El calendario del fútbol moderno: cuando es demasiado?
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Por Carlos Sánchez
Cirujano Ortopedista UCV
Directivo Soc. Venezolana Cirugía, Ortopedia y Traumatología.
Faculty Regional AO Médico Traumatólogo de Leones del Caracas BBC.
Instagram: @carlosgsanchezV

Por Joel Bilbao
Médico Cirujano  UCV

La élite del fútbol actual vive algo que sus antecesores apenas podrían imaginar. Un calendario inacabable, con torneos que se empalman, viajes intercontinentales y apenas unas semanas de descanso real. Las piernas de los jugadores ya no tienen “verano”: hay pretemporadas, giras comerciales, amistosos, ligas, copas nacionales, Champions, Supercopas, y luego —cuando parece que todo termina— llegan las selecciones con su propio calendario: eliminatorias, Nations League, Eurocopa, Copa América, Mundial… un ciclo sin respiro.


Tomemos ejemplos. Lamine Yamal, joya del Barcelona y de la selección española, ha tenido con apenas 17 años cantidad grande de minutos en LaLiga, Copa del Rey y Champions League, más su rol internacional con España. Kylian Mbappé, ahora en el Real Madrid, se reparte entre la liga, la Champions y las citas de Francia. Y no hablamos sólo de partidos oficiales: sumemos entrenamientos, amistosos, desplazamientos, eventos promocionales. Todo suma y produce sobrecarga.

Según datos de Transfermarkt y FIFPRO, un jugador de este nivel puede disputar entre 60 y 80 partidos por temporada. Los más expuestos incluso rozan los 90 si llegan lejos en todos los torneos. En cambio, si miramos hacia atrás, en los tiempos de Beckenbauer o Platini, la cifra raramente superaba los 45 o 50 partidos anuales. Ni tantas competiciones, ni tanto marketing, ni tantos vuelos transatlánticos.

El cuerpo técnico y médico tiene que hacer verdaderos malabares.

Los entrenamientos se planifican al milímetro, alternando microciclos de carga y recuperación. Se mide todo: ritmo cardíaco, lactato, GPS, horas de sueño, temperatura muscular. Cada futbolista tiene su propio programa.

En el gimnasio predominan los trabajos excéntricos, el fortalecimiento del CORE y la estabilidad de cadera, todo orientado a evitar las lesiones de isquiotibiales y aductores, las más frecuentes.

Después de cada partido: crioterapia, masajes de drenaje, compresión, control nutricional, suplementación. Los cuerpos médicos parecen más laboratorios que enfermerías.

La rotación se volvió una herramienta médica. Ya no es simple táctica: es supervivencia. Si un jugador pasa de los 3000 minutos en una temporada, el riesgo de lesión muscular se multiplica exponencialmente.

En los últimos años hemos visto patrones repetidos: sobrecargas de isquiotibiales, distensiones de cuádriceps, lesiones de tobillo, microdesgarros en gemelos y, ocasionalmente, roturas de ligamentos cruzados.

Mbappé, por ejemplo, ha sufrido molestias recurrentes en el tobillo; Yamal ya ha tenido sobrecargas musculares propias de un calendario adulto a pesar de su edad juvenil.

Un estudio de la UEFA (2001–2021) mostró que las lesiones musculares representan más del 40% del total en el fútbol de élite. Y la incidencia media ronda las 8 lesiones por cada 1000 horas de exposición, lo que equivale aproximadamente a 2,4 lesiones por jugador por temporada.

Dicho de otro modo, en una plantilla de 25 futbolistas, es de esperar más de 50 lesiones cada año entre todos.

En los años 80 y 90 los registros eran más escasos, pero se estima que el promedio de lesiones era similar, aunque por motivos distintos: terrenos irregulares, menos control médico, botas más duras. Hoy, en cambio, los jugadores corren más kilómetros por partido, a mayor intensidad y con menos descanso.

En las dos últimas décadas, los estudios muestran una reducción ligera en la tasa global de lesiones gracias a la prevención, pero con un aumento del número absoluto por la sobrecarga de partidos.

Más control, sí. Pero también más riesgo.




En nuestra práctica médica diaria vemos cada vez más jugadores con sobrecargas, dolores crónicos de pubis, tendinopatias inflamatorias que necesitan reposo/descanso y no lo tienen. La medicina deportiva ha avanzado muchísimo, pero el cuerpo humano tiene límites.

El jugador moderno está más controlado que nunca, pero también más exigido que nunca. Las carreras, que antes duraban 15 años de alta competencia, podrían acortarse si el calendario sigue creciendo. A día de hoy, no hay datos a largo plazo sobre qué pasará con esta generación que juega 70 u 80 partidos por año.

Beckenbauer, Platini o Cruyff tuvieron carreras largas y productivas con menos carga física acumulada. En cambio, los cracks actuales viven un ciclo continuo de esfuerzo, recuperación y reexposición. Son atletas de élite sometidos a un estrés fisiológico constante, donde el descanso se volvió un lujo.
El fútbol moderno es un espectáculo fascinante, pero su exigencia roza lo inhumano. La ciencia ha logrado sostener lo que hace 30 años habría sido impensable: un adolescente como Yamal jugando más de 60 partidos en una temporada.

Sin embargo, la pregunta sigue abierta: ¿Cuánto es demasiado???

Solo el tiempo lo dirá. Tal vez dentro de 15 o 20 años sabremos si esta generación pudo resistir o si el calendario terminó cobrando factura. Por ahora, solo queda seguir estudiando, adaptando y, cuando se pueda, darles descanso. Porque el cuerpo, aunque poderoso, no es infinito.