
Una crisis psicológica ocurre cuando un evento traumático desborda de forma excesiva la capacidad de una persona, para manejarse de una forma usual. Es imposible predecirla basándonos en los eventos que la anteceden, ya que una situación que precipita una crisis en una persona, no necesariamente la desencadena en otra.
Es de esperarse que algunas circunstancias produzcan una crisis psicológica: secuestros, ataques físicos, robos, accidentes, incendios, desempleo o infidelidades, entre otros.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud introdujo en febrero de 2021 el término “Fatiga pandémica”.
Este nombre describe el agotamiento que produce la situación a la que hemos estado sometidos durante este último año y medio. Hemos experimentado temor al contagio, trabajo desde casa, alteración de la dinámica familiar y cansancio al cumplir con las medidas de bioseguridad recomendadas. La fatiga ha ido emergiendo por la extensión y gravedad de la crisis sanitaria.
En este sentido, el estrés, el insomnio, la irritabilidad, los cambios de humor, el aburrimiento, los problemas de concentración, la angustia, los trastornos de pánico y la ansiedad son consecuencias directas de la fatiga pandémica.
A más agotamiento, más desmotivación. Y, aunque la vacuna ya está en marcha, cada vez se dificulta más cumplir las medidas de bioseguridad, que derivan impotencia y frustración.
Todas estas alteraciones provocan un malestar significativo en quien lo padece, deteriorando áreas importantes en la vida, como la social, la laboral y la personal, entre otras.
Ante esta poco alentadora realidad, es importante destacar que hay circunstancias incontrolables en la vida, ya que escapan de nuestras manos por su complejidad.
Sin embargo, sí se puede manipular el impacto de esos problemas sobre la persona y actuar sobre ello. Por lo que, intentar mantenerse en armonía consigo mismo aún en tiempos de crisis, redunda en salud física y mental.
Por todo esto, se ofrecen algunas recomendaciones para preservar la salud mental:
1. Reconozca lo que siente.
2. Respire.
3. Medite.
4. Mantenga buenos hábitos de alimentación, descanso y vida íntima con su pareja.
5. Evalúe cuáles son las amenazas reales para usted y sus hijos.
6. No tome decisiones de forma precipitada, ni cuando esté alterado.
7. Fije prioridades (metas a corto y mediano plazo).
8. Convoque una reunión familiar para reconocer la situación de crisis y planificar cómo manejarla.
9. Limite la duración y la frecuencia de la información por Twitter, WhatsApp y otros. Asimismo, conversaciones sobre el tema.
10. No se aísle de las personas. Por el contrario, fomente reuniones con amigos y familia en las casas.
11. Evite descargar su rabia o malestar sobre los más cercanos (esposa, hijos, vecinos, etc.).
12. Controle su pensamiento pesimista y negativo, manteniéndose enfocado.
13. Haga ejercicios.
14. Ahorre.
15. Rompa el automático, piense antes de actuar.
16. Ríase, baile, cocine, pinte y mantenga las manos ocupadas en actividades que le agraden.
17. Precise acciones concretas para resolver sus circunstancias.
18. Si se siente muy abrumado, busque ayuda profesional.
19. Una sus fuerzas con su grupo del club, vecindario, amigos, familia, iglesia, templo, mezquita. La idea es que juntos encuentren formas de canalizar apropiadamente sus temores o preocupaciones.
Una crisis no es necesariamente un acontecimiento negativo. Puede significar una oportunidad para crecer, madurar, estrechar los lazos con los seres queridos, buscar nuevas opciones en la vida. Intente descubrir lo hermoso detrás de la fealdad y encontrará un importante aprendizaje. Ánimo, confianza y fe.
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