Por Aarón Olmos. Venezuela sigue sin arreglar sus principales problemas, más allá de algunos destellos de recuperación o estabilidad cambiaria.
¿Venezuela se arregló?
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A finales de 2021 y durante el primer cuatrimestre de 2022, hemos escuchado profusamente la frase “Venezuela se arregló” en boca de venezolanos y extraños, dentro y fuera del país, sobre todo por redes sociales. Estas muestran imágenes o videos de una realidad parcial que, si bien es cierta para algunos, no lo es para la generalidad de la población venezolana.

Es aquí donde comienza la separación entre la realidad y la ficción de un país que todavía posee los recursos, las herramientas y el talento humano para cambiar su camino.

La economía venezolana ya mostraba un PIB declinante en el cuarto trimestre de 2014. De crecer cada vez menos, pasó a ser cero y luego negativo, como resultado del conjunto de acciones y políticas económicas establecidas en ese momento.

Un aumento de la liquidez, políticas de controles, falta de incentivo a la producción, mayor dependencia de la importación y un gasto incremental direccionado, fueron parte del concierto de medidas que orientaron la actividad económica 8 años después de la primera reconversión monetaria.

En este sentido, a partir de 2015 se adicionan las diversas sanciones económico-financieras internacionales, que fueron afectando la capacidad real de financiamiento y crédito de la nación. Se aceleró la inflación existente, llegando con facilidad a los 3 dígitos y medrando el poder de compra del salario.

En este contexto de ausente coordinación macroeconómica, la distorsión monetaria y cambiaria pasó factura al signo monetario nacional. Poco a poco, quedó como segunda o tercera opción dentro de su propio territorio, frente a las divisas y criptoactivos que tomaron el rol de medio de pago de aceptación general. Incluso, de moneda funcional en algunos casos.

La inflación siguió su curso. La confianza y credibilidad en los responsables de lo económico zozobró rápidamente ante la evidencia del deterioro del poder de compra, y la ausencia de bienes y servicios.

Apagones diarios, cada vez más largos en tiempo, servicios de internet y agua parpadeantes, se convirtieron en parte del día a día de la mayoría de la población venezolana. Algunos hasta optaron por fijar su vista en otras latitudes, como respuesta a la situación vivida.

Una nueva reconversión monetaria llegó en 2018, también un criptoactivo gubernamental. Sin embargo, las condiciones no cambiaban necesariamente para todos en el país en los mismos términos. Por esta razón, muchos se vieron forzados a buscar fuentes adicionales de ingreso, echando mano del conocimiento de artes y oficios, pasatiempos y hobbies que resultaron en emprendimientos para algunos, ayudándolos a mantener los equilibrios.

Otros buscaron la manera de ser remunerados o recompensados en moneda extranjera, en un mercado que paga en moneda de curso legal, pero vende en divisas. La inflación seguía su curso, y los controles iban y venían, como cuando se prueba una solución a un problema esperando que sea esa la definitiva.

Es en este escenario cuando la COVID-19 retrotrae a todas las economías del planeta durante 2 años, a un estadio de ralentización y deterioro general.

En 2021 llegó la tercera reconversión monetaria, ya son 14 los ceros que no están presentes en la moneda de curso legal. La inflación sigue en un entorno muy distorsionado. También ha aumentado la dependencia comercial a la importación de bienes y servicios, los servicios se mantienen invariables.

Se evidencian algunos espacios geográficos donde la situación económica no es tan apremiante, pero debemos recordar que la capital de la nación no es el país entero. Lo antes mencionado es determinante, porque los principales problemas socioeconómicos (pobreza, inflación y desempleo) siguen presentes en la estructura de las relaciones sociales y de producción nacional, además de las secuelas económicas y sociales de la COVID-19.

Esto nos recuerda que, hasta no reconocer la raíz del problema original, no se podrán acometer soluciones que, en efecto, comiencen a corregir la profunda distorsión que sigue existiendo.

En este sentido, Venezuela sigue sin arreglar sus principales problemas, más allá de algunos destellos de recuperación o estabilidad cambiaria.

Es así que, detrás de la aparente normalidad geolocalizada, persiste el desconcierto por el logro de una salida estructurada y permanente. Una salida que permee a todos por igual y se convierta en el signo de un evidente cambio en la orientación económica nacional, que sigue siendo el máximo anhelo de la mayoría.
 

Crédito Foto: Pixabay