“La Realidad es la Reina de los Excesos”
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Leonardo Padrón

Fotografía: Roberto Mata
Agradecimientos: Alejandro Celedón


Con una carrera consolidada, en 2017 se encontró sin otra opción que no regresar a su país. Sin embargo, no ha dejado de escribir y trabajar, ni de reflexionar sobre Venezuela. En estas páginas, brindamos una breve conversación sobre sus más recientes novedades en el mundo del streaming y el ámbito editorial

Leonardo Padrón siempre ha comentado que su tránsito por la literatura se inició en los kioscos, pues en los años 60, al igual que durante todo el siglo XX, los niños y jóvenes se aproximaban al hábito de la lectura a través de las historietas y suplementos de superhéroes, los imaginativos cómics. Caraqueño, su ciudad —en cierta forma— lo define, ya que en varias oportunidades ha manifestado que es un enamorado de la capital, con todo lo que ello conlleva. Poeta, guionista de cine y televisión, cronista, editor, locutor, es esencialmente, un escritor. Con una trayectoria en la que ha recorrido distintos géneros, ha sido su trabajo en los medios audiovisuales lo que le ha permitido adentrarse en el imaginario nacional. Heredero de lo que se conoce como la “telenovela cultural o realista”, establecida por escritores como José Ignacio Cabrujas y César Miguel Rondón, títulos como “El país de las mujeres”, “Cosita rica” o “La mujer perfecta” le dieron la popularidad y reconocimiento en el público venezolano y latinoamericano.

Recientemente sumó un nuevo logro a su exitosa carrera. A solo una semana de su estreno, su primera historia para la plataforma de streaming, Netflix, se convirtió en la serie más vista en todo el mundo. “Pálpito” se grabó en Bogotá, aunque podría ocurrir en cualquier urbe. Durante 14 capítulos, Leonardo Padrón narra, en su particular estilo, una trama que gira alrededor de una encrucijada extrema, un gran dilema mo­ral y ético: ¿hasta dónde llegarías por amor?

Es un lugar común afirmar que Leonardo Padrón es un cronista de su época, pero lo es. Los difíciles momentos de la peor crisis de nuestra historia contemporánea fueron, muy a su pesar, los motivos que alimentaron su más reciente producción editorial: “Tiempos feroces”. Pu­blicado en España por Kálathos Ediciones, esta obra reúne sesenta textos escritos entre 2015 y 2018, que se van ensamblando en una suerte de rompecabezas de una nación que atraviesa la época más oscura de su historia reciente. A propósito de este trabajo, el escritor venezolano participó en la firma de sus ejemplares en la 81ª Feria del Libro de Madrid 2022 que, para el pla­cer de los amantes de la literatura de la capital española, recuperó su extensión tradicional tras la pandemia de coronavirus, durante los 17 días del tan esperado encuentro.

Leonardo Padrón tuvo que asumir el exilio en 2017, cuando a través de una llamada telefónica, durante un viaje de trabajo a Miami, le advirtieron que el Servicio Bolivariano de Inteli­gencia Nacional (Sebin) lo esperaba. Sin rituales de despedidas, sin espacios para las transicio­nes, la vida continuó su curso y, desde hace cin­co años, tiene su residencia en Florida. Con la crisis mundial del Covid19 como escenario, en enero de 2021, después de 11 años de relación, la actriz Mariaca Semprún y el escritor contrajeron matrimonio en una ceremonia privada celebra­da en su nuevo hogar.

Luego de una carrera exitosa, en la que ha recorrido distintos géneros de escritura, ¿cómo percibe que ha evolucionado su trabajo?
—No he logrado percibir la evolución de mi tra­bajo. No he visto hacia atrás. No he tenido tiem­po. No he comparado los vaivenes de mi estilo. Sus cambios de tono. Estoy en pleno proceso de navegación con mi obra. He estado trabajando a un ritmo de vértigo para estabilizarme en ese otro lugar de la vida que es el exilio. He logrado conectar con otras audiencias, que era el primer gran escollo a resolver, supongo que gracias al instinto de supervivencia.

La experiencia de “Los Imposibles”, ¿cómo afectó la percepción del indagador en la visión del fabulista?
—Todo escritor es un voyeurista por definición. Un fis­gón. Un espía de la condición humana. En “Los Imposibles” adquirí licencia oficial para indagar en la vida de los otros. Todo fabulador se nutre de la realidad, que suele ser delirante. La realidad es la reina de los exce­sos. Toda vida es una obra en sí misma. Yo tuve la opor­tunidad de interrogar a fondo a gente muy especial que escribió su propia vida con resultados óptimos, sobre­salientes. Gente, sí. Pero terminaron siendo personajes. Me asomé a la dinámica de su construcción íntima. Los investigué minuciosamente, pero a la ficción también la investigo, para ver si logro domesticarla. Para contar una buena historia necesitas grandes personajes.

¿Hasta dónde la poesía es una excusa para escapar de la vorágine de nuestros tiempos, un pretexto para asumir un ritmo pausado y pro­pio? ¿En dónde está su musa en este momento?
—La poesía nunca es excusa para escapar de nada. Al contrario, produce el mismo vértigo que producen las alturas. Es un viaje al fondo de uno mismo. No hay nada más aterrador. Mi musa, si esa figura existe, se encuentra en algún rincón de mi propia vida. Esperán­dome. “No es inspiración, es expiración”, decía Jean Cocteau. No he parado de escribir en estos últimos cinco años fuera del país, y también fuera del poema. Pero creo en los galpones del inconsciente. Allí se han ido guardando imágenes, atmósferas, sensaciones. Lle­gado el momento, vendrá el acto de expirar el aire de estos cinco años.

Hace algún tiempo, en unas declaraciones para la revista Valle Arriba Golf Club, en la que se le pre­guntó por sus hobbies, usted comentó que se es­taba entusiasmando con las series y contenidos de las plataformas de streaming. ¿Puede describir la sensación que experimentó al asumir el reto de escribir para Netflix?
—Netflix fue una noticia absolutamente inesperada en mi horizonte laboral. Era un territorio al que aspiraba, pero sin mover ni un músculo, sin marcar ni un solo número telefónico para que ocurriera. Ha sido tan sorpresivo como gratificante. Y más que ocurriera como ocurrió. Todo fluyó de una manera sensacional. Escri­bir para esa plataforma es ejercer tu oficio de siempre, pero con esteroides. Potenciado. En la vitrina más po­derosa del streaming. Decir lo contrario sería absurdo.

En su proceso creativo, qué reporta más dificultad, ¿contar una historia o construir los personajes?
—Te lo comenté antes. Sin grandes personajes nunca tendrás un buen cuento. Así que allí debe poner el ojo todo narrador, en quiénes serán los portavoces de tu historia. Mientras más reales y cercanos sean, más em­patía y conexión lograrás con la audiencia. El gran reto es ese; contar una vida que contenga la complejidad y maravilla de la condición humana.

En nuestra historia republicana, personalidades muy influyentes vivieron el exilio y lograron regresar a construir una democracia. ¿Considera que tendrá la misma posibilidad?
—Todo exilio contiene en su última piel el anhelo del regreso. Es un deseo colectivo. Son seis millones de al­mas soñando el mismo instante. Tremendo eso, ¿no? Algunos lo lograrán, otros no. Hay quien echará raíces suficientes en el extranjero para cancelar la nostalgia y edificar otra vida. Otros no podremos erradicar el sen­tido de pertenencia. Yo tengo mi cédula de identidad conmigo. Y mis ganas de volver intactas. Y, por supues­to, eso entraña colaborar al máximo en la reconstruc­ción del país.

“Tiempos feroces” es un título impactante y sumamente descriptivo. ¿Es una necesaria “ayuda mnemotécnica”?
—No hay venezolano que necesite ninguna “ayuda mnemotécnica” para invocar el tamaño de la pesadilla del chavismo en nuestras vidas. Pero siempre he creído que los títulos deben reflejar fielmente el espíritu de la obra. En ese sentido creo que “Tiempos feroces” cumple con ese precepto pues aquí están, en ese atajo de crónicas, los relatos e historias de los años más duros y difíciles que hemos vivido los venezolanos. Del 2014 al 2017, nos llenamos de historias tan extremas y sórdidas como poderosas y admirables. El venezolano se puso a prueba de mil maneras posibles. Y mucha de esa épica que contienen las historias mínimas está en estas páginas.

¿A qué le teme de la madurez?
—La madurez viene acompañada del peso de los años, y de la caligrafía del tiempo que es una letra rocosa y dura. Pero fíjate que si algo celebro de ella es la serenidad que te otorga, la forma como comienzas a evaluar los episodios minúsculos y mayúsculos de la vida, con algo más de levedad, y de inevitabilidad. Te otorga una mirada más desprovista de ansiedad, más calmada, más llena de paz.

¿Para qué sirve el humor?
—Es el mayor antídoto que existe contra los procesos corrosivos de la existencia. El humor es un ejercicio de sabiduría. Es una coartada contra las zancadillas de la vida. Es el mayor invento de la humanidad.

¿Qué cosas le disparan la nostalgia? ¿Qué hace cuando esta le asalta?
—La nostalgia se ha acoplado con mi sombra, me acompaña a todas partes, se despierta a la misma hora que yo, se sienta a comer conmigo, a ver películas y series. Es inútil renegar de ella. Creo que la estrategia es hacerse amigo de ella y tratarla con naturalidad, con la misma naturalidad con la que te tomas un vaso de agua. En ese sentido el asalto de la nostalgia es permanente y por lo tanto no me saca de sitio. Pero déjame aclararte que no cultivo la nostalgia de una forma pantanosa ni paralizante. Solo es fidelidad con mis orígenes. La convierto incluso en gasolina para avanzar. Por supuesto, la música venezolana que anda regada por todas partes en los cinco continentes siempre te hace señas y te invoca la nostalgia. O la gastronomía que triunfa ahorita en todas las esquinas del mundo. O el acento venezolano que se derrama en cualquier calle de Madrid, Lima, Miami, Bogotá o Santiago. Somos una nostalgia gigantesca que aprendió a construir su futuro.

Los hijos ¿alimento para el ego?
—Los hijos son alimento, plenitud, desenlace, punto de partida. Son la quinta esencia de la vida para quienes los tienen. Le otorgan sentido a tus acciones, a tus desvelos. Son también el detonante de todos los esfuerzos para lidiar con la adversidad. Son la más poderosa de las contraseñas de vida.

Escribir para la primera y más importante plataforma de streaming ¿una pequeña venganza?
—Yo no diría que una pequeña venganza, por­que felizmente he tenido un desarrollo pleno de mi carrera profesional en los distintos ámbitos donde la he desarrollado. Mi carrera en la televisión venezolana no puede haber sido más satisfactoria, tanto para mí como para mis empleadores. Así mismo, lo logrado en los primeros años del exilio trabajando para la televisión mexicana (Televisa) y la televisión de los Estados Unidos (Univisión). Lo que sí creo es que sin duda alguna es —hasta ahora— el punto más alto de mi desarrollo profesional como escritor de historias para la televisión. Y haber logrado con mi primera serie original, con “Pálpito”, lo que logré, no deja de asombrarme. Que haya sido el show número uno en más de 85 países del mundo durante más de un mes, fue algo que ni en mis sueños más delirantes pensé que iba ocurrir. Y no puedo sentirme más que profundamente agradecido por esto.

¿Escribiría un recetario con los trucos para seducir a la misma mujer por más de 10 años?
—Jamás me atrevería a un acto de arrogancia de esa naturaleza. Respeto inmensamente a la mujer como entidad de belleza y misterio y por lo tanto siempre me reconozco como un eterno aprendiz de su territorio. En rigor son ellas quiénes lo terminan seduciendo a uno.

¿Poeta prestado a la farándula o un farandulero prestado a la poesía?
—He tenido toda mi vida escribiendo poesía y escribiendo televisión. A estas alturas sería absolutamente risible pensar que estoy prestado para uno de esos dos sitios. Pertenezco a ambos sitios. Y me siento orgulloso de ello. Y retado por ello constantemente. Sin duda, es una particularidad haber vivido una vida entera en dos extremos tan opuestos. Así tocó. Así me la he gozado.


Por fortuna, el trabajo va con él, y desde el extranjero no ha parado de escribir y crear nuevas metáforas. Para Univisión y Televisa ha escrito y adaptado clásicos dramáticos como “Amar a muerte”, “Rubí, la serie” y “Si nos dejan”.



Defensor de la palabra y su rebeldía, no ha doblegado su pluma inteligente. En todas sus creaciones está implícita la reafirmación de la libertad