Se graduó en la segunda promoción de Ciencias del Colegio San Ignacio en 1988 y desde ese momento la vida le ha puesto claras señales para no desconectarse de su casa de estudios
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Pedro Rojas

Para Mónica Hoffmann, diseñadora gráfica y fotógrafa, las sabias palabras "ser personas conscientes, competentes, compasivas y comprometidas" han estado en su vida desde que se graduó en la segunda promoción de Ciencias del Colegio San Ignacio, en el año 1988.

Hoffmann ha sido la única mujer quien ha formado parte de la Junta Directiva de ASIA (Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio San Ignacio) por dos períodos, del 2000 al 2006 y al consultarle sobre la mayor de las enseñanzas que recibió en su paso por la institución no duda en afirmar que estuvo “en un colegio que prepara para buscar la excelencia, no solo académica sino como persona”.

-¿Qué ha podido analizar y comparar de los años en los que fue alumna y esa transición a ser ahora madre de estudiantes de la institución?
-Son colegios distintos. Yo entré en 1983 a un colegio con un 15% de niñas. Éramos una minoría absoluta y eso se sentía y se veía claramente. Yo nunca me sentí amenazada por esa situación, más bien siempre nos sentimos especiales y consentidas. Pero reconozco que era raro ser tan poquitas, incluso porque en los años superiores seguían siendo puros varones. Y caracterizándose el Colegio San Ignacio por sus numerosas actividades extra-curriculares, realmente nosotras no teníamos muchas opciones de participación. Sin embargo, al tener a mis dos hijas, nunca dudé en que estudiarían en el San Ignacio.

Recuerda Hoffmann que cuando entró su hija mayor, hace ya 13 años, todavía había gente que le preguntaba ¿por qué la iba a meter en un colegio de varones? y apunta que sus hijas han estudiado “en un colegio totalmente mixto. Y cada día de su paso por él me ha dado la razón. Mis hijas han sido felices, han recibido una educación integral, tienen los mejores amigos y han participado y se han destacado en todas las actividades e instituciones que su tiempo les ha permitido”.

Su sello en el colegio
Para quien además ha sido voluntaria de OSCASI (Organización Social Católica San Ignacio) como diseñador gráfico y responsable de su imagen desde 2001, es Invaluable lo que el Colegio les ha dejado como personas, haciéndolas mujeres sensibles, comprometidas, perseverantes y con gran capacidad de liderazgo.

“Ser mamá del colegio ha sido una experiencia inolvidable. He sido delegada, mamá de los bailes, de la natación, del volleyball, de la gimnasia, del Centro de Estudiantes del Colegio San Ignacio (Cesi), del Ecos de Alumnos San Ignacio (Edasi), de la Delegación del Colegio San Ignacio que compite en el Harvard Model United Nations (HMUN) y hasta mamá gaitera. Pero la imagen que siempre me acompañará es la del primer día de kinder, cuando entraron orgullosas al colegio de mami con su camisa roja y su sello del colegio en el pecho, para desde ese día hacerlo suyo”, agrega.

-¿Alguna anécdota en especial que recuerde de aquellos años en los que estudiaba en el colegio?
-Yo entré al colegio en primer año. Al principio no me inscribí en ninguna institución; para la época las opciones para las mujeres eran solo el Centro Excursionista Loyola (CEL), el Volleyball y la Natación. Estaba todavía en mi período de adaptación cuando se me acercó el Padre Lorenzo Mendoza SJ (+) para decirme que no debía ser un ‘alumno horario’, que era como llamaban a aquellos alumnos que iban al colegio de 7:25 a 1:30 y luego se iban a sus casas. Se esperaba que participara en algún deporte. Él estaba intentando abrir un equipo de Basketball femenino y prácticamente no me dió la opción de decirle no. Yo nunca en mi vida había jugado Basket y no era para nada hábil en los deportes. Por supuesto me aterraba la idea. El fue eligiendo a sus jugadoras y logró inscribir el equipo Loyola de Basket femenino en el campeonato de Lides. Ese año quedamos subcampeonas.



-¿Conserva amistades de los años en los que estuvo en la institución?
-Tengo grandes amigos de mi paso por el colegio. Los grupos de Whatsapp han hecho además que podamos no solo reencontrarnos con los que están fuera del país, sino que tengamos contacto frecuente y sepamos dónde están, qué hacen, etc. Tengo un grupo de amigas con las que tengo contacto casi a diario digitalmente e incluso personalmente con las que están en Venezuela. Cuando mi hija mayor entró en Kínder, en esa promoción habíamos 14 papás de mi promoción. Las reuniones y las actividades eran muy divertidas, compartiendo ahora con la segunda generación de amigos. Hoy en día, varios de los amigos cercanos de mis hijas son hijos de amigos míos del colegio.



Reencuentro impulsado por el destino
Hoffmann se graduó en el año 1988 y de alguna manera se desvinculó del colegio. “Estudié, me gradué, me casé, me fui del país a hacer postgrado. Hasta el día del deslave de Vargas. Ese 15 de diciembre de 1999 yo vivía muy cerca del colegio y al ver que se había instalado un centro de acopio, me fui para allá a ver en qué podía ayudar y no he vuelto a salir del colegio hasta el día de hoy”, cuenta conmovida.

Explica que durante los días de voluntariado terminó trabajando con la directiva de ASIA en los aspectos de solicitud de donaciones y logística del centro. “Recuerdo que ellos no sabían que yo era antigua alumna. Yo era una voluntaria más. Luego de una semana trabajando juntos supieron que yo había estudiado ahí y no me dejaron ir”.

Posteriormente en el año 2000 comenzó como diseñadora de la primera versión de la revista, que en ese momento era una publicación impresa de 32 páginas y de edición bimensual. En noviembre del 2000, apadrinada por el Padre Galdos SJ que siempre había querido la participación femenina, entró a formar parte de la Junta Directiva de ASIA por dos períodos. 

“No puedo decir que fue fácil. Yo era muy joven y era mujer. ASIA era una institución netamente masculina y para mi todos eran unos señores. Sin embargo, logramos hacer equipo y pude participar en algunos proyectos en esos años que siempre recordaré, como la fiesta de los 80 años del colegio en el Boston Dome, y el libro de la historia del colegio En todo Amar y Servir. El boletín de ASIA lo hice por varios años y fue en ese momento parte importante de mi experiencia como diseñadora recién graduada”, destaca.

Cambios y amplitud
Con un Colegio San Ignacio mucho más abierto a la participación femenina, Hoffmann estima que es “importantísimo e indispensable que ASIA vuelva a tener participación femenina en su Junta Directiva, cosa que solo sucedió en dos Juntas Directivas en las que participé del 2000-2003 al 2003-2006”.

-¿Sobre qué aspectos considera debe avanzarse para garantizar la presencia activa de las niñas en las actividades del colegio?
-Mi sensación es que las niñas tienen presencia activa tanto en todas las instituciones como en las actividades deportivas del colegio. Con los años se les ha ido dando la oportunidad y ellas misma han ido forjando su camino exitosamente. Incluso existen actividades como el baile, el volleyball y la gimnasia que son exclusivamente para las niñas. Esto ha ayudado a que ellas hoy en día se sientan realmente parte activa del colegio. Ya no son las niñas de un colegio de varones.

-¿Qué pasos dados en el Colegio San Ignacio recomendaría dar a otras instituciones en el país?
-Fue una decisión atrevida y valiente para la época, convertir a un colegio de tradición masculina como el Colegio San Ignacio, en un colegio mixto. Hoy en día lo vemos como algo normal. La vida es mixta y es normal para todos que los colegios también lo sean, creo que en muchos casos la madurez y las fortalezas de las niñas y los niños son diferentes y la sana competencia curricular hace que la interacción entre ambos maximice el aprendizaje y el crecimiento. Me cuesta imaginar hoy en día a los colegios de niñas o de varones, pero entiendo que hay gustos para todo y cada familia es un mundo.

Reflexiona Hoffmann que en el San Ignacio fue un proceso que se fue dando “paulatinamente y con bastante prudencia” y recuerda que “para quienes lo vivimos, quizás nos pareció demasiado lento, pero los resultados fueron muy positivos y están a la vista. Las niñas graduadas del Colegio San Ignacio llevan el amor por su colegio tatuado profundamente como nos caracteriza a todos los ignacianos y ser ignacianas será una fortaleza para enfrentar los retos de la vida laboral y personal desde los marcados valores que nos congregan en un punto de unión con los miles de egresados ignacianos tanto en Venezuela como en otros colegios de la Compañía de Jesús”.

Fotos: Cortesía Mónica Hoffmann