Por Aarón Olmos. En las economías hiperinflacionarias, es el público el que, a diario, evidencia cómo estas monedas y billetes pierden sentido con los aumentos de precio.
Escasez de papel moneda y uso de medios de pago digital
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Sección: Visión Económica

En las economías hiperinflacionarias, los bancos centrales suelen emitir grandes cantidades de papel moneda para tratar –de forma errónea– de cubrir el déficit generado por la ausencia de producción y la inconsistencia de sus políticas económicas.

Este flujo monetario termina alimentando un círculo vicioso que se caracteriza por:

• Aumento de la liquidez.
• Aumento de precios.
• Escasez de bienes y servicios.
• Pérdida del valor intrínseco de la moneda de curso oficial.
• Apreciación del tipo de cambio.
• Depreciación de la moneda.
• Mayor demanda de dinero.

Es por esta razón que vemos el incremento en la colección de monedas y billetes que conforman los conos monetarios de estas economías. Las primeras en desaparecer son las monedas, por representar menor valor facial. Después desaparecen los billetes de baja denominación.


¿Cómo se da esta escasez?

En principio, esta desaparición no es potestad del ente emisor o banco central, sino del público en general. Es el público el que, a diario, evidencia cómo estas monedas y billetes pierden sentido con los aumentos de precio.

Estamos en presencia de una dislocación o ruptura del consumidor con la moneda de curso legal. Esta sigue siendo válida según el banco central del país, pero como no representa el “valor real” en el mercado, simplemente la colectividad la deja de usar. En el mejor de los casos queda como elemento de colección.


En el mercado, las primeras en desaparecer son las monedas, por representar menor valor facial


De esta manera, al proseguir la distorsión monetaria por la hiperinflación, los próximos en la lista serán los billetes de mediano poder de compra, los cuales tienen una mayor vigencia. Sin embargo, sucumben ante el embate de los precios.

Esto solo deja en el escenario a los billetes de máxima denominación. Ellos se convierten en sinónimo de resistencia ante la apreciación del tipo de cambio y el incesante aumento de los precios en el mercado. Lastimosamente, la cantidad de monedas acuñadas y billetes emitidos por los bancos centrales no guarda una relación cónsona con la dinámica de desuso del papel moneda.

Lo antes descrito significa que una mayor cantidad de monedas y billetes de baja denominación sigue disponible. Pero nadie los usa, ante una menor proporción de billetes de máxima denominación que son ampliamente demandados y casi no hay disponibles.

Esta situación ocasiona una escasez de papel moneda, que distorsiona aún más la dinámica de consumo y formas de pago en los mercados.

La impresión de más billetes de máxima denominación, e incluso la adición de nuevos billetes con denominaciones mayores, resuelve de forma momentánea la situación de escasez. Claro, dependiendo de la cantidad puesta en circulación por el ente emisor. Pero no solventa la pérdida de valor intrínseco del dinero. Mucho menos corrige el alza de precios o la apreciación del tipo de cambio.

Es aquí cuando, ante la ausencia de una política monetaria y cambiaria coherente con el momento que se vive, otras monedas y billetes de países vecinos o distantes, que NO dependen de la política económica del país hiperinflacionario, se hacen atractivas. Estas monedas y billetes comienzan a ser usados de mutuo acuerdo por la colectividad.


Economía de cocirculación multimoneda

Estamos en presencia de una economía de cocirculación multimoneda. En este nuevo escenario, de manera “no oficial”, ante la inacción del banco central y la ausencia de claridad en materia monetaria y cambiaria, se ha dado un hecho determinante.

Los consumidores, el sector comercio y los servicios, han dispuesto por “consenso social” el uso de monedas y billetes que, al cambio, representan mayor valor. Igualmente, concentran gran cantidad de su moneda nacional en billetes de poco valor facial.

Es así que comenzamos a experimentar el pago mixto (moneda de curso legal y divisas), con su equivalente en moneda nacional. En general, esta se usa para pagar los céntimos de las operaciones realizadas con monedas extranjera.

Es posible que, en este estadio, la escasez de moneda de curso legal ya se haya incrementado. Se dificultará cualquier actividad de intercambio –por sencilla que esta sea–: pagos de actividades al por menor, vuelto o cambio por operaciones comerciales y transporte público, entre otros.

Es aquí donde la moneda extranjera cobra mayor importancia, porque suple la ausencia de moneda de curso legal por parte del ente emisor.

Sin embargo, como el país hiperinflacionario no está aplicando una medida de sustitución o cambio de moneda (dolarización), depende de los flujos monetarios provenientes –lícitamente– de las actividades de intercambio internacionales (públicas y privadas. También de remesas y pagos por actividades a nacionales desde el extranjero.

Esto significa que el banco central de esta nación hiperinflacionaria no controla en su totalidad la cantidad de moneda extranjera que entra al país. Queda en riesgo de generar escasez ahora de “moneda extranjera” por su alta demanda y circulación en manos de los consumidores.


Las posibilidades que ofrecen las herramientas digitales

Es en este punto donde las herramientas digitales comienzan a ser estudiadas, para su “posible” aplicación en un entorno por demás distorsionado y muy cambiante.

Queda en evidencia que, sin una “política económica coordinada”, cualquier esfuerzo por cambiar esta situación será de corto plazo al no corregir el problema de fondo.

Al final, las herramientas digitales implementadas por los bancos públicos y privados de la nación hiperinflacionaria, con el auspicio de la banca central en un esquema de cocirculación multimoneda, podrán mejorar la experiencia de compra. Esto será tanto con los pagos al sector comercio, como con los servicios en moneda nacional.

Pero la mejora antes mencionada se logrará sin corregir la distorsión monetaria y cambiaria, producto de:

• La ausencia de producción.
• Déficit fiscal.
• Hiperinflación.
• Apreciación acelerada del tipo de cambio.
• Ahora, mayor preferencia de la colectividad por divisas.

Por otra parte, ninguna de estas mejoras corrige la falta de “confianza” en la moneda de curso legal, como tampoco la confianza de las “instituciones” encargadas de gestionar la política económica nacional.



Crédito Foto: 
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