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Un virus, un algo que nunca veremos, de menor tamaño que una brizna de polvo al viento, ha puesto de rodillas a toda la humanidad. 

Ruedan muchas teorías al respecto. Conspiración, error en un laboratorio chino o simplemente un incalculable exceso de orgullo de una nación, la cual acepta con semanas de retraso una denuncia inocultable. Cualquier verdad la sabrán posiblemente futuras generaciones. Pero eso no quita lo que se expresa al comienzo, un microscópico Virus ha hecho que todas las grandes tareas se suspendan por tiempo indefinido. 

Debemos reflexionar que significa esto. Debemos pensar cuán lejos quedan algunos éxitos en la vida, si ésta vale lo que un organismo tan pequeño pueda hacer con ella. La humildad y la solidaridad serán los valores que nos levantarán de nuevo como planeta. 

En las aulas del colegio, esas palabras resonaron en nuestros oídos en innumerables ocasiones. Es tiempo del liderazgo auténtico y en función del otro. Nada que un verdadero ignaciano no haya internalizado. Ejemplos de ello hay muchos en las actuales circunstancias. Esta casa grande, como suele decir el Papa Francisco del planeta, merece ser mejor tratada. Nunca se ha sentido con más fuerza la necesidad de unión, colaboración y apoyo entre todos los seres humanos y ojalá seamos parte de este nuevo inicio donde quiera que nos toque desempeñar funciones. 

Confiemos que salgamos fortalecidos de esta inmensa prueba y tengamos la convicción que veremos al corto plazo cambios en la manera de llevar las metas personales, familiares y de los países. Ser parte de estos cambios es algo que debe estar en nuestro ADN, en nuestro Amar y Servir, para nosotros y para los demás. Los invito a formar parte del futuro, a ser las cabezas que en el mañana conduzcan una tierra donde todos nos sintamos útiles, y, como decía Ignacio, es tiempo de alcanzar la excelencia y compartirla en beneficio de todos.