Por Manuel Felipe Sierra: En 1963 Mario Vargas Llosa vivía en París y ya se perfilaba como una firme promesa de las letras peruanas
Borges vs. Vargas Llosa, un encuentro en París
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En 1963 Mario Vargas Llosa vivía en París y ya se perfilaba como una firme promesa de las letras peruanas. Se desempeñaba como locutor de la radio y la televisión francesa, y periodista en la sección española de la agencia France Presse. Ese año obtendría el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral con su novela La ciudad y los perros. El galardón otorgado en Barcelona servía de plataforma de lanzamiento al “boom” de la narrativa latinoamericana de los años 60. En esos meses, Jorge Luis Borges hizo escala en la ciudad. El escritor argentino regresaba de dos eventos internacionales por la Libertad de la Cultura, celebrados en Berlín y Ámsterdam.

El joven reportero entabló un diálogo con el escritor de 65 años cuya obra alcanzaba una audiencia excepcional en Francia. Como era propio de su carácter, Borges no estaba del todo convencido de la utilidad del tipo de eventos a los cuales había sido invitado: “El encuentro fue agradable, en el sentido que pude conversar con muchos colegas míos, pero en cuanto a los resultados de esos congresos, creo que son puramente negativos; además, parece que nuestra época nos obliga a ello, yo tuve que expresar mi sorpresa – no exenta de melancolía – de que en una reunión de escritores se hablara tan poco de literatura y tanto de política, un tema que es más bien, bueno, digamos tedioso”. El entrevistador destaca que el éxito editorial de su obra es más que notorio, hasta el punto de que la Historia universal de la infamia y la Historia de la eternidad se han publicado ya en libros de bolsillo y se han vendido millares de ejemplares en pocas semanas; además de haber sido homenajeado con dos números especiales de prestigiosas revistas literarias.

Borges expresa su sorpresa: “Imagínese, he publicado muchos libros pero al principio esos libros fueron escritos para mí y para un pequeño grupo de amigos. Recuerdo mi sorpresa y mi alegría cuando supe, hace muchos años, que de mi libro Historia de la eternidad se habían vendido en un año hasta 37 ejemplares. Yo hubiera querido agradecer personalmente a cada uno de los compradores, o presentarle mis excusas. También es verdad que 37 compradores son imaginables, es decir, son 37 personas que tienen rasgos personales, y biografía, domicilio, etc. En cambio, si uno llega a vender 1.000 o 2.000 ejemplares, ya eso es tan abstracto que es como si uno no hubiera vendido ninguno”.

Vargas Llosa pregunta: “¿Algún escritor francés ha ejercido una influencia decisiva en usted?”. Borges contesta: “Desde luego, yo hice todo mi bachillerato en Ginebra durante la Primera Guerra Mundial, es decir, durante muchos años el francés fue, no diré el idioma en el que soñaba o en el que sacaba cuentas, porque nunca llegué a tanto, pero si un idioma cotidiano para mí. Pero hay algunos autores que yo quisiera destacar especialmente y esos autores son Montaigne, Flaubert – quizá Flaubert más que ningún otro – y luego un autor personalmente desagradable a través de lo que uno puede juzgar por sus libros, pero la verdad es que trataba de ser desagradable y lo consiguió: Léon Bloy, sobre todo me interesa esa idea suya que ya los cabalistas y el místico sueco Swedenborg tuvieron pero que sin duda él sacó de sí mismo, la idea del universo como una suerte de escritura, como una criptografía de la divinidad. Y en cuanto a la poesía, creo que usted me encontrará bastante ‘pompier’, bastante ‘vieux jouer’, rococó, porque mis preferencias en lo que se refiere a poesía francesa siguen siendo la Chanson de Roland, la obra de Hugo, la obra de Verlaine, y – pero ya en un plano menor – la obra de poetas como Paul-Jean Toulet, el de las ‘Contrerimes’. Pero hay sin duda muchos autores que no nombro que han influido en mí. Es posible que en algún poema mío haya algún eco de la voz de ciertos poemas épicos de Apollinaire, eso no me sorprendería. Pero si tuviera que elegir un autor (aunque no hay absolutamente ninguna razón para elegir un autor y descartar los otros), ese autor francés sería siempre Flaubert”.

Vargas Llosa le comenta: “Usted ha escrito poemas, cuentos y ensayos. ¿Tiene predilección por alguno de esos géneros?”. “Ahora, al término de la carrera literaria, tengo la impresión que he cultivado un solo género: la poesía. Salvo que mi poesía se ha expresado muchas veces en prosa y no en verso. Pero como hace unos diez años que he perdido la vista, y a mí me gusta mucho vigilar, revisar lo que escribo, ahora me he vuelto a las formas regulares del verso. Ya que un soneto, por ejemplo, puede componerse en la calle, en el subterráneo, paseando por los corredores de la Biblioteca Nacional, y la rima tiene una virtud mnemónica que usted conoce. Es decir, uno puede trabajar y pulir un soneto mentalmente y luego, cuando el soneto está más o menos maduro, entonces lo dicto, dejo pasar unos diez o doce días y luego lo retomo, lo modifico, lo corrijo hasta que llega un momento en que ese soneto ya puede publicarse sin mayor deshonra para el autor”.

La conversación de Borges y Vargas Llosa es rescatada en estos días a propósito de que el 24 de agosto se recuerda un nuevo año del nacimiento del escritor argentino. Borges murió en Ginebra el 14 de junio de 1986, y aún persiste la incógnita de por qué dada su vasta y reconocida obra literaria ésta no mereció el reconocimiento del Premio Nobel. La misma duda se mantuvo durante muchos años en relación a la obra de Vargas Llosa, diferida demasiado tiempo para merecer el galardón. Finalmente, en octubre del año 2010 la Academia Sueca entregó el Premio Nobel de Literatura al escritor peruano.