedera transformación de la Sociedad Civil y del Estado…
El Arte de la Música ya no constituye un lujo social. Si el quehacer musical abraza entera la cotidianeidad, entonces un niño puede tocar el Clarinete en su hogar ante sus hermanos y niños vecinos, otro el Violín en la Carpintería de su padre, mientras muchos otros pueden exhibir sus destrezas y logros en Recitales y Conciertos ante la audiencia del Barrio, de la Escuela, del Pueblo de Artesanos, de la Aldea de Pescadores. La pobreza material comienza a ser vencida por aquella riqueza espiritual que germina por y en la Música. Puesto que los jóvenes y niños del Coro y la Orquesta interactúan creativamente ensayando, tocando, escuchando y cooperando, la Música, y lo que ella implica en términos de desarrollo personal, dinámica familiar y alegría comunitaria, se incorpora de manera natural y espontánea a la existencia individual y colectiva. Acudimos al encuentro del Arte, ya no sólo en los Museos y Conciertos, sino en las personas y en las cosas de todos los días, contra el uso perverso del tiempo libre, contra la droga y la violencia… En la medida en que los Educadores creamos, con mayor y más apasionada convicción, en la potencialidad inmensa del Arte, ya no como anacrónico reducto de pseudo–élites, sino como umbral inminente y prodigioso de una Nueva Tierra, pórtico de un Nuevo Cielo, habremos hallado clave portentosa para quebrantar estructuralmente el Círculo Vicioso de la Pobreza. He aquí un compromiso, y un concepto, que no dicotomizan Educación y Cultura, sino que las funden en una sola e indisoluble dimensión espiritual; que, al fundarse en la prioridad de la Formación Estética, afianza al mismo tiempo, en el seno del proceso pedagógico, la conciencia de lo ético; que quiere contribuir audazmente a la transformación estructural del El Sistema Educativo conforme a una pauta académica novedosa, idónea para garantizar un Hombre Nuevo para el Nuevo Mundo, iniciado en el saber humanístico y, simultáneamente, cabalmente apto para el ejercicio profesional de la técnica, pleno de iniciativa creadora, apasionado por la entrega y por la lucha existencial.
El discurso de Salzburgo es una pieza antológica e histórica que debería ser estudiada y analizada en todas las universidades e instituciones que se dedican a formar maestros y profesores. Su texto compendia la filosofía del Maestro Abreu acerca de lo que deben ser los ideales educativos del siglo XXI. Por eso comparto, palabra a palabra, la afirmación de Sir Simón Rattle, cuando afirmó: “El Sistema sigue siendo el modelo de educación más inspirador que he conocido”.
Incansablemente, El Sistema continúa en su descubrimiento de lo posible y en la recuperación de lo imposible. Cada vez que veo el documental “Tocar y Luchar” me quedó con la sensación de que “Dios debe ser como la música”, como lo afirma allí un niño de apenas 11 años. Las palabras de este sabio preceptor me han llevado a pensar que Dios es: Como la música del niño que duerme al lado de su cello. Como la niña de un pobrísimo barrio de Caracas que trepa escaleras arriba del cerro con su violín a cuestas. Como el joven violinista que ensaya Vivaldi en su casita rural del llano. Como el mulatico de ojos verdes que toca su trompeta frente a la playa de Güiria. Como el niño ciego que toca piano como los ángeles. Como el joven autista que se convierte en un titán cuando ponen en sus manos la bandola. Como el adolescente que abandona el crack para entregarse con fervor al clarinete. Como el catirito de Chacao que cuenta de sus conciertos en New York, Roma y Berlín. Como la presidiaria que aprende a llorar de alegría y esperanza en su primer ensayo. Como el joven director que deslumbra al mundo. Como el gigantesco coro de franelas multicolores, al igual que el variopinto mestizaje de sus integrantes, que entona con increíble maestría la parte coral de la Resurrección de Mahler.