Julio Iglesias: “Ni tú Tenías Cáncer, Ni Yo he Fracasado”
Por: Con Clase
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Chismes Retro de Yolanda Herrera


Era el año 1971. Julio Iglesias comenzaba a escucharse con la canción “Gwendolyne”. Había ganado el Festival de Benidorm, con el tema “La vida sigue igual” y el empresario español Rafael Zafrilla lo contrató para De Fiesta con VeneVisión. Un programa estelar, con cuatro animadores: Alfonso Álvarez Gallardo, Franklin Vallenilla, Efraín De La Cerda y Luis Turmero. Para entonces, yo era considerada una importante periodista de farándula. Me dieron una entrevista exclusiva en el canal, mientras se transmitía el show. Ese mismo día, antes de subir al canal en Colinas de Los Caobos, tuve que llevarle a mi médico el resultado de una exploración de tiroides.

No tenía idea que quien me había hecho el examen era un renombrado oncólogo. Fue la primera vez que escuche la palabra cáncer. La recomendación era ¡una cirugía ya!, por lo que le pedí a mi doctor que me diera por lo menos una semana para “arreglar mis cosas” y me fui a mi entrevista.

Julio se reunió conmigo en el pasillo del estudio, pasando sin pena ni gloria. Mientras conversábamos fuera del estudio, donde se desarrollaba el show, pasó Ligia Lezama, que era la directora de Relaciones Públicas de VeneVisión: “¿Cómo estás, Yolanda?” Aquí, con cáncer… Julio paró en seco la entrevista y me dijo: “Tú con cáncer y yo fracasando. Escribe lo que quieras y vámonos a cenar”. Su manager Alfredo Fraile y Zafrilla estuvie­ron de acuerdo y nos fuimos a El Campanero, un restaurante muy popular ubicado en Las Mercedes. Nos reíamos de que uno fuera Iglesias y el otro, Fraile. Un dúo que se complementaba. Al final de la divertida cena, Julio comenzó a comportarse de la manera más natural que se puedan imaginar. No se guardó nunca una mala palabra.

Cuando nos despedimos, yo les pedí un taxi para que los llevara al Caracas Hilton, donde ellos estaban hospedados, pero Julio se subió a mi carro y me dijo: “Alfredo nos sigue en el taxi, queremos acompañarte”. Acepté y supuse que, cuando llegáramos a mi casa, él se subiría al taxi y adiós. No fue así, decidió que iba a hablar con mi esposo. Subimos a mi apartamento. Se presentó y le dijo: “Yo la distraje de su cáncer” (mi esposo todavía no sabía de mi mal, no había celulares) y conti­nuó: “y ella me distrajo de mi fracaso”.

Total, desde ese momento, durante los días que estuvieron en Caracas, salíamos, fuimos hasta a un autocine y casi siempre, mi cuñada Angelina, que era soltera y contem­poránea, nos acompañaba, hasta que llegó el día de su presentación en El Novgorod, un lugar de shows nocturnos que quedaba en el edificio Teatro Altamira. Cuando llegamos, el local estaba completamente vacío. Solo estaban Beatriz Veittané (sacerdotisa de María Lionza), que fumaba un tabaco para atraer público, Siria Dávila, modelo de la cuña de la Cerveza Caracas, mi cuñada, Isa Dobles, otro empresario, Enzo Morera, que quería conocer a Julio, un músico muy joven que no recuerdo su nombre, Rafael Zafrilla y yo. Cuando entré y vi la ausencia de público pasé por la barra y pedí una ginebra, entré al camerino, se la ofrecí a Julio y le dije: “Tómate esta ginebra fondo blanco y sal a cantar que afuera estamos tres mujeres que valemos por mil”. Demás está decir que Alfredo Fraile me quería matar por haberle ofrecido alcohol a Julio. Salió a cantar y en la mitad del show, me decía: “Yolanda, tú sabes que mis canciones no son tan tristes”. Por su parte, Alfredo Fraile me acusaba de haberlo emborrachado. El incidente se conoció y al correr del tiempo, son muchos los que cuentan que estuvieron allí esa noche, y, de haber sido así, El Nóvgorod habría estado repleto.

La cirugía de mi tiroides se programó para unos 10 días después del diagnóstico. Julio Iglesias decidió quedarse en Caracas, hasta saber el resultado de mi operación. Me dejó un enorme elefante de peluche rosado con una tarjeta que decía: “Te deje dormidita, pero ni tú tenías cáncer, ni yo he fracasado, te lo prometo”.

A los pocos meses Julio regresó a Cara­cas. Efectivamente, no había fracasado, ya venía con una canción pegada: “Un canto a Galicia”. Era un Julio triunfador. Ahora, venía con un equipo. No solo lo acompañaba Alfredo Fraile, el grupo incluía un profesor de inglés. “Voy a conquistar los Estados Unidos”; “Voy a grabar la canción más impor­tante de cada país y a pasear el ‘Alma Llanera’ por el mundo”.

Aprendió, y conoce el negocio mejor que nadie. Está considerado uno de los hombres más ricos porque, además de cantar, es el rey de los business. Cuando cantó en el Madison Square Garden, invitó a cien amigos del mundo. A los venezolanos nos mandó su avión, todos éramos periodistas, pero sus amigos del mundo eran simplemente sus amigos. Fue una presentación inolvidable en Nueva York y una atención maravillosa y sólo Isa Dobles y yo estuvimos alojadas en el Waldorf Asto­ria, al lado de él… La carrera de Julio Iglesias ha sido y seguirá siendo un gran éxito del hombre que cantó algo tan importante como me “Olvidé de Vivir” y “Soy un truhan, soy un señor”, siendo siempre un gran señor.