La gastronomía es un derivado de nuestra cultura
En Venezuela se combinan áreas geográficas muy particulares. Una región insular que es casi la mitad de nuestro territorio. La región zuliana ubicada en el entorno de un lago, que es el final de la vida de un sinnúmero de ríos. La región andina, que comprende las mayores elevaciones del país.
La región llanera tiene sus diferentes variantes de planicies. La región amazónica cuenta con las más densas selvas e imponentes macizos y sabanas. Por su parte, la zona del Delta tiene sus propias características. Y la región central tiene pequeñas cadenas montañosas, todas muy cercanas a las costas que se entrelazan. Nuestro país es, en definitiva, un escenario mega diverso.
Cada una de estas regiones tiene condiciones climáticas propias y diferenciadas a las otras. Esto deriva en contrastes en su vegetación y diversidad de fauna. Sus habitantes han tenido que lidiar con esta realidad.
Lo antes explicado lleva a convertir estas zonas en patrimonio cultural de la nación. Este concepto abarca lo arquitectónico, el vestuario, la danza y todo a lo que a la idiosincrasia se refiere. Por supuesto, incluyendo la gastronomía.
En el caso de Paraguaná, la gastronomía es un crisol de combinaciones interesantes, que implica condiciones geográficas y características culturales que la hacen de por sí un motivo para conocerla.
En lo territorial, el hecho de ser una península le da cierta condición de región insular, conteniendo dentro de sus platos típicos una variedad de peces y frutos del mar, que la ha distinguido entre propios y visitantes.
Sin embargo, no deja de lado esa conexión con tierra firme a través del istmo, que la relaciona a la gastronomía del centro occidente del país. De la península resaltan los derivados del ganado caprino, con variedad en la presentación de carnes y derivados lácteos, tan importantes como los productos costeros.
A primera vista, Paraguaná es una región de características áridas. Una zona xerófita que pudiese generar la duda de ser una zona productiva, sobre todo en lo agrario. Pero al poner un plato sobre la mesa, se ven muchos insumos procedentes del entorno.
Y siendo más tajantes, es una diversidad que, más que sorprender, enamora, pues es el pacto del hombre con la naturaleza lo que los hace fuertes. Quienes dedican esfuerzo y corazón a la tierra, esta lo recompensa con variedad de productos llenos de sabor.
Debudeques o mancarrones
En cuanto al ámbito social, Paraguaná es una zona que, desde mediados del siglo XX, tiene un antes y un después. Este hecho es resultado de la instalación de las refinerías en el entorno de la ciudad de Punto Fijo.
Esta historia está marcada por una actividad dependiente del ámbito rural, la pesca, la siembra de sábila, las cucurbitáceas (melones, patillas y auyama), entre otros rubros. Todos se dieron muy bien, a pesar de considerarse una zona extremadamente árida.
La empecines de sus pobladores las hicieron prósperas en grandes casas de hato, junto a la cría de chivos y cabras. El valor y uso de la sal, que tenía su propio rasgo económico y que, a pesar de estar al alcance de todos, era racionada y prohibitiva para los habitantes locales.
Al encuentro de este escenario desde la instalación de la industria de la refinación, llegan personas provenientes de las diferentes regiones del país y de otras naciones, en la búsqueda que caracterizó todo el siglo XX en Venezuela. El resultado fue el abandono paulatino del campo para crear las concentraciones urbanas que conocemos hoy en día.
En el caso de Paraguaná, lo interesante es que los centros urbanos no estaban a grandes distancias de sus pueblos de origen. Este hecho mantuvo un lazo con su idiosincrasia originaria, pero sin quedar exento de verse influenciado por el brillo de la modernidad. Ella amplió el horizonte mucho más allá a todo aquel que se vinculó con la industria.
Los que llegaron tenían sus propias usanzas que, por supuesto, permanecieron en sus hogares. Pero asimilaron e hicieron propias las que encontraron en una comunidad llena de principios y valores dignos, de ser asumidos. Es tan arraigada la serie de costumbres y tradiciones en Paraguaná, que sus habitantes no se conforman con lo logrado.
Arroz con coco
En algunos casos llegan a considerar que no tienen identidad. Es claro que la globalización hace presencia y nuestro patrimonio toma una nueva dimensión. Algunos difieren en sus opiniones, en cuanto a lo que es conveniente o no. Lo cierto es que no todos los días se come arepa de maíz pelado como en el pasado.
También es cierto que se puede ver cómo los extranjeros asumen la tradición de comer lentejas el 1º de enero, como presagio de la buena suerte para ese año. Quien viene y pasa un buen tiempo en esta península, se lleva algo bueno como hábito.
En la concepción sencilla del término de patrimonio, se ve como todo lo que recibo de mis antepasados, lo experimento en el transcurso de la vida y lo transfiero a los descendientes, lleno de armonía.
La cultura no es algo estático. Por lo contrario, es una acción llena de dinamismo que produce lo que somos, seres que nos relacionamos entre sí y con otros que visitamos o nos visitan. Por ello, la gastronomía paraguanera es un derivado del entorno natural, pero hoy más que nunca de lo que somos como pueblo.
Fuentes fotos:
Plato de chivo guisado: https://bit.ly/3kiBxFt
Foto de los debudeques: https://www.recetavenezolana.com/debudeque-o-mancarron/
Foto arroz con coco: https://labombacha.com/arroz-con-coco/